EL PAíS
Para devolverle al balcón de la Rosada su uso más tradicional
El Gobierno busca cómo convertir las óptimas encuestas en fuerza política. Para noviembre estaría todo listo y el escenario de lanzamiento sería la Plaza de Mayo, con Kirchner en el balcón, “como lo hacía Perón”.
Por Fernando Cibeira
Néstor Kirchner y su entorno tienen una preocupación: encontrar la manera de transformar los altos índices de aceptación que muestra la gente hacia el Presidente y su gestión en fuerza política contante y sonante. Al respecto, hay dos o tres opiniones que están todavía en debate y la decisión definitiva se tomará recién una vez que finalicen las elecciones que restan para este año. Para entonces estará definido el nuevo mapa político del país y se sabrá el verdadero potencial de la fuerza transversal con la que sueña el Presidente o las posibilidades de un más ortodoxo relanzamiento del kirchnerismo por dentro de las estructuras del PJ. Lo que está casi resuelto es que el puntapié inicial lo daría el propio Kirchner desde el histórico balcón de la Casa Rosada en una fecha emblemática, posiblemente el 17 de noviembre, Día del Militante. “Desde los tiempos de Perón que el PJ no convoca a la Plaza de Mayo por una causa popular”, se entusiasmaba uno de los principales laderos del Presidente, imaginando la movida.
Kirchner y Eduardo Duhalde mantienen una muy buena relación. El líder espiritual del PJ bonaerense ha salido a respaldar al Presidente siempre que lo consideró necesario, aun cuando admitía que no estaba de acuerdo con la postura que en ese momento tomaba la Rosada. Sucedió durante el pedido de extradición a represores o en la disputa del Presidente con su vice Daniel Scioli. Kirchner está agradecido por la actitud de Duhalde pero, en su entorno, esa dependencia presidencial con el aparato del PJ de la provincia –algo que ya se nota en el funcionamiento del Congreso– no los deja tranquilos.
Buena parte de las últimas reuniones políticas en Olivos se dedicaron a pensar la mejor manera de construir una fuerza propia del Presidente, acorde con los formidables niveles de popularidad que todavía muestra en las encuestas. La convicción que existe dentro de este círculo íntimo es que si no se aprovecha esta circunstancia favorable, dentro de un tiempo puede que todo les cueste el doble. En ese sentido, y luego de la fuerte apuesta que significó el triunfo de Aníbal Ibarra en la ciudad de Buenos Aires, la iniciativa de una fuerza transversal que supere las oxidadas estructuras del justicialismo se mantiene vigente.
Con esa idea en mente, casi no hay elección que resulte indiferente al Gobierno. Por ejemplo, la semana pasada se festejó el triunfo del gobernador José Luis Lizurume en la interna radical de Chubut contra el senador Carlos Maestro. De provincias vecinas, Kirchner mantiene buena relación con Lizurume pero se lleva muy mal con Maestro, a quien incluyen en el sector “malo” –no transversal– del radicalismo. Como jefe del bloque de senadores de la UCR, Maestro ha venido poniendo trabas al juicio político al juez de la Corte, Eduardo Moliné O’Connor.
Otra gran parada se jugará el domingo próximo en Misiones. Al igual que hizo con Ibarra, el Presidente no evitó ponerle el cuerpo a la campaña del gobernador Carlos Rovira, quien compite por afuera del justicialismo. Duhalde –y también el menemismo– está jugado con el senador Ramón Puerta, a quien Kirchner detesta. “Ahí le vamos a dar una paliza al PJ bonaerense”, aseguraba un kirchnerista puro que la semana pasada estuvo junto al Presidente en la Rosada.
Afuera o adentro
Terminadas las elecciones en el interior, luego le quedará al Gobierno el conteo de porotos para saber con cuánta tropa propia cuenta. Una de las discusiones abiertas es cómo lanzar la fuerza transversal en forma orgánica, si como línea interna del justicialismo o como un movimiento por afuera. “Lo que tiene que quedar claro es que buscamos la transversalidad desde el PJ y no como amenaza a ir por afuera”, sostenía el dirigentecercano al Presidente. Es decir, la fuerza transversal sumaría desde afuera sin que eso signifique sacar los pies del plato.
Otra de las alternativas en estudio pasa por el relanzamiento de La Corriente, la fuerza interna del PJ que acompañó al Presidente en los albores de la campaña. Formada en buena medida por desgajamientos de lo que fuera el Frente Grande, La Corriente tiene presencia en todos los distritos del país y en los últimos tiempos habría ganado en adherentes gracias a la buena imagen de Kirchner y a la caída de otras fuerzas de centroizquierda.
A propósito del PJ, cerca del Presidente insisten en que por ahora encabezarlo no está en sus planes. La semana que pasó, Duhalde y Kirchner protagonizaron un atípico rechazo cruzado: ante la propuesta de convertirse en los próximos presidentes del Partido Justicialista, ambos dijeron que no. “Kirchner quiere dedicar todo su tiempo a gobernar”, responden cerca del santacruceño.
Por ahora, el Presidente no quiere variantes dentro de la estructura partidaria. Le parece correcto que continúe al frente la CAP –que comanda un hombre de su confianza, el jujeño Eduardo Fellner– y que no se convoque a un congreso para elegir las nuevas autoridades. Este año están previstas demasiadas elecciones como para agregar otras innecesarias.
Sea que la partera diga línea interna o movimiento transversal, los integrantes de su entorno quieren convencer al Presidente de que su nueva apuesta política sea “bien pública”. Y lo más público que se les ocurre es un acto en la Plaza de Mayo, el sitio donde hace 58 años nació el peronismo. La tentación es hacerlo en una fecha emblemática: el 17 de octubre está demasiado cerca, así que una de las alternativas que se barajan es realizarlo el 17 de noviembre, día que se recuerda la vuelta de Perón tras su largo exilio. “Para nosotros sería emocionante que Néstor convoque a la Plaza ese día”, imaginaba uno de sus amigos.