EL PAíS • SUBNOTA › LAS RELACIONES CON ESTADOS UNIDOS
› Por Raúl Kollmann
A lo largo de los años, el fiscal Alberto Nisman no hizo más que dejar rastros de su alineamiento con Estados Unidos. En la colección de cables de la embajada norteamericana en Buenos Aires, dados a conocer por Wikileaks, hay decenas de informes de visitas de Nisman a la delegación diplomática donde discutía la orientación de la causa, pedía disculpas por no avisar de tal o cual medida que tomó y les enviaba textos que recién después presentaría a la Justicia. Como transcribió este diario el 27 de febrero de 2011, los norteamericanos se mostraron muy enojados: “No hay que orientarse a la pista siria ni a la conexión local. Seguir esas pistas podría debilitar el caso internacional en contra de los acusados iraníes”. Las instrucciones al fiscal se las daban desde la Oficina Legal, nombre de fantasía usado en lugar de FBI. Desde ahí le marcaban la cancha.
Cuando terminó el juicio oral por el caso AMIA, con Carlos Telleldín y los policías bonaerenses declarados inocentes, el mismo tribunal ordenó que se investigara a los que sembraron pistas falsas en la investigación que consideraron “un armado al servicio de políticos inescrupulosos”. Esto derivó después en el procesamiento, confirmado, del ex juez Juan José Galeano, los ex fiscales, el comisario retirado Jorge “El Fino” Palacios, el titular de la SIDE, Hugo Anzorreguy, varios agentes de la misma secretaría y hasta el titular de la DAIA, Rubén Beraja. Pese a que existía orden del tribunal de investigar, la embajada le insistía a Nisman que no fuera para ese lado, ni para la pista siria, ni para la conexión local. “Eso le da argumentos a los iraníes”, escribían en los cables publicados por Wikileaks.
Como relató en este diario el periodista Santiago O’Donnell el 17 de febrero de 2013, hubo 196 cables emitidos por la embajada en los que figuraba la sigla AMIA. O’Donnell transcribe de Wikileaks que en noviembre de 2006 Nisman le adelantó a la embajada que el juez Canicoba Corral procesaría a los sospechosos iraníes. En diciembre 2007, Nisman les presentó un borrador de una orden de captura de dos carillas, pero no les satisfizo a los funcionarios norteamericanos. Dos meses después llevó otro borrador de nueve páginas que sí fue aceptado.
En los cables se deja constancia que Nisman siempre estuvo dispuesto a colaborar, que les anticipaba sus decisiones y que incluso les pidió disculpas varias veces –figura en tres cables– porque en una ocasión no les adelantó una medida que iba a adoptar. Esto ocurrió en mayo de 2008. Los textos dejan en claro que es Nisman el que pide tomar contacto. En noviembre de ese mismo año, le anticipa a la embajada que accionará civilmente contra los iraníes. En mayo de 2009, Nisman llamó a la delegación diplomática para anticiparles que iba a pedir la captura de Samuel Salman El Reda, como una especie de coordinador del atentado.
Mucho antes de eso, en 2005, se produjo un curioso episodio del expediente. Nisman informó que ya tenía el nombre del conductor suicida que se estrelló en la AMIA, Ibrahim Hussein Berro, un joven libanés de 21 años. En uno de sus decenas de viajes a Estados Unidos, Nisman entrevistó a dos hermanos de Berro que vivían en Detroit. Al regreso, el fiscal –asistido por funcionarios norteamericanos– sostuvo que Abbas y Hassan Berro habían declarado que efectivamente Ibrahim fue el suicida. Pero una lectura de la declaración de los hermanos lleva a la conclusión contraria: dijeron que estaban convencidos que Ibrahim murió en el sur del Líbano. Los hermanos repitieron esto en varias radios argentinas, poniendo en duda lo armado por Nisman y funcionarios norteamericanos. Por supuesto que tampoco se encontró ningún rastro en Migraciones o en cualquier otra instancia de que Ibrahim haya estado por este lado del planeta.
En mayo de 2008 se dio el momento de mayor desazón del entonces embajador Earl Anthony Wayne. En un cable emitido a las 23 horas del 22 de mayo, el representante norteamericano se quejó por el pedido de detención de Carlos Menem y los demás funcionarios por desviar la investigación. “Cuando la oficina de Legales (en verdad el FBI) le hizo notar a Nisman que su anuncio podía llevar otra vez a que el gobierno iraní cuestionase la credibilidad o imparcialidad de la investigación, Nisman dijo que no debería, aunque luego concedió que no había considerado las implicancias que el pedido de detención podría tener en la investigación internacional.” Otra cosa que molestaba al embajador: que los medios consideraban a Alberto Kanoore Edul como la punta de la llamada pista siria. Una de las vertientes de la causa del encubrimiento fue que el ciudadano argentino de origen siriolibanés Kanoore Edul le había hecho un llamado a Carlos Telleldín una semana antes del atentado. Telleldín fue quien armó la Trafic, con partes robadas, que estalló en la AMIA. Kanoore Edul nunca pudo explicar esa llamada, por lo que se ordenaron allanamientos en sus domicilios. La medida se demoró a raíz de que el padre de Kanoore Edul, viejo amigo de Carlos Menem, fue a la Casa Rosada a hablar con Munir Menem. Eso retrasó los allanamientos varias horas. Nisman puso en marcha una investigación sobre esos hechos, pero a los norteamericanos no les gustó nada: no querían ni que se acuse a Menem ni a los sirios ni que se buscara la conexión local. Su objetivo eran los iraníes.
En su vínculo con la embajada, Nisman no estaba solo. Su referente en la SI, Jaime Stiuso, representaba a quienes dentro de la secretaría se alineaban con los servicios de inteligencia norteamericanos. Los hombres cercanos a Daniel Scioli sostienen que fueron agentes de Estados Unidos los que filmaron al gobernador en el último viaje a Miami, cuando estuvo con Bill Clinton, y que desde allá le hicieron llegar las imágenes al sector alineado con ellos en la SI. De ese grupo, la filmación pasó a un candidato opositor.
Semejantes maniobras y las operaciones desde la SI, a través de jueces de Comodoro Py, contra el Memorandum también fueron características de los últimos tiempos. Eso puso en marcha la decisión de la Presidenta de hacer un fuerte recambio de toda la cúpula de la SI.
Herido por la pérdida de su referente en la Inteligencia y los fondos que eso significaba, con pocas chances de llevar algo a la embajada, el fiscal pateó ayer el tablero. Tal vez busca convertirse en una víctima y tiene la esperanza de sacarse de encima una causa de cuyos magros avances –como dicen los familiares– es uno de los responsables.
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