Sáb 05.09.2015

EL PAíS  › PANORAMA POLITICO

Los límites del “catenaccio”

› Por Fernando Cibeira

La campaña se encuentra en una impasse. No hay candidatos subiendo y bajando de manera ostensible; el panorama es estático desde las PASO, incluso tal vez desde antes. Las variantes que se observan en las encuestas, reconocen los especialistas, es más fruto de la proyección de los indecisos que de la suma de nuevos electores. Al estilo del catenaccio italiano, las estrategias de cada comando de campaña vienen resultando más efectivas para bloquear el ascenso del adversario que para ganar nuevos adherentes. La búsqueda por estos días pasa por trabajar en las falencias, los escenarios donde cada candidato cree que tiene terreno para progresar.

Mauricio Macri inició esta semana una recorrida por el árido interior. En cuanto a propuestas, en lo que insistió fue en que los planes sociales que puso en marcha el kirchnerismo continuarán. Un poco pobre como para generar entusiasmo, pero lo más concreto que tiene para ofrecerle a un electorado esquivo, al que sostiene que el Gobierno le inyectó el miedo a perder lo conseguido, como si no fuera capaz de pensar por sí mismo e imaginar qué consecuencias tendría para su futuro la gestión de una alianza conservadora encabezada por el macrismo.

Un latiguillo que había adquirido Macri en los últimos días había sido mencionar en cada aparición a Aníbal Fernández, buscando convertir al candidato a gobernador bonaerense del Frente para la Victoria en una especie de símbolo de todo lo malo que le adjudica a la gestión kirchnerista, empezando por la corrupción. Pero el plan se le vino abajo con la revelación de un millonario negociado entre la administración porteña y una empresa perteneciente al periodista deportivo y primer candidato a diputado en la provincia, Fernando “Chiche” Niembro.

Macri ayer habló por primera vez sobre la cuestión porque no le quedó más remedio, y la réplica genérica de “campaña sucia” que realizaron otros dirigentes macristas pareció confirmar que el impacto dio bajo la línea de flotación. Para más, las dotes comunicacionales de Niembro –alguna vez vocero de Carlos Menem– figuraban en la cartilla del PRO como un arma fundamental para la remontada que Macri y María Eugenia Vidal necesitan en la provincia de Buenos Aires. Ahora no quedó más remedio que empezar a buscar por otro lado, y así surgió la versión de una aparición más relevante en campaña de Juliana Awada, la mujer del jefe de Gobierno. Es lo que hay.

En el punto en el que la oposición encontró mejor sintonía fue alrededor de las denuncias de fraude que tomaron cuerpo a partir de las irregularidades registradas en Tucumán. Este ítem fue el único que permitió una aparición conjunta de Macri, Sergio Massa y Margarita Stolbizer y, por una vez, la elaboración de un mensaje común. Algunos medios aseguran que se trata del embrión de un gran frente “republicano” contra el kirchnerismo, que si no alcanzaba a ponerse en marcha para las elecciones de octubre con total certeza lo haría en el ballottage de noviembre.

Lo curioso es que los candidatos presidenciales parecieron más cómodos con la idea que varios de los integrantes de sus fuerzas, que rápidamente salieron a diferenciarse. En el massismo, cada vez son más los dirigentes de origen peronista que señalan que en una segunda vuelta no votarán a Macri. La última, esta semana, la diputada Mónica López, lo que le valió un cachetazo verbal de su compañera de bloque Graciela Camaño. Del lado de Progresistas, Humberto Tumini, el conductor de Libres del Sur, probablemente la fuerza de mayor desarrollo territorial del espacio, también aclaró que no fiscalizará una elección para el PRO.

Por el lado de Daniel Scioli, en tanto, advierten ciertas dificultades para elaborar un mensaje “hacia afuera”, que convoque a los sectores independientes que no lo hicieron en las PASO. Una punta de lo que puede venir la dieron los sindicalistas de la CGT Antonio Caló y Gerardo Martínez, quienes luego de un encuentro a puertas cerradas plantearon como objetivos de Scioli la baja de la inflación y una modificación en la escala del Impuesto a las Ganancias. Cuestiones básicas que figuran entre las preocupaciones de la clase media, pero que Scioli tiene dificultades para formular públicamente sin que sean presentadas como críticas al gobierno nacional.

Así como Macri tiene la urgencia de sumar adhesiones en el interior profundo, el esquema de trabajo del sciolismo está centrado en la provincia y la ciudad de Buenos Aires, donde los resultados no fueron los esperados y creen muy factible mejorar. En la provincia, la idea es sumar a todos los intendentes y candidatos en una línea común, trabajo para el que se puso al frente el propio Aníbal Fernández. Las primarias dejaron heridos locales, por eso apuntan a fijar la convicción de que si no gana el peronismo el futuro será mucho más complicado. El nuevo diseño de gobierno con Scioli y Aníbal a la cabeza, prometen, tendrá muy en cuenta la función de los municipios. Todo esto quedará planteado en el encuentro del PJ bonaerense que encabezarán hoy en el Hotel Provincial de Mar del Plata. El objetivo es sumar al menos dos o tres puntos al 39,7 por ciento que Scioli obtuvo en el distrito que gobierna desde hace ocho años.

En cuanto a la Capital Federal, el sciolismo organizó un encuentro días atrás en el que Alberto Pérez y Gustavo Marangoni llevaron la voz cantante. Una idea que se conversó en la reunión fue que hasta ahora la campaña porteña circuló por carriles diferentes, con Scioli y el primer candidato a diputado, Axel Kicillof, cada uno por su lado. El dato no tendría contento al gobernador, quien siempre que lo consultan no tiene más que elogios para el ministro de Economía. De hecho, en ese encuentro, que convocó a unos cincuenta dirigentes porteños, no estuvo Kicillof ni hubo representantes de La Cámpora.

Una de las conclusiones fue que entre el 23,2 por ciento que obtuvo el postulante presidencial –oriundo de Villa Crespo– en la ciudad de Buenos Aires y el 35 por ciento que la presidenta Cristina Kirchner y el candidato a jefe de Gobierno Daniel Filmus (en la segunda vuelta) consiguieron en 2011, hay un buen margen para trabajar. Que sumar un cinco por ciento, entonces, no es un propósito descabellado y que resultaría decisivo para la intención de ganar en primera vuelta. Pero, está claro, esos votos solos no van a llegar.

Por eso, la semana que se inicia, el Frente para la Victoria porteño tendrá también su acto –la intención es hacerlo en un marco con todas las formalidades como el Teatro Cervantes– en el que Scioli firmará un “compromiso” de diez puntos con la ciudad de Buenos Aires entre los que figura como principal promesa el traslado de la policía a la Capital en caso de llegar a la Presidencia, algo varias veces prometido y nunca cumplido. Como complemento, planteará la creación de un comando conjunto que agrupe a todas las fuerzas de seguridad que operan en el distrito y alrededores: la Federal, la Metropolitana, la Bonaerense, Gendarmería y Prefectura.

En su presidencia también se completaría, asegurará, el traspaso de la Justicia. Entre los otros puntos que firmará habrá un compromiso para dar una solución al tema de la vivienda con la ampliación del plan Procrear, un programa económico porteño con acento en el fortalecimiento de las pymes, agencias especiales para ocuparse de tema transporte y de la ciencia y de la tecnología, más un proyecto ambiental que conjugue intereses con la provincia, incluyendo la problemática cuestión de la basura. Todo un plan en busca de seducir a los huidizos porteños. O, al menos, al elector de centroizquierda que alguna vez votó al kirchnerismo.

Helenio Herrera, el técnico argentino que llevó la estrategia del catenaccio a su máxima expresión con el Inter de Milán en los 60, sostenía que “lo peor es fallar con ideas ajenas”. Hasta ahora, lo que puso en la cancha cada candidato alcanzó para neutralizar los avances del otro. El que quiera quedarse con el triunfo tendrá que darles más vuelo a sus ideas si no quiere fallar en la instancia decisiva.

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