Viernes, 3 de abril de 2015 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Mara Brawer *
Hace 33 años, el gobierno que instaló el terrorismo de Estado en nuestro país decidió la ocupación de las islas Malvinas. En aquellos años de patria ultrajada, las autoridades militares invocaron la idea de soberanía para sostenerse en el poder, manipulando de esa forma el sentimiento nacional.
La derrota catastrófica de la guerra, en la que murieron más de 600 soldados, marcó el derrumbe político del régimen, hecho que luego devino en el retorno de la democracia. Sin embargo, el concepto de soberanía, tan abstracto y tan difícilmente protegible de los intereses de las grandes potencias, debió esperar décadas para volver a ocupar el centro de la escena política.
No olvidemos que fue el neoliberalismo de los ‘90 el que se ocupó de “maquillarlo” haciendo que nuestro país –al igual que otros países oprimidos de Latinoamérica– ejerciera por aquel entonces una “soberanía decorativa”, absolutamente inocua y afín a las “relaciones carnales”.
La historia cambió en 2003, con la llegada de un modelo político que se animó a poner el término soberanía sobre la mesa, entendiendo que ser soberano es defender con dignidad los intereses de todos los argentinos.
¿O de qué soberanía hablamos si no vivimos de nuestro trabajo, si los mayores no acceden a una jubilación, o si nos dejamos gobernar por los grupos mediáticos y los fondos buitre?
Es que la soberanía que conseguimos nos permite mirar a los ex combatientes y decirles que esta batalla la vamos a seguir dando, pero como siempre lo hicimos, desde la política. La respuesta es simple. No vamos a invadir las Malvinas. Ni a regalar ositos Winnie Pooh. Tampoco a transar con los poderes económicos internos ni externos.
Aunque del otro lado compren armas o armen operaciones mediáticas, no nos van a correr. Porque nos costó mucho llegar hasta acá y porque hoy ya somos cuatro generaciones de argentinos que a través de este proyecto político recuperamos y adquirimos derechos. Y porque si creen que atacando al hijo de la Presidenta pueden detener el modelo de país que se construyó en los últimos doce años, se equivocan, porque hijos de este modelo somos todos.
* Diputada nacional (FpV).
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