Lunes, 17 de agosto de 2015 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Mempo Giardinelli
Durante casi toda la semana, en el Centro de Convenciones de la Ciudad de Resistencia, se celebró el 20º Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura, el multitudinario y tradicional congreso que todos los agosto organiza la Fundación que presido. Con la presencia de más de 40 notables escritores y especialistas en promoción de la lectura de todo el mundo, entre ellos el colombiano William Ospina, el venezolano Fanuel Hanán Díaz, el mexicano Juan Domingo Argüelles, la uruguaya Mercedes Rosende y argentinas como Hebe Uhart y Liliana Bodoc, se discutió y evaluó el estado de la lectura y la promoción lectora en el país y Latinoamérica.
Un público impresionante, de más de 2000 personas, participó de seis mesas plenarias, 25 talleres paralelos en otras tantas instituciones de la ciudad; 40 escuelas visitadas por escritores invitados que leyeron y dialogaron con más de 6000 alumnos; dos conferencias magistrales y 30 ponencias a sala llena.
En gran medida debido a estos 20 años de sistemática labor de fomento de la lectura literaria es posible afirmar que si nuestro país hace dos décadas estaba prácticamente devastado en materia de lectura, sin políticas de promoción lectora, con un Estado perdido y ausente, y con un sistema educativo perverso que fulminaba todo lo bueno de más de un siglo de aquella educación sarmientina que aún con sus errores construyó esta nación, hoy el cambio que hemos contribuido a producir es impresionante. No hay antecedentes de recuperación igual en el mundo entero.
Aquí empezamos prédica y acciones desde mediados de los ’90, cuando muchos creían ser parte del así llamado Primer Mundo y no veían cómo este país se caía a pedazos. Entonces todavía cargábamos el lastre del autoritarismo, la censura y el terror que habían cambiado el paradigma lector de las generaciones anteriores. La dictadura cívico-militar-religiosa-empresarial nos había dejado una nación de no lectores y de autocensuras, analfabetismo creciente y una innegable destrucción educativa, todo lo cual constituyó a la lectura, como suelo sostener, en el desaparecido 30.001.
Desde esta provincia marginal nos aplicamos simplemente a hacer docencia, y así en 2002, cuando todo era desolación, amargura y desesperanza aquí organizamos festivales de poetas y propusimos estrategias para la resistencia cultural y educativa bajo la consigna: “Hacer Cultura es resistir. Hacer Leer es resistir”. Y siguiendo a la inolvidable escritora y docente Graciela Cabal, que postulaba “dar de comer, por supuesto, pero también hay que dar de leer”, llamamos a defender la Educación Pública Gratuita, Obligatoria, Solidaria, Igualadora, No Racista, No Clasista y que enseñaba a pensar, a cuestionar y a tener criterio propio.
La lectura jugó un papel extraordinario en esa resistencia, cuando el paisaje educativo mostraba chicos con hambre, docentes que ganaban centavos y en monedas truchas, y los papás y mamás no tenían trabajo ni horizontes.
Todo eso se ha ido dando vuelta, y es nuestro orgullo veinte años después haber sido y seguir siendo parte de ese cambio. Desde esta provincia que fue históricamente una de las tres más pobres del país, hicimos docencia cívica, educativa y lectora, insistimos y propusimos, trajimos gente sabia, e invertimos tiempo y el poco dinero disponible con una convicción blindada.
Así crecimos, cuestionando políticas públicas y privadas, pero sobre todo proponiendo alternativas. A lo largo de dos décadas hemos analizado y medido rigurosamente cada presente lector de la Argentina. Desde el primer Foro en 1996, este encuentro fue una puerta abierta a la esperanza lectora y educativa. Aquí se generaron ideas y acciones ayudados por unos 750 intelectuales de más de 20 países que trajimos al Chaco a compartir conocimientos y experiencias ante más de 50.000 maestros, bibliotecarios y estudiantes que convirtieron a Resistencia en una especie de capital nacional de la lectura.
Hoy la Argentina es un país que se recupera de aquella tragedia y va camino de ser una sociedad lectora nuevamente, con una industria editorial renovada, con miles de librerías activas en todo el vasto territorio nacional, con millones de libros que distribuye el Estado y con un sistema educativo que ha crecido y que si todavía tiene problemas serios de calidad educativa –y es claro que los tiene– al menos en infraestructura se ha superado y acoge a cientos de miles de chicos y chicas que estaban fuera de toda escolaridad. Hoy prácticamente no hay analfabetos en la Argentina, y estamos frente a un estupendo desafío: discutir la educación desde posiciones más fuertes, más conscientes. Y ello a pesar de condiciones complejas que todavía existen en los planos sindical y de formación docente.
Ya es tiempo de entrarle más duramente a la Lectura como eje central de la Educación. Urge repensar los cánones educativos actuales, cuando nuestro universo de 15 millones de escolares pasa la mayor parte de su tiempo imantado por dispositivos electrónicos y por las llamadas redes sociales, que en mi opinión de sociales tienen poco y nada porque lo que producen es un contacto que no es contacto, y que se parece mucho a un aislamiento sofisticado, es decir que produce vinculación virtual, sí, pero con poco contacto físico y mucho autismo disimulado. Es materia para explorar, pero el futuro de la lectura depende hoy, en países como el nuestro, de este tipo de variables. A las que si además le agregamos la degradación estética imperante, el panorama es muy preocupante.
Y no es exageración decirlo: ahí está la pobreza conceptual de la música que escuchan hoy nuestros chicos. Del tango se pasó a la cumbia; del folklore al cuartetazo; de Los Chalchaleros a Los Nocheros; de Eduardo Falú y Jaime Dávalos a la Mona Jiménez; de Homero Manzi, Spinetta y Charly a Chano el de Tan Biónica. Este problema educativo fenomenal –casero, barrial y escolar– supera incluso la cuestión de la tan declamada “calidad educativa” y de las PISA y otras macanas neocolonizantes. La degradación del buen gusto en cada generación también depende de la educación y la lectura.
La educación de una nación para la democracia y la justicia social, para la igualdad de oportunidades y el crecimiento económico y social en equilibrio y armonía, sencillamente no es posible si no se lee bien y mucho y bueno, es decir si no se leen textos de calidad y con tiempo para pensar. Por eso urge recuperar el aprendizaje del aprender, por eso hay una nueva y urgente docencia en ciernes, que deberíamos, todos y todas, empezar a practicar: la del autocontrol en el uso de los dispositivos maravillosos que hoy tenemos y están en las manos de millones de chicos que los utilizan más bien como juguetes, entretenimiento, socialización a distancia y son degradados a la mera calidad de clientes. Es complejísimo el asunto, y lejos estamos, y estoy, de ofrecer la solución. Pero no tengo dudas de que es el desafío educativo de nuestro tiempo.
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