Sábado, 28 de junio de 2014 | Hoy
EL PAíS › EL JUEZ GRIESA NO ACEPTO EL PAGO REALIZADO POR ARGENTINA PERO TAMPOCO EL EMBARGO QUE PIDIERON LOS FONDOS BUITRE
Un enviado de Página/12 participó ayer de la audiencia. Griesa se quejó de que por este caso le cortaron las vacaciones. “El pago es ilegal y no va a ser realizado”, dijo sobre el depósito en el Bank of New York e instó a seguir negociando con el mediador Pollack.
Desde Nueva York
“Stand up”, anunció el secretario del juzgado de Thomas Griesa y la sala llena de abogados, tenedores de bonos y periodistas se puso de pie para ver entrar al juez estadounidense que tiene en sus manos una de las causas judiciales más importantes de la historia argentina. Encorvado, Griesa ingresó a la sala con la cabeza inclinada hacia el piso, cubierto hasta el cuello con una larga túnica negra y con el andar dificultoso, aun para un hombre de 84 años. “El pago es ilegal y no va a ser realizado”, sentenció Griesa una vez ubicado en el estrado desde donde asomaba apenas su cabeza. El representante argentino, Carmine Boccuzzi, fue varias veces interrumpido por el juez mientras buscaba fundamentar la decisión del Estado nacional de realizar el pago de los 832 millones de dólares a los bonistas que aceptaron la reestructuración de la deuda. En cambio, los fondos buitre, representados por Robert Cohen, aseguraron que el pago antes del vencimiento del 30 de junio constituyó un “desacato” y una “violación directa” de la orden judicial, por lo que solicitaron un pedido de información de los bienes argentinos en el exterior (discovery) para ser embargados. Griesa finalmente no aceptó ese pedido ni ordenó el embargo de los fondos. En cambio, le sugirió al abogado del Banco de Nueva York que devuelva el dinero depositado en su cuenta del Banco Central argentino y ordenó a las partes avanzar en las negociaciones bajo la tutela del “Special Master”, Daniel Pollack.
El piso 26º del edificio de los tribunales federales comenzó a poblarse lentamente a partir de las 7 de la mañana. Aquellos que querían presenciar la audiencia pública formaban fila apostados sobre las grandes paredes de mármol blanco en el hall anexo a la sala de audiencias. Pasadas las 10, el secretario del juzgado cambió su camisa turquesa floreada de estilo hawaiano por un traje formal y salió al pasillo para hacer ingresar a los periodistas “de la casa”, luego a los visitantes y por último el resto de los presentes. Ya que las seis filas de asientos de un lado y del otro no fueron suficientes, parte de los participantes se sentaron en el lugar destinado para el jurado, que dado el caso estaba vacío.
Como en una mezcla de películas de Wall Street y de juicios por jurados, de frente al magistrado se sentaron los abogados de los fondos buitre, los de los distintos bancos y los de la Argentina. Casi todos de mediana edad, traje oscuro y anteojos para leer.
“Argentina hizo lo que dijo que iba a hacer. Pagó a los bonistas reestructurados sin pagar a NML”, se quejó Cohen, el primero en acercarse al atril para hablarle a Griesa. Los fondos buitre fueron los que solicitaron la audiencia, tras conocerse la transferencia de 539 millones a la cuenta en Argentina del Bank of New York (BoNY). El abogado calificó varias veces esas medida como una “violación” de la decisión judicial, que ordenaba pagarles a los holdouts al tiempo que a los bonistas reestructurados. Dijo que Argentina actuó “desafiante” y “con desprecio”. “Simplemente ignoraron la orden del tribunal pensando que podían salirse con la suya”, remató Cohen. Griesa no se pronunció sobre el pedido de discovery y expresó, mitad en serio, mitad en broma, su fastidio por haber sido obligado a suspender sus vacaciones para atender este caso.
Luego fue el turno de Edward Friedman, del fondo Blue Note, el único abogado lookeado con un traje blanco a rayas celestes un par de talles más grandes y el pelo engominado y peinado hacia atrás. Su exposición fue también interrumpida por Griesa pero para darle la palabra al abogado del Banco de Nueva York, Eric Schaffer, y pedirle precisiones sobre la operación financiera realizada por el gobierno argentino luego de conocerse el rechazo del stay (suspensión) de la medida judicial.
–¿Hubo alguna instrucción del gobierno argentino sobre el destino de los fondos (depositados en el BoNY)? –le preguntó Griesa.
–No, no recibimos ninguna orden. El pago fue el normal y regular –respondió Sheffer.
–¿Y qué más pasó con el dinero? –prosiguió Griesa.
–Los fondos permanecen en la cuenta de nuestro banco en el Banco Central de Argentina. No pasó nada más –aseguró el abogado, que aprovechó para preguntarle al juez qué deberían hacer con ese monto, teniendo en cuenta que no quieren quedar sometidos a una posible demanda por incumplimiento de sus obligaciones como agentes de pago.
–Su banco no hizo nada malo –lo tranquilizó el juez y le dio una recomendación–. Creo que debería devolver el dinero a la Argentina.
Griesa no se guardó las críticas al gobierno argentino por la forma en que solicitó los dos stay y le indicó que avance en las negociaciones a través del mediador Pollack y sin poner obstáculos. “Las negociaciones son importantes”, sostuvo y agregó que esperaba su reanudación “esta misma tarde”. Al terminar la audiencia, Pollack confirmó que horas después habría un segundo encuentro entre las partes.
A su turno, Boccuzzi explicó que la Argentina realizó el depósito para ratificar su voluntad de pago y cumplir con las obligaciones que le manda la ley argentina. Dijo además que no podía mantener el statu quo mientras se realizaban las negociaciones, como le planteó el juez en la audiencia, porque eso implicaría incumplir sus compromisos. “Argentina espera poder entablar las conversaciones para resolver esta disputa”, sostuvo Boccuzzi.
Un representante de tenedores de bonos europeos le planteó a Griesa si tenía jurisdicción sobre el dinero transferido a la cuenta del Banco de Nueva York en Argentina, ya que ellos recibían los fondos sin que pasaran por los Estados Unidos. Sin medias tintas, Griesa desestimó el planteo y ratificó su jurisdicción en el caso.
Las paredes recubiertas de una madera oscura, el tapiz de un colorado opaco y la bandera norteamericana con un águila de metal en la punta de su mástil daban un aire denso al lugar, que a diferencia de muchos juzgados argentinos no tenía imágenes religiosas. Desde las ventanas del piso 26 podían verse los enormes edificios de Nueva York, cuna del capitalismo financiero internacional.
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