Dom 24.03.2013

EL PAíS  › LA ARGENTINA Y BRASIL ANTE SU PROBLEMA MAS GRAVE EN DIEZ AÑOS

Un conflicto que Vale lo que pesa

El anuncio de la minera brasileña de suspender su proyecto en Mendoza pone al descubierto en toda su crudeza un choque de intereses sin precedentes. El papel del Bndes. La mayor lentitud china. Los actores en juego.

› Por Martín Granovsky

Nada de Apocalipsis. Nada de catástrofe final. Pero tampoco una fricción sin trascendencia. La relación entre la Argentina y Brasil enfrenta el mayor conflicto de intereses desde el 25 de mayo de 2003: el de la minera Vale en Mendoza, que anunció la “suspensión indefinida” de su inversión para explotar potasio en Mendoza.

El ministro de Planificación Federal, Julio De Vido, dijo que la empresa suspendió el proyecto y frenó las inversiones pendientes porque quiere descargar en la Argentina sus problemas globales. Le contestó el presidente de Vale, Murilo Ferreira. Mencionó el tipo de cambio y la inflación como obstáculos que obligarían a la minera a replantear las condiciones para seguir con el megaproyecto. En los planes iniciales involucraba 5900 millones de dólares para la explotación minera, un ferrocarril y un puerto. Además de Mendoza, el proyecto tendría ramificaciones en Río Negro, Neuquén, la provincia de Buenos Aires y La Pampa. Vale dijo el 12 de marzo último que ya invirtió 2200 millones de dólares.

Privatizada por el gobierno de Fernando Henrique Cardoso en 1997, Vale tiene gestión privada pero fuertes vínculos con el Estado. El accionista mayoritario es Bndespar. Otro es Previ, un fondo de pensión privado que completa la jubilación de funcionarios del Banco de Brasil y otros empleados del Estado. Entre los dos alcanzan el 65 por ciento de las acciones.

Bndespar es nada menos que la sociedad anónima encargada de controlar las participaciones empresarias del poderoso Banco Nacional de Desarrollo, para poner su nombre en castellano.

El Bndes es la principal herramienta estatal para la expansión de la obra pública, para compensar los perjuicios de la crisis económica mundial sobre Brasil con nuevos emprendimientos de infraestructura y será uno de los financiadores del futuro Banco del Sur junto con la CAF, la Corporación Andina de Fomento.

Vale es la segunda minera del mundo después de Barrick Gold y está diversificada. A nivel planetario regentea proyectos relacionados con mineral de hierro, potasio, aluminio y carbón. El potasio es uno de los insumos para la elaboración de fertilizantes. En mineral de hierro Vale es el mayor del globo.

La Vale original es parte del desarrollo industrial impulsado por el Estado brasileño tanto como Petrobras. La fundó el entonces presidente Getúlio Vargas en 1942. El mineral de hierro tiene cierto lazo con la industria. Cuando Vargas aceptó colaborar con los Estados Unidos de Franklin Delano Roosevelt en la Segunda Guerra Mundial, lo hizo en buena medida con el estímulo de la promesa de una inversión para una siderúrgica en Volta Redonda, en el Estado de Río de Janeiro.

No se mete pero se mete

Al presidente de Vale lo eligen los accionistas. Existe, en Brasil, el supuesto de que el Estado no se mete. Y oficialmente el Estado o cumple con ese supuesto de no meterse o, al menos, hace que lo cumple. Sin embargo, la prensa económica de Brasil, como el diario Valor, publicó que la presidenta Dilma Rousseff presionó de manera discreta pero firme para que el número uno de la minera fuera Murilo Ferreira. Sea como fuere, Dilma asumió en 2011 y Murilo reemplazó a su antecesor, Roger Agnelli, en mayo de 2012. Rousseff lo conocía de cuando ejerció su primer cargo con el presidente Luiz Inácio Lula da Silva, en 2003. Antes de ser la jefa de la Casa Civil (en términos argentinos, la Jefatura de Gabinete más la Secretaría Legal y Técnica más la Secretaría de Inteligencia), Dilma fue ministra de Minas y Energía.

Otro dato para ilustrar hasta qué punto el Estado brasileño participa, aunque de distinto modo, en Vale y en su accionista mayoritario Bndespar. El presidente de esta última sociedad es Fernando Damata Pimentel, ministro de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior.

Antes de que cualquier problema económico o comercial con la Argentina llegue al Planalto, la Casa Rosada brasileña, Pimentel siempre funciona como la penúltima instancia. Luego de él sólo queda Dilma.

¿Qué opinan del tema Dilma y Cristina Fernández de Kirchner? Suspendieron una reunión formal prevista justo cuando murió Hugo Chávez. Acaban de hablar en Roma, donde se cruzaron en por la inauguración papal de Francisco, pero parecen cuidarse como si supieran que en algún momento deberán intervenir si es que no quieren convertir una situación de freezer en un incendio. Hasta ahora esa respuesta sólo se puede obtener por inferencia. Es imposible de imaginar que De Vido hablase sin indicación o consulta previa con Cristina. No sólo por su estilo disciplinado. También porque, más allá de los estilos, la Constitución establece que el Poder Ejecutivo es unipersonal. Lo ejerce la persona que ocupa la presidencia y los ministros son simples colaboradores. Pimentel participó de las últimas negociaciones, a comienzos de marzo, pero no habló en público del tema.

¿Es razonable pensar que Ferreira haya hablado sin una consulta previa con Brasilia? Más aún: ¿es razonable imaginar que lo haya hecho nada menos que en Hong Kong, una de las vidrieras internacionales del mundo de los grandes negocios?

La tensión

Un nivel de conflicto de intereses como éste no se produjo nunca desde que Lula asumió el 1° de enero de 2003 y Néstor Kirchner, el 25 de mayo del mismo año. Hay chisporroteos permanentes por la administración de importaciones y exportaciones, en especial en sectores que fabrican bienes de consumo como electrodomésticos. Hubo en 2004 un período de relación presidencial congelada entre Lula y Kirchner. En parte se debió a que el entonces ministro de Hacienda, Antonio Palocci, se desentendió de las negociaciones argentinas de la deuda, y en parte a que funcionarios del gobierno argentino pensaban que Lula no sólo tenía una buena relación personal con Eduardo Duhalde, sino que lo apoyaba justo cuando Kirchner se había propuesto de-sembarcar personalmente en el peronismo bonaerense para disputar la jefatura directa. Pero luego todo fue romance. En 2007 Cristina continuó la buena relación con Lula y con Brasil y en 2011 Dilma mantuvo el nexo privilegiado con la Argentina mientras desplegaba una relación más o menos cordial, de acuerdo con el momento, con su colega de la Casa Rosada.

Cuando Kirchner murió, el 27 de octubre de 2010, Lula dijo a la televisión en Buenos Aires que lo rescataba por tres cosas. Una, la integración sudamericana. Otra, la devolución de la autoestima a los argentinos. La tercera, una vocación por reindustrializar el país.

Consultas de a funcionarios argentinos y brasileños que pidieron reserva de su nombre –todos parecen tener noción de la gravedad del momento– dejaron una conclusión: cuando se discutió el proyecto original, Vale y el Estado brasileño comprendieron que no podía hacerse al estilo colonial portugués, es decir sobre la base de un modelo de enclave sin tener en cuenta el desarrollo local. “Es una inversión demasiado grande para que sólo participen empresas brasileñas”, dijo uno de los funcionarios. Agregó que la complejidad es que no hay en juego sólo una concesión minera, ni solamente la construcción de un ferrocarril, sino procesos legales de liberación de terrenos o de derecho de paso que son jurisdicción de varias intendencias. Otro de los funcionarios dijo que en cualquier análisis había que tener en cuenta el equilibrio entre el principio de evitar el enclave y los costos concretos de la contratación de proveedores locales. “Quizás uno de los problemas esté allí y no, como aparece, en la negociación sindical con la Unión Obrera de la Construcción”, razonó. Otro de los consultados subrayó que la inversión no se topó con críticas a la minería en sí misma y su utilización de agua como sí ocurrió con el proyecto de la Barrick en San Juan.

Dilemas

El gobernador de Mendoza, Francisco Pérez, dijo que si Vale decide dar por cerrada su participación, igual habrá un proyecto en Río Colorado. Nadie es capaz de adivinar el futuro, pero las declaraciones de Ferreira en Hong Kong permiten dudar razonablemente del optimismo de Pérez. ¿Qué minera querrá meterse si la número dos del mundo se va? ¿Cuál querrá hacerlo cuando la que se va es, justamente, del país vecino y aliado? ¿O el optimismo explícito de Pérez fue para tranquilizar a los mendocinos antes de las elecciones de octubre de 2013 y las presidenciales y para gobernador de octubre de 2015?

Una de las cuestiones en danza, que paradójicamente no autorizan a dar el tema por clausurado, es la inversión que Vale ya hizo.

Por el lado de la empresa, ¿Vale estará dispuesta a perder 2200 millones de dólares?

Por el lado del Estado brasileño, ¿asistirá indiferente a una pérdida de ese porte?

Por el costado oficial argentino, es obvio que la inversión ya realizada supone una carta fuerte. Significa que Vale tiene dinero enterrado en el desierto mendocino y no querrá irse dejándolo bajo tierra.

Puesto el tablero en este nivel, el problema político pasa a ser otro. ¿Hasta qué punto exacto puede usar la Argentina esa carta? ¿Cuál es, para los dos gobiernos, el límite preciso en el cual un conflicto de intereses se transforma en un fenómeno capaz de perturbar la relación más sólida que tiene cada uno con otro país?

La cuestión desnuda una parte de la crisis mundial y el modo en que afecta a Sudamérica.

El Bndes se expandió hasta sus actuales 200 mil millones de dólares en buena medida para financiar grandes obras que aumentaran la productividad global brasileña cuando los privados redujeron su nivel de inversión.

El banco fue clave en los últimos años para compensar en Brasil el ciclo económico recesivo de Europa y de los Estados Unidos.

Si, sólo para completar el análisis, casi como una licencia poética, se deja al margen cualquier responsabilidad voluntaria o estructural de los protagonistas argentinos del conflicto, la suspensión se debe a un proceso que terminaría favoreciendo a la Argentina: el objetivo de dinamizar el crecimiento de Brasil en medio del colapso mundial. Brasil es, junto con China, el principal destino de las exportaciones argentinas, con el agregado de que el componente industrial es mayor que la soja exportada a China.

El mercado chino es, de paso, un componente esencial de esta historia. China descendió su ritmo de crecimiento ya en 2012. La célebre tasa china no fue del 10 o 12 por ciento sino del 7,5. El primer ministro Wen Jiabao pronosticó este mes un crecimiento del 7,8 por ciento.

El gobierno argentino no maneja ningún escenario de reducción de la demanda de soja. La soja es un producto de primera necesidad porque es utilizada tanto para la alimentación de cerdos como de seres humanos. En cambio Dilma dijo en 2012, durante una visita a Beijing, que a Brasil le preocupa la volatilidad de la demanda de mineral de hierro. Si el crecimiento chino baja es porque desciende la tasa de aumento de Producto Bruto industrial. Si la industria crece con menor ímpetu, el uso de acero será menor. Un círculo vicioso que afecta a los chinos y cae en cascada sobre Brasil y encima de la Argentina.

“El superciclo de los commodities se terminó”, acaba de declarar Murilo Ferreira. Razones hay de sobra, a uno y otro lado. La cuestión es que cuando se trata de la relación privilegiada entre dos países, cuando ambos se eligieron, la razón no alcanza si la meta es resolver el conflicto.

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