EL PAíS › EL FISCAL DEL CASO AMIA, ALBERTO NISMAN, DENUNCIó POR ENCUBRIMIENTO A LA PRESIDENTA, AL CANCILLER Y A OTROS DIRIGENTES
El fiscal asegura que se ideó una pista falsa. Pero ésta nunca se presentó. Que se buscaba intercambio de petróleo. Pero no hubo.
› Por Raúl Kollmann
El fiscal especial del caso AMIA, Alberto Nisman, se presentó ayer ante el juez federal Ariel Lijo y acusó a la Presidenta, al canciller y a otros políticos locales por el delito de encubrimiento del atentado. En concreto, el fiscal sostiene que se hizo un pacto con Irán para asegurarles impunidad a los funcionarios sospechados en la causa. Dos hechos precedieron a la decisión del fiscal: el cambio de mando en la Secretaría de Inteligencia y el avance de una campaña mediática para mostrar al Gobierno en una posición de tibieza ante los ataques terroristas en Francia. Todo esto, en el marco de la ofensiva del Poder Judicial sobre el oficialismo.
A pesar de las acusaciones del fiscal, el expediente de la AMIA siempre estuvo en manos del propio Nisman y del juez Rodolfo Canicoba Corral, que nunca levantaron ni aliviaron los cargos contra los hombres de Teherán. El fiscal asegura que ya hace cuatro años, en 2011, se ideó una pista falsa para echarles la culpa a “fachos locales” y quitarles la responsabilidad a los iraníes. Que se sepa, esa hipótesis nunca se presentó y en todo caso iba a recalar en el propio fiscal. Nisman asegura que el pacto buscaba un intercambio de petróleo iraní por granos argentinos: el país no importó nunca una gota de petróleo de Irán. El fiscal sostiene que se acordó que después de la firma del Memorándum se levantarían los alertas rojos de captura contra los iraníes, pero que ese levantamiento no se concretó gracias a Interpol. Sin embargo, no son pocos los que recuerdan la carta del canciller Héctor Timerman al titular de Interpol, dos semanas después de la firma del Memorándum, en el que dice “la firma no produce cambio alguno en el status de los requerimientos de captura arriba mencionados”. El fiscal Nisman llega al punto de afirmar que “sostener que la causa está estancada o decir que no se permitirá que el caso AMIA se transforme en una pieza de ajedrez de la geopolítica mundial” fue parte de la maniobra de encubrimiento. Y lo cierto es que la frase “la causa está estancada” la repiten los familiares de las víctimas todos los días.
El texto de Nisman asegura que el pacto de encubrimiento se gestó dos años antes de la firma del Memorándum, es decir en 2011. Significa que en cuatro años no denunció nada. Incluso desde la firma del Memorándum pasaron ya dos años y tampoco en esos 24 meses encontró motivos para alertar sobre el supuesto encubrimiento que se estaba desarrollando.
Ayer, el fiscal no entregó el texto de su denuncia de 300 páginas, sino un resumen hecho por él mismo. Su argumento es que no puede exhibir la totalidad de la acusación porque hay miembros de la SI involucrados. Todo arranca, entonces, con una interna de inteligencia ya conocida y que llevó al descabezamiento de la ex SIDE.
Todos los familiares de las víctimas saben –y sabían– que Nisman era la cara en el expediente AMIA del hombre fuerte de la Secretaría de Inteligencia (SI), Jaime Stiuso. En numerosas oportunidades, familiares de Memoria Activa denunciaron que no hacía nada, que no investigaba y que sólo se dedicaba a viajar y enriquecerse. Nisman respondió siempre a Stiuso y al ala de la SI que reportaba a la Embajada de Estados Unidos y a la geopolítica de Washington. Eso quedó expuesto en sus visitas a la embajada reflejadas en los Wikileaks: por ejemplo, presentaba a los funcionarios de la embajada textos de órdenes de captura para que se los aprobaran y en algún caso tuvo redactarlas otra vez. Además, en la representación diplomática le decían que deje de lado la pista siria y la conexión local, porque eso debilitaba el objetivo internacional, la acusación contra Irán.
El descabezamiento de la SI –tal como lo señaló este diario cuando ocurrió, a mediados de diciembre– produjo el desplazamiento de Stiuso y de los que en la SI respondían más a Washington que a la Casa Rosada. Nisman se quedó sin su respaldo privilegiado y el sostén de una investigación que nunca exhibió pruebas sólidas y que iba a estar en el candelero.
El principal argumento exhibido por Nisman ayer es que la Presidenta dio orden de armar una pista falsa. Quien supuestamente habría aportado a esa pista sería el ex juez y ex fiscal Héctor Yrimia, porque habiendo trabajado en el caso AMIA, conocía el expediente. La pista –según cuenta Nisman– consistía en acusar por el atentado a “fachos locales” y de esa manera bajarles la imputación a los iraníes. Eso se habría empezado a trabajar en 2011, es decir hace cuatro años.
Sin embargo, esa pista, si existió o se empezó a elaborar, en cuatro años nunca se presentó. Nadie habló nunca de semejante hipótesis. Por otra parte, cualquier pista debía pasar por las manos de Nisman y después por el juez Canicoba Corral. Nunca ocurrió. No existe ninguna evidencia de que semejante “hipótesis” no presentada haya sido puesta en marcha por la Presidenta.
El fiscal sostiene que se acordó con Irán que con la firma del Memorándum se levantarían las órdenes de captura con alertas rojos de Interpol contra los funcionarios iraníes. La carta que el canciller Timerman envió, dos semanas después de la firma del Memorándum, al titular de Interpol es nítida: el ministro le dice a Ronald Noble que cualquier cambio en las órdenes de captura sólo puede provenir del juez de la causa, Rodolfo Canicoba Corral, y sobre el final de la carta remarca “la firma del Memorándum no produce cambio alguno en el status de requerimiento de captura internacional arriba mencionados”. O sea que sólo el juez puede pedir el levantamiento de los alertas rojos y que la firma no cambia para nada esos alertas rojos. El Memorándum se firmó el 27 de enero y la carta de Timerman es del 15 de febrero, cuando le notifica a Interpol de la firma del texto. En su denuncia, en cambio, Nisman afirma que Timerman se comprometió a levantar los alertas rojos, cuando la carta demuestra lo contrario.
El fiscal asegura que se firmó el pacto de impunidad con Teherán porque era el camino para el gran objetivo: intercambiar petróleo iraní por granos argentinos. Ello no ocurrió nunca. En todos estos años, el país no le compró una gota de petróleo a Irán. Es más, Argentina sólo compró petróleo una vez, el año pasado, y fue a una trader que se adjudicó una licitación de YPF. El origen del petróleo fue Nigeria.
Argentina sí compra fueloil a Venezuela, único país con el que tiene un acuerdo de intercambio. Y GNL, combustible liviano, comprado en licitaciones a traders. El origen –existe obligación de declarar– nunca fue Irán.
Según la denuncia de Nisman, los grandes protagonistas de estos posibles intercambios y el sembrado de pistas falsas y el pacto de impunidad son Luis D’Elía, un conocido defensor de Irán; Jorge Alejandro Yussuf Khalil, un dirigente de la comunidad islámica cercano a Teherán, y el dirigente de Quebracho, Fernando Esteche, que estuvo buena parte del tiempo preso por causas vinculadas con manifestaciones, destrozos, agresiones.
Nisman transcribe intervenciones telefónicas donde D’Elía dice hablar en nombre del Gobierno, dice estar incluso en la Casa Rosada y que hay mucho interés en intercambiar granos por petróleo, “por la crisis energética”. Nisman admite que D’Elía no es funcionario, pero da por probado que habla en nombre de la Presidenta. No existe una sola evidencia de que el líder de Miles hay tenido diálogos, ni siquiera vía el otro acusado por Nisman, el diputado Andrés Larroque, con la mandataria. Dice “hablé con Julio” y Nisman supone que es De Vido, y da por hecho que las órdenes provenían de CFK. En cualquier caso, nada se hizo, no hubo intercambio de granos por petróleo.
Lo que parece poco creíble es que para una negociación secreta, como la que define Nisman, o gestiones diplomáticas paralelas, como también las define, se use a protagonistas nada secretos. D’Elía, en su programa de radio, hablo más de una vez con Moshen Rabbani, acusado por el atentado. Es pública la prédica del dirigente de Miles respecto de Irán y viajó a Teherán en visitas que se conocieron en la prensa. Lo mismo va para el otro negociador secreto, Khalil. Es más que conocido por su defensa de Irán, es la figura pública de los que en la Argentina sintonizan con Teherán. ¿Una negociación supuestamente tan delicada en manos de dirigentes de tan poca importancia y que además no tienen nada de secreto?
El centro del escrito de Nisman es que el Memorándum firmado con Irán “es el medio elegido para instrumentar el plan criminal”. Se trata de una afirmación política, no judicial. Más todavía teniendo en cuenta que el Memorándum se convirtió en una ley votada por las Cámaras de Diputados y Senadores. Con justa razón, el secretario de la Presidencia, Aníbal Fernández, sostuvo que con esa lógica habría que imputar a los diputados y senadores.
El texto arremete con muchos conceptos políticos. Por ejemplo, que el Gobierno cambió la óptica sobre la situación geopolítica o el hecho de que decir que “la causa está estancada” es parte de la creación de un clima favorable al “pacto de impunidad”. La opinión sobre la causa es vertida diariamente por todos los familiares que coinciden en que la causa está paralizada desde hace años.
La lógica de la firma del Memorándum se resume en tres puntos:
- La Justicia argentina imputó a funcionarios iraníes, pero éstos estaban en su país de origen. No salían de allá.
- La ley iraní –como la Constitución de Brasil– impide extraditar a ciudadanos iraníes, es decir que no había chances de indagar a los sospechosos.
- Se buscó una salida para que el juez y el fiscal viajaran a Teherán a tomar las indagatorias.
Como siempre se señaló en Página/12, mucho antes del Memorándum, el gran problema de la investigación de Nisman es que se basó esencialmente en informes de inteligencia de Estados Unidos, Israel y la ex SIDE y por lo tanto eran difíciles de probar en una indagatoria. De manera que Nisman no quería que se confrontaran sus evidencias que, entre otras cosas, pondrían sobre el tapete la poca eficiencia de su investigación y trabajo de diez años.
Por ejemplo, el fiscal sostenía que el organizador del ataque fue Salman El Reda, que se decía que era colombiano de origen pero resultó no serlo, y que llamaba por teléfono a una central de Hezbolá en El Líbano. El punto es que quienes adjudicaban ese número de teléfono de Beirut a Hezbolá eran los servicios de inteligencia de Estados Unidos e Israel, de manera que la estructura de la investigación dependía de datos muy difícilmente comprobables aportados por esos servicios. Con la coordinación del ataque pasaba algo similar, supuestamente partió de un hombre de la Triple Frontera que usó un celular a nombre de André Márquez. Ese dato también es imposible de verificar: proviene de informes de inteligencia.
De manera que la movida de ayer de Nisman obedece a una notoria combinación de factores. Removieron a Stiuso, su apoyo, su alter ego, en la SI. Segundo, le sirve patear el tablero en nombre de su alianza con Estados Unidos verificable en Wikileaks. Tercero: iba camino a que se pusiera sobre la mesa una causa en la que –como dicen los familiares– no pudo avanzar o, peor, hizo poco y nada. En tribunales señalaban que esta maniobra podía resolverle algunos problemas a Nisman: si lo echan o se va, se deshace de una causa estancada en la que perdió a su principal aliado, pero sale convertido en la víctima.
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