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¿De qué se habla en la Casa Rosada? O mejor dicho: ¿de qué se habla en Gobierno cuando no se habla del corralito, el FMI, la devaluación y otros temas centrales de la política nacional? En la última semana, Página/12 participó de varios diálogos entre ministros, secretarios y subsecretarios de Estado. Desde los escraches desconocidos a Antonio Cafiero hasta las reuniones de Luis Barrionuevo con militares, pasando por la compra y venta de autos e inmuebles de empresarios, como Juan Navarro, y periodistas, como Daniel Hadad, como las consultas al ex ministro Carlos Corach, todo es materia de conversación entre los funcionarios oficiales.

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La inquietud por los escraches a la dirigencia política generó varios encuentros entre dirigentes del PJ y del radicalismo. Son muchas las embestidas que se produjeron. Y bastantes las que no se conocieron. Hubo una, por ejemplo, que tuvo de protagonista a Antonio Cafiero. Fue hace una semana en el supermercado El Golf de Pinamar, adonde llegó con un 406 polarizado. Ante un comentario sobre el aumento de precio de las latas de tomate, que hizo su compañera de compras, una chica que estaba en el lugar decidió encarar al senador justicialista.
–¿Por qué no se lo dice a Duhalde?
–¿Y por qué no se lo decís vos, mocosa? –la reprendió.
–Dígaselo usted porque yo no lo veo y la culpa es de ustedes, los políticos –se envalentonó.
–Yo gané la plata trabajando. ¿Por qué me hacen esto a mí? –se retiró disgustado Cafiero, quien ya había protagonizado otra discusión de similar tono en Recoleta.

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Si Cafiero se había corrido a la costa balnearia para escapar –sin suerte– de los improperios de la gente, Juan Navarro, presidente del grupo Exxel, también buscó mejores horizontes, aunque para sus negocios. La decisión de desembarcar en tierras brasileñas –aseguran en Gobierno– lo obligan a desembarazarse de algunas de sus joyas: el BMW X5, modelo 2000 turbodiesel. Por esa 4x4 pide 100 mil pesos. La había comprado a 90 mil dólares. En fin, una mancha más al tigre...

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La desaparición de Hugo Moyano de los primeros planos no preocupaba tanto –por no decir nada– al Gobierno como a los medios. Sin embargo, pocos consignaron el escrache que el sindicalista sufrió en su casa de Constitución. Eso y la descripción de un supuesto bajón (un estado que asegura no tener) no lo amedrentaron. Y decidió preparar una movilización para los próximos días. Pero su relación con Eduardo Duhalde es demasiado estrecha –además de participar en la Mesa de Diálogo– como para imaginar enfrentamientos similares a la de los años de Fernando de la Rúa y del propio Carlos Menem. Hay muestras en ese sentido: dos gremios que revisten en las filas de la CGT rebelde, el de trabajadores rurales y el de peones de taxis, fueron protagonistas privilegiados de la Plaza del Sí del viernes.

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Si Moyano no preocupa en la Casa Rosada, con Luis Barrionuevo sucede todo lo contrario. El gastronómico participó en una de las rondas que oficiales de las tres fuerzas vienen realizando con sectores sindicales.
Ya hubo charlas en la Unión de Trabajadores de Carga y Descarga, del barrionuevista Luis Horacio Campos. También participaron de las conversaciones dirigentes del Movimiento Obrero con Propuesta, donde se nuclea el menemismo sindical. Este “reunionismo” militar inquieta tanto al Gobierno que el propio secretario privado de Duhalde, José Pampuro, cenó el jueves con el titular del Ejército, Ricardo Brinzoni, y su secretario general, Daniel Reimundes. Entre Barrionuevo y Duhalde hay una relación oscilante. Y en este momento no pasa por el mejor momento. El Presidente le pegó al sindicalista donde más le duele: el PAMI. Allí, el interventorJosé Manuel Corchuelo Blasco cortó los vínculos que Ricardo Romano –a quien muchos señalan como el testaferro de “Luisito”– mantenía con la obra social de los jubilados. No fue el primer golpe. El sindicalista de la CGT quería que el interventor del PAMI fuera Reynaldo Hermoso, del sector químico, un barrionuevista todoterreno. Está a la vista: no lo logró.

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Al Gobierno le preocupan tanto los escraches como algunas críticas del periodismo. Señalan con ahínco a Daniel Hadad, conductor del exitoso “Después de hora”. “Nos mata, es despiadado”, dicen en la Casa Rosada. Y enseguida pasan un aviso, con olor a revancha: que el conductor se compró un piso en Libertador 4444, en el mismo edificio donde vive el ex cuñado de Carlos Menem, Emir Yoma. Y más: que por el nuevo hogar gastó mucho más que un millón de dólares (llegaron a decir 4, pero antes de la devaluación) y que de sus arreglos se ocupó el arquitecto Perelmuter, quien ahora se propone hacer el edificio más alto de Buenos Aires en Puerto Madero.

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Cuando se habla de cambios de gabinete –un tema que no deja de mencionarse– aparece entre los funcionarios oficiales una frase recurrente: “Necesitamos un Corach”. Aluden así a la necesidad de contar con un hombre que, como hacía el ex ministro menemista, pudiera explicar lo inexplicable, poner la cara por todo el gobierno. Pero no fue sólo inquietud: Carlos Soria, el titular de la SIDE, discó el celular de Corach para pedirle algunos consejos. No fue el único que se contactó. El vocero presidencial, Eduardo Amadeo, tuvo una comunicación personal: lo visitó para compartir un análisis de la situación del país.