Jueves, 29 de enero de 2015 | Hoy
EL PAíS › LAGOMARSINO DIO SU VERSIóN Y ASEGURó QUE NISMAN LE PIDIó EL ARMA PORQUE TEMíA POR SUS HIJAS
El técnico informático, imputado en la causa, reiteró que fue dos veces el sábado 17 al departamento del fiscal. Su abogado aseguró que no conoce a Stiuso. Ratificó lo adelantado por Página/12.
Por Ailín Bullentini
Diego Lagomarsino es, por el momento, el único imputado en la causa que investiga la muerte de Alberto Nisman: la fiscal Viviana Fein le endilga haberle prestado el arma del disparo de muerte. Lagomarsino es el dueño de esa arma, una Bersa calibre 22 “vieja y que falla”, como la describió ayer en su primera aparición pública tras el hecho, una conferencia de prensa en la que narró de un tirón y con exceso de detalles sus dos últimos encuentros con el fiscal. “Lamentablemente le dije que sí”, contó que fue su respuesta ante el pedido de un arma realizado por su jefe. En líneas generales, sus palabras confirmaron lo que había adelantado Página/12 (ver aparte).
Pálido, nervioso, rígido ante una caótica y expectante platea de periodistas, relató momentos que compartió con Nisman en el último día de su vida. Puntualizó cómo ingresó y abandonó la torre Le Parc y el departamento del fiscal y reprodujo pequeños diálogos que compartieron. Pero no respondió preguntas “por pedido de (la fiscal Viviana) Fein”, aseguró uno de sus abogados, Maximiliano Rusconi, quien lo representa junto con Gabriel Palmeiro. Rusconi se encargó de las consultas de la prensa, antes de insistir en la “sorpresa” que generaron, tanto en su defendido como en él, las cartas y el discurso de la presidenta Cristina Fernández. “Estoy seguro de que si la Presidenta tiene información para brindar debe hacerlo en una declaración testimonial y bajo juramento”, desafió el abogado.
El ex fiscal Rusconi ofició de “presentador” de Lagomarsino, que lo escuchó con la vista baja y los dedos cruzados, movedizos, inquietos. Desde el minuto cero de la conferencia de prensa, que sucedió en un minúsculo salón de su estudio jurídico, Rusconi advirtió a los medios sobre la mecánica de la exposición: “Para mí era importante que toda la gente tuviera acceso directo al relato de boca del principal involucrado”, dijo el abogado que también representa a Nicolás Ciccone y defendió al ex presidente Carlos Menem en la causa por tráfico de armas a Croacia y Ecuador.
Allí estaba el muchacho, “una persona normal que tenía una responsabilidad enorme vinculado a cuestiones de seguridad informática, a investigación con herramientas de la informática, y estableció una relación de trabajo intensa en el marco de esa unidad”, ilustró Rusconi. Y lo dejó hablar.
Lagomarsino comenzó su exposición con una valoración íntima: “No estoy bien, se fue una persona con la que trabajé mucho tiempo”, dijo. Según su relato, él era quien “arreglaba las computadoras, la conexión de wi-fi” en la casa de los Nisman-Arroyo Salgado. De allí, Nisman lo había llevado a la fiscalía.
¿Qué pasó el sábado 17? El técnico dijo que recibió dos llamadas de “número privado” a las 16.25, 16.26. No atendió la primera. “Me vuelve a sonar y atiendo. Era Alberto Nisman”, detalló. “¿Podés venir?”, dijo que le pidió el fiscal. “Me cambié y fui para Puerto Madero”, continuó. Llegó, se “identificó” –no lo especificó, pero se supone que ante la seguridad del edificio, porque luego afirmó que la custodia “no estaba”– y subió al departamento. “Me abre él la puerta, me hace pasar.”
Lagomarsino dijo que vio “numerosa” documentación sobre la mesa de Nisman. También destacó que le llamaron la atención “cuatro resaltadores” entre los papeles. El técnico recordó: “Le pregunté si pensaba que (la denuncia contra la Presidenta) tenía más repercusión de la que había creído. Me dijo que sí”. Y luego dijo que su jefe le confesó, palabras más o menos: “Tengo más miedo de tener razón que de no tenerla”. Entonces, le hizo el pedido: “¿Tenés un arma?”. “Me dejó totalmente mal parado, no lo podía creer. Lamentablemente, le dije que sí.”
–Pero, ¿para qué la querés? –asegura que le preguntó.
–En realidad, tengo miedo por las chicas –habría contestado el fiscal.
–Pero Alberto, vos tenés seguridad (por los custodios).
–Ya no confío en la custodia.
Lagomarsino tomó agua. Aclaró que él también es padre. Continuó: que él le informó a su jefe que el arma era “vieja, un 22, no sé qué te va a defender”; que Nisman lo tranquilizó diciéndole que era “para llevar en la guantera, por si viene un loquito con un palo y me dice traidor hijo de puta”; que el técnico insistió con que la 22 “no asusta a nadie”, que es “un arma tremendamente vieja que realmente fallaba” y que Nisman insistió: “Me dijo: ‘¿el único favor que te pido y no me lo hacés?’. Accedí”.
El técnico volvió a su casa, esperó a que se fuera la familia –su esposa, sus hijos, su cuñada– y a las 19 pasadas recibió un nuevo llamado de Nisman, que insistía con el arma. Juntó “las partes del arma”, la guardó en la mochila con “la credencial roja del arma, el título de propiedad”–dijo– y volvió a Puerto Madero. Nuevamente se registró. Entonces, aseguró que ya estaba la custodia, pero evitó dar detalles: “Como declaré ante la fiscal, para mí todos los custodios se llamaban Benítez, porque él siempre hablaba con Benítez”.
Subió al ascensor con un custodio. Entró al departamento. “Me hace pasar al living. Le pregunto si me convida un café, me da una cápsula y me pide que lo preparara yo. No era muy normal eso, era de hacer él las cosas”, mencionó con extrañeza. Luego, le enseñó al fiscal “las reglas de seguridad” de la pistola. “Cómo poner el dedo, cómo cargarla, cómo descargarla, aunque me dijo que no me preocupara porque no la iba a usar.”
–Sí, Alberto, pero si la necesitás tenés que saber esto.
Lagomarsino aseguró que le advirtió sobre la “credencial roja” de propiedad del arma y el fiscal le respondió “no hace falta”, ya que como él era fiscal “no lo iban a parar”. También se ocupó de aclarar que lo consultó sobre el permiso de portación de arma en el primer encuentro de aquel sábado. “Alberto, ¿tenés portación? Yo pensé que estabas calzado siempre” y que Nisman le respondió que no estaba “calzado”, pero que tenía portación porque era fiscal. El punto no es menor, ya que Lagomarsino está imputado por darle un arma a alguien sin permiso para portar.
Y eso fue todo, según dijo. Salió del departamento, compartió ascensor con “cinco personas muy bien vestidas”, y salió de Le Parc, se subió a su camioneta, tomó la autopista y llegó a su casa. El domingo “tipo 11” dijo que le escribió un mensaje preguntándole si estaba más tranquilo. “Me aparecieron los dos tildes en gris. Nunca me contestó”, culminó.
Después, el abogado Rusconi reiteró que su cliente no contestaría preguntas y se dispuso a responder él mismo. Negó que Lagomarsino fuese agente de Inteligencia y que conociera al ex director de Operaciones de la SI Antonio Stiuso, aunque no respondió si existió o no una advertencia del agente desplazado hacia Nisman, como le aseguró a este diario una jueza que mantuvo un diálogo con Lagomarsino. También negó que su defendido hubiera participado de “ninguna marcha”, en referencia a la denuncia del abogado de los familiares de víctimas de Cromañón, y apuntó que fue el sistema del Ministerio del Interior el que le ofreció el 14 de enero para tramitar el pasaporte, pero que la solicitud la había enviado en diciembre.
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