EL PAíS
› TORTURAS Y DESAPARICIONES SEGUN HARGUINDEGUY
Pecados y delitos
El ex ministro del Interior Albano Harguindeguy admitió que las Fuerzas Armadas secuestraron, torturaron y asesinaron a los detenidos. Dijo que ese método fue aprendido de la experiencia francesa en Argelia e Indochina y que constituyó una violación a los derechos humanos y un error, que determinó la derrota política de la dictadura. Como los guerrilleros estaban en todas partes, todos eran sospechosos y eso derivó en errores y abusos. La técnica de la picana eléctrica y la infiltración.
› Por Horacio Verbitsky
Para el ex ministro del Interior de la dictadura militar, general de división (R) Albano Eduardo Harguindeguy, el método de la tortura y la desaparición forzosa de personas que los militares argentinos aprendieron de sus colegas franceses constituyó “una violación de los derechos humanos reconocidos por las Naciones Unidas” y “un error político”. Su consecuencia fue que “ganamos la guerra pero perdimos la paz”. Como los guerrilleros estaban en cualquier parte de la sociedad “todos eran sospechosos” y eso llevó a cometer errores y abusos. Las impactantes declaraciones de Harguindeguy fueron formuladas a la periodista francesa Marie Monique Robin, cuyo documental “Escuadrones de la Muerte. La Escuela Francesa” se emitió ayer por el Canal Plus de París y en canales de una docena de países. Robin entregó a este diario un video con la entrevista completa a Harguindeguy, quien fue el ministro político durante cinco de los siete años de la dictadura. Antes, como jefe de Policía designado en 1975 por la presidenta María Estela Martínez de Perón, preparó el abordaje castrense sobre el Estado Nacional. Por ironía del destino hoy vive en un suntuoso chalet en la calle Eva Perón 1331, del castrense barrio de Los Polvorines, donde se esconde de los escraches y extraña los libros que debió dejar en su departamento en Recoleta.
Los derechos humanos
En su autoindulgente versión de los hechos, Harguindeguy fue quien llamó la atención sobre el problema de los desaparecidos casi quince años antes que el teniente general Martín Balza. En el informe final sobre sus cinco años como ministro del Interior, en marzo de 1981, “se habla de los errores cometidos, de los desaparecidos, de los muertos de un lado y de otro. Nadie me lo reconoció”. Hoy califica las desapariciones como “una realidad y un error”, que atribuye a la diferencia entre las guerras coloniales francesas y la represión dentro del propio territorio. La enseñanza de la misión militar francesa que luego del derrocamiento de Juan D. Perón transmitió a los militares argentinos la experiencia adquirida en Indochina y Argelia “nos sirvió para librar una guerra. Ganamos la guerra pero perdimos la paz”. Según Harguindeguy los instructores franceses “nos enseñaron la división del territorio nacional en zonas de operaciones, los métodos de interrogación, el tratamiento de prisioneros de guerra, la subordinación policial al Ejército”. Es decir, “lo bueno y lo que se puede considerar un error, una violación del respeto por los derechos humanos consagrados por las Naciones Unidas”. La división del país en zonas, áreas y subáreas, hizo “más difícil controlar por los niveles superiores la actividad de lucha contra la subversión”. Al dispersar las fuerzas y las responsabilidades “cada uno se considera dueño del feudo, este pedazo es mío”. En su opinión “la lucha en las ciudades es terriblemente difícil. Porque usted va caminando por la calle Florida y se cruza con alguien que le roza el saco. Es un guerrillero y usted no lo sabe. Por eso todo el mundo es sospechoso. Muchos son detenidos por las fuerzas legales y hasta que comprueben [su situación] sufren los efectos del desarrollo de la operación militar. Eso puede llevar a abusos”. Para Harguindeguy “lo más terrible es cómo se mimetiza la subversión en la población, lo cual hace muy difícil decir aquél es el enemigo, aquel es propia tropa. Esa era otra diferencia con Argelia o Indochina, donde la diferenciación era incluso racial”.
En esa batalla que denomina secreta, “es muy fácil que algunos miembros de las propias fuerza cometan actos que no hacían al desarrollo de la lucha contra la subversión. Los servicios de inteligencia del mundo, las policías de investigaciones del mundo viven caminando por el borde de la cornisa. Paso en falso que dan, se caen. Hay que tener mucha formación moral y profesional para seguir caminando sin caerse, sin cometer actos aberrantes”. Sin embargo, Harguindeguy dice no estar arrepentido de nada:”Hicimos lo que correspondía, en cumplimiento del deber militar. Empezamos bajo un gobierno constitucional y seguimos en un gobierno de facto. Las Fuerzas Armadas deben decirle al pueblo argentino: nosotros los libramos de ser un país marxista. Tengo que reconocer que cometimos errores. Si no cometiéramos errores seríamos dioses. Qué aburrido sería un país gobernado por los dioses, sin pecado, sin delito”.
Guerras coloniales
En la denominada Batalla de Argel los paracaidistas franceses hicieron desaparecer a 3024 personas, según la minuciosa estadística presentada junto con su renuncia por el jefe de la policía de la antigua colonia africana, Paul Teitgen. En la guerra sucia militar contra la sociedad argentina, el número de desaparecidos osciló entre los 10.000 compilados por la CONADEP y los 30.000 denunciados por los organismos de derechos humanos. Según Harguindeguy, mientras los franceses “libraron dos guerras coloniales nosotros no enfrentamos a extranjeros, éramos todos nacionales. Eso es muy serio. Más de una vez un prisionero era hijo, sobrino, nieto o pariente de un coronel, de un general o de un capitán” que pedían por su libertad. “Eso no le pasaría a Francia, porque [los presos] eran todos argelinos. Aunque siempre hay algún traidor”, dijo. Además, los desaparecidos en Argelia “eran desaparecidos en el territorio de otra Nación, que se liberó luego de haber sido un apéndice de Francia”. En cambio en la Argentina, “cada desaparecido tenía padres, hermanos, tíos, abuelos, que actuaron políticamente con un gran resentimiento, natural. Mientras los que murieron en lucha o en combate o que se supo y fueron identificados, no ocasionaron reclamo de ninguna naturaleza. El problema, dice el informe mío, son los desaparecidos”. De este modo, Harguindeguy retoma un rancio debate entre facciones internas de la dictadura. Ninguna repudió los métodos que todas practicaron con criminal entusiasmo, pero algunos tuvieron mayor previsión sobre las consecuencias.
Picana y desaparecidos
Harguindeguy dijo que los franceses no enseñaron el uso de la picana eléctrica para el interrogatorio a los detenidos porque en la Argentina ya era conocido por la Policía Federal. Pero agregó que los asesores franceses sí fundamentaron la conveniencia de su empleo y que los militares argentinos adoptaron esos métodos “a medida que se hacía la lucha”. El método del interrogatorio de los detenidos bajo torturas para obtener información operativa, “se hizo carne en el Ejército argentino, complementado con lo que se pudo estudiar en la Escuela de las Américas en Panamá, donde muchos oficiales fueron incorporados como profesores y volvieron con un gran bagaje teórico. Los americanos no habían tenido esa lucha, que después la tuvieron y sacaron su propia experiencia. Y también debe tener mucha conexión con eso el Ejército francés”, dijo Harguindeguy. “No sé si los oficiales que estuvieron en la Escuela de las Américas, que tienen mi edad, que estamos más allá del bien y del mal, podrán decir si recibieron enseñanza específica sobre tortura, pero sobre la forma de interrogar seguro que sí.”
En Argelia una vez que los torturados entregaban la información que poseían eran hechos desaparecer. Harguindeguy consideró la adopción de esa misma política en la Argentina como “un grave error”, que explicó como una consecuencia de la amnistía de 1973. “El sistema jurídico había sido totalmente alterado. A partir de 1966 se agravaron todas las penas de los delitos conexos con la subversión, se creó una Cámara Federal Penal y se dio todo un cuerpo jurídico capaz de permitir el combate contra la subversión. Al asumir el gobierno, en 1973, Cámpora abrió las puertas de todas las cárceles, liberó a los presos y derogó aquella legislación. A partir de esa derogación, se tomaba preso a un subversivo y salía por la otra puerta. Con la perspectiva que dan los años creo que uno de los graves errores que cometimos fue no haber reimplantado todas esas leyes alasumir el gobierno en nombre del Proceso de Reorganización Nacional. Carecimos de una legislación penal que nos permitiera combatir a la subversión”, a diferencia de la que “tuvieron Alemania e Italia para combatir a las Brigadas Rojas. Nos hubiera dado mucha más flexibilidad para conducir las operaciones militares, sometiendo a proceso a todos los delincuentes que se tomaban”. No se conoce nada menos flexible que la muerte, claro.
Una diferencia que señaló Harguindeguy con las guerras coloniales francesas es que mientras en Argelia actuaron comandos especiales de paracaidistas, escuadrones de la muerte, en la Argentina participaron todas las Fuerzas Armadas. “Cada área de responsabilidad, cada zona, cada subzona, tenía la gente con la cual accionaba entrando a las casas, allanando, deteniendo y de ahí [los secuestrados] pasaban a centros de detención donde se hacían los interrogatorios. El interrogatorio hay que hacerlo en el lugar de los hechos, en caliente. Porque si usted toma un prisionero, lo deja reflexionar y lo deja pensar varias horas, cuando llega el momento del interrogatorio ya se ha formado una coraza interior. Mientras si usted lo interroga en el momento del hecho, y sobre todo si está herido, inmediatamente habla”. No hablaba sólo de teoría.
Harguindeguy contó un episodio que protagonizó en 1974 luego del ataque guerrillero a la guarnición militar de Azul.
“Yo había dejado el comando de la brigada blindada de Tandil. Había vuelto al lugar sólo porque mi familia aún estaba allí y festejaba el aniversario de bodas. Cuando volvía de comer con mi mujer y mis cinco hijos, el segundo comandante de la Brigada viene a mi casa. Me avisa que habían tomado la guarnición militar de Azul y que no encontraban al nuevo Comandante de la Brigada. Marché a Azul a tratar de recuperar el cuartel, la gente estaba peleando, nos habían tomado rehenes, hubo muertos de la subversión y algún herido. Se lo interrogó en la herrería del regimiento y la información que se consiguió en el campo de combate se pasó inmediatamente y sirvió para dar varios golpes a las organizaciones subversivas”. Como una picardía narró el equívoco que le sirvió para no dar explicaciones judiciales sobre el episodio. “Como se hablaba del interrogatorio que hizo un coronel, el juez pregunta qué coronel había allí. Le contestan que no había ningún coronel. Lo que pasaba es que yo acababa de ascender a general. Había vuelto de civil a Tandil, donde no había dejado ningún uniforme de general. Cuando me dijeron lo que pasaba agarré una chaquetilla y un pantalón a mano. Eso me salvó de tener que rendir cuentas”, dijo.
Pese a la influencia francesa en la formación de los militares argentinos, Harguindeguy sostiene que el gobierno de entonces, presidido por Valery Giscard D’Estaing apoyaba a la dictadura militar, y narra que su colega francés Michel Poniatowski “vino con cartas credenciales en nombre del Ejército francés para establecer relaciones coordinadas, intercambio de información”. Pero según Harguindeguy en los niveles inferiores “el gobierno francés no tomaba medidas internas contra los elementos subversivos. Contra los derechos humanos y contra la opinión pública ha sido muy difícil. El mundo está lleno de hombres proclives a tener una idea progresista, un centro izquierda, socialista”, dice. La capacidad de predicción no se destaca en el reportaje, grabado una semana antes de la asunción presidencial de Néstor Kirchner. Según Harguindeguy, “vivimos un momento político muy especial. Yo pensaba en un giro a la izquierda y alguien me dijo: ¿cuándo viste un izquierdista que tomando el poder no se convierte en liberal?”. Satisfecho con el hallazgo, Harguindeguy lo repite, atragantado de risa: “¿Cuándo viste un izquierdista que tomando el poder no se convierte en liberal? El único caso es Castro”.
Subnotas