EL PAíS › LOS PROBLEMAS QUE ENFRENTA LA CONSTRUCCION DE VIVIENDAS
Cuando nadie puede encontrar canillas
Además de la decisión política y los fondos suficientes, el plan de viviendas necesita resolver una multitud de pequeños problemas, empezando por la falta de canillas y ladrillos.
Por Mario Wainfeld
La voluntad política para que avance el plan de construcción de viviendas sociales está. La plata necesaria está. Pero nada es sencillo en un país en el que el Estado y el sistema productivo fueron desbaratados durante más de una década. Aunque haya plata y voluntad, pueden llegar a faltar otras cosas. Canillas y ladrillos, sin ir más lejos.
Lo de las canillas es pura lógica capitalista, el punto uno de la bolilla uno del manual del compañero Adam Smith. Durante añares en Argentina no hubo construcción de viviendas de bajo costo. La demanda de grifería para viviendas sociales perforó el subsuelo y la oferta, sabiamente, se retrajo hasta rozar la nulidad. Grifería de buen nivel, para countries o casas de buena calidad sí que hay. Pero si, por así decirlo, de la noche a la mañana se resuelve construir miles de viviendas populares no habrá cantidad y calidad de grifería acordes. El problema preocupa tanto a las partes involucradas que se ha formado, en pos de resolverlo, una comisión con representantes de la Unión Industrial Argentina (UIA), de la Uocra y del Gobierno. Deberán aguzar el ingenio para conseguir que el mercado se ponga a la altura. A todos les interesa. Muy especialmente a Gerardo Martínez, el secretario general del gremio de la construcción, que apuesta a hacer crecer su base social y su predicamento en 2005, año en que la cúpula cegetista volverá a renovarse.
Si con la grifería hay una crisis de escasez, con otros materiales (necesarios y aptos para todo tipo de construcción) hay riesgo de un cuello de botella por exceso de demanda. Así ocurre con los ladrillos que, entre la reactivación de la actividad ya ocurrida y las viviendas populares que vendrán, podrían llegar a faltar. Algo parangonable a lo que ocurrió con la energía a principios de este año. El problema no es insoluble pero sí desafiante y su cabal medida recién se tendrá cuando comience a requerirse material. Por ahora todo son especulaciones o extrapolaciones sujetas al pesimismo o al voluntarismo de cada funcionario. En la actual administración prevalecen los voluntaristas, lo que en general es bueno pero a la hora de realizar estimaciones deja sus interrogantes.
Otro insumo que (quizá) sea escaso y (seguro) es conflictivo son los terrenos en los que se erigirán las viviendas. El tema es especialmente sensible en ese nodo de dificultades que es el conurbano bonaerense.
“En el primer cordón no hay tierras fiscales suficientes para construir barrios populares. En el segundo es peliagudo encontrarlas”, describe un intendente del primer cordón, uno de los que porfía que debe haber compras de tierras y que el gobierno nacional debe hacerse cargo de ellas. El gobierno nacional entiende que deben ser los municipios los que se hagan cargo de esa tarea y obviamente hará prevalecer su punto de vista. ¿Y si un municipio no consigue tierras? “Se le concede un plazo de gracia y, si sigue fallando, se construye en otro lado”, dictaminan aquende la General Paz, acaso con demasiada dureza y rapidez.
Puestos contra la pared, los intendentes piden ayuda por métodos ingeniosos o torpes. Entre los primeros está la sugerencia, que llegó a Jefatura de Gabinete, de que el Estado nacional preste dinero a las intendencias para adquirir sus propias tierras, a fin de que no se descapitalicen. Pero ese dinero no se podría volcar a rentas generales sino quedar afectado a un fondo especial para comprar nuevos terrenos. Por ahora, la Rosada dice “no”.
Entre los torpes hubo algún intendente que se costeó al primer piso de Balcarce 50 y pidió que se le giraran ATN para adquirir terrenos. “Te equivocaste de década”, le contestaron en la Rosada, según cuentan en la Rosada.
Mano de obra en cantidades suficientes tampoco hay pero, comentan en Gobierno, la construcción permite capacitaciones más o menos veloces. De todas formas faltarán capataces. Y la patronal deberá hacer algo con el acordeón salarial que es muy estrecho, incentivando muy poco a los cuadros superiores.
Estos obstáculos, cuya magnitud solo se medirá en unos meses, revelan la desarticulación del aparato productivo. O más bien su segmentación, tan marcada como la que existió en la sociedad. En algún momento dejó de ser negocio producir para los más humildes, confinados a una economía de pura subsistencia. Desandar ese camino no es cosa de días. Pero en el oficialismo piensan que el incentivo capitalista estimulará a productores de insumos, laburantes de a pie y empresarios constructores. Queda otra duda, que es si el Estado y el Gobierno estarán en condiciones de regentear obra pública tras años de carencia, con cuellos de mano de obra y de material, conflictos entre nación y municipios, vaciado de profesionales capacitados para controlar a las empresas. En otros tiempos la obra pública era un maná para el funcionario que la manejaba. Hoy puede ser un quebradero de cabeza. El ministro de Planificación, Julio De Vido, es una de las figuras más cuestionadas del actual gobierno y a la vez uno de los de mayor confianza del Presidente. Y uno de los que más dudas genera dentro del Gobierno, aunque nadie se atreva a decirlo delante de Néstor Kirchner. El Presidente, de cualquier forma, conoce estos recelos pero confía en que De Vido conseguirá que fructifique en el verano el plan de viviendas, que ahora está en su etapa licitatoria.
El Presidente, todos los días, chequea personalmente ciertos datos que lo obsesionan. Uno son las reservas del Banco Central. Otro es cómo anda el plan de viviendas. Hasta ahora le prometen que en noviembre habrá hombres con casco haciendo algo que se postergó por más de una década. Para lograr llegar a tiempo deben andar sobre rieles las licitaciones, la provisión de insumos, la obtención de tierras, la conscripción de mano de obra. Para cantar Bingo hay que tener cartón lleno.
De esa conjura virtuosa depende, básicamente, que los índices de desempleo bajen significativamente en lo que falta del año. ¿Bajarán? Haga sus apuestas. No apueste grifería o ladrillos, sino algo más fácil de conseguir.