Martes, 12 de julio de 2016 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Washington Uranga
Días atrás el periodista Joaquín Morales Solá escribió que el Papa le dijo en una entrevista privada que “Macri me parece una persona bien nacida, una persona noble”. Habrá que darle crédito a las palabras del columnista del diario La Nación, a pesar de que él mismo sostiene que no existe otro vocero de Francisco que “la oficina de prensa del Vaticano” y que, por lo tanto, estaría desautorizada toda aquella persona que hable en nombre del Papa o anuncie algo que no ha sido expresado oficialmente por los medios que el Vaticano tiene a tal fin. Por lo visto, Morales Solá entiende que “todos” los que hablan en nombre del Papa tienen que ser desautorizados. Pero él mismo no está incluido dentro de “todos”.
Al margen de lo anterior, pocos días después de la publicitada entrevista privada entre el periodista de La Nación y Francisco, el Papa envió un documento -este sí oficial- con motivo de la celebración del bicentenario de la independencia de Argentina para hacer llegar “un cordial saludo” a los obispos, “a las autoridades nacionales y a todo el pueblo argentino”. Significativamente para saludar al pueblo argentino Francisco eligió dirigir la carta al Presidente de la Conferencia Episcopal, arzobispo José María Arancedo, a quien menciona como “querido hermano” y no al presidente Mauricio Macri, a quien según Morales Solá, Bergoglio considera como una persona “bien nacida” y “noble”. No es la primera vez que Francisco manda su salutación al pueblo argentino por motivos patrios y en ocasiones anteriores prefirió hacerlo a través de la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, cuando ella estaba en uso de sus funciones presidenciales.
Tampoco hay lugar para las interpretaciones cuando en el texto oficial de la carta al arzobispo Arancedo el papa Francisco, después de recordar que en nuestro país para referirnos a las personas inescrupulosas decimos que “éste es capaz hasta de vender a la madre” sostiene que “a la Madre no se la vende, no se la puede vender… y tampoco a la Madre Patria”. Para no aventurar interpretaciones se podría usar también otro proverbio popular argentino: “a quien le quepa el poncho que se lo ponga”.
Sin embargo, podríamos coincidir con el editorialista de La Nación que suele anticipar el discurso del que luego se hará eco el oficialismo: no hay nada personal entre Macri y el Papa. Si existe una diferencia entre ambos no es de tipo personal. Desde que asumió la máxima responsabilidad de la Iglesia Católica, Francisco viene enarbolando principios y banderas en favor de los pobres y excluidos expresadas en sus documentos y declaraciones oficiales que son contradictorias con la forma de pensar y con las decisiones de gestión adoptadas por Macri y la Alianza Cambiemos en la Argentina. Porque el Papa habla de los pobres y los excluidos y Macri y los suyos toman determinaciones que van en contra de los pobres y de los excluidos. Porque el Papa sostiene que “la Patria no se vende” y el gobierno de Cambiemos opta por pedir disculpas a los extranjeros que se beneficiaron con la venta de la patria o agasaja a quienes atropellaron los derechos de los argentinos.
Es verdad. Entre Francisco y Macri, no hay nada personal. Sí existen diferencias respecto de a quienes hay que atender prioritariamente, de quienes ocuparse y a quienes beneficiar. Y, sin trasladar estas diferencias al plano personal, el Papa insiste en seguir marcando la distancia que existe entre su concepción religioso-política del mundo y de la historia y aquella que sostienen los actuales gobernantes de la Argentina.
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