CULTURA › ENTREVISTA A NESTOR GARCIA CANCLINI
“Hay muchas aduanas para los jóvenes de esta sociedad”
El filósofo y antropólogo explica los alcances de Diferentes, desiguales y desconectados, un conjunto de ensayos que analiza el modo en el que las culturas juveniles constituyen sus diferencias.
Por Silvina Friera
“Si no conoces la respuesta, discute la pregunta.” Esta frase, que pertenece al antropólogo Clifford Geertz, funciona como epígrafe del nuevo libro de Néstor García Canclini, Diferentes, desiguales y desconectados, un conjunto de ensayos que acaba de publicar por Gedisa. El epígrafe orienta la discusión que el investigador entabla con la trayectoria reciente de la antropología cultural, la sociología de Bourdieu y las teorías de la comunicación. El problema que enfrentan las sociedades contemporáneas, señala el autor, es más de “explosión y dispersión de las referencias culturales, que de homogeneización”. Ante este complejo panorama de proliferaciones, el filósofo y antropólogo argentino elude dos de los vicios del pensamiento posmoderno: la exaltación indiscriminada de la fragmentación y el nomadismo; prefiere apuntalar nuevos horizontes teóricos desde una perspectiva transdisciplinaria e intercultural. Lo experimenta y lo pone a prueba al analizar las culturas juveniles, las sociedades del conocimiento y el cine latinoamericano.
–¿Qué implica hoy para los jóvenes estar desconectados?
–Tiene varios sentidos: uno es desconectarse del mundo de los adultos y construir su propio espacio generacional. Otro sentido es construir ese espacio generacional a través de conexiones preferentes, no aislarse sino conectarse de otra manera, con otras páginas web, chatear o relacionarse con más lenguas o con más músicas, constituir sus diferencias a través de conexiones y desconexiones. Un tercer sentido es el que consagró la música unplugged, desconectarse del mercado, de la tecnología estandarizadora, y crear formas propias o que aparenten serlo fuera de quienes tratan de dominarlos. Una buena parte de las culturas juveniles en la actualidad se mueve entre estos sentidos oscilantes, entre conexión y desconexión. Pero hay que ver también qué pasa con los desconectados estructurales, que no son desconectados por propia iniciativa sino porque no los dejan ingresar al mercado de trabajo, no tienen viviendas, porque son niños o adolescentes de la calle, y no pueden ingresar a un concierto por el precio de las entradas. Hay muchas aduanas para los jóvenes en esta sociedad excluyente.
–La globalización apela a los jóvenes en tanto trabajadores y consumidores, pero paradójicamente el futuro como trabajadores es sombrío: deben capacitarse más para obtener empleos más precarios. ¿Se puede revertir este círculo vicioso?
–Es un tema clave porque a veces se dice, con demasiada facilidad, que “los jóvenes sólo viven el presente”, que “no tienen memoria”, que “no piensan en el futuro”. Parte de lo que trato de analizar en el libro es que la sociedad está estructurada para este tipo de presentismo. Los políticos viven en la coyuntura y no quieren pensar en estructuras de mediana y larga duración. Pero al mismo tiempo, la economía, subrepticiamente, nos disciplina para que tengamos una vida estable: nos ofrece pagar el auto en cuarenta cuotas y la casa en quince años, y estas formas de compromiso a través del endeudamiento programado de las tarjetas de crédito son formas de disciplinamiento moral del estilo de vida. Se trata de pensar cómo la sociedad está organizada de un modo estable, especialmente la economía, aun en los períodos de inestabilidad, a diferencia de la política, casi siempre más oportunista, que juega con la coyuntura. En el medio queda la cultura como la zona quizá donde las inercias son mayores, donde los estilos de vida, las costumbres y los hábitos lingüísticos son más perseverantes. Volvemos al viejo tema de la sociología de las vanguardias: cómo se articulan innovación y continuidad social. Me parece que las disrupciones de las culturas juveniles nos ayudan a pensar esta tensión que no desaparece.
–¿Cambiaron las formas de intervención juvenil en la esfera pública durante los ’90?
–Una socióloga mexicana, Rossana Reguillo, estudió la Encuesta Nacional de Juventud que se hizo en México hace 4 años y observó que los jóvenesadhieren más a causas que a organizaciones. Pareciera una característica internacional sospechar de los partidos, de las burocracias y estar dispuestos, por lo menos un sector, a adherir a causas ecológicas, indígenas o movimientos urbanos, pero son causas que interesan como gesto o presencia, aunque sean transitorias. Cuando se burocratizan, cuando adquieren formas más institucionales, se vuelven desconfiables.
García Canclini también analiza las relaciones entre los diferentes mercados cinematográficos. “Estados Unidos acentuó su intento de dominio absoluto de los mercados cinematográficos, buscando legitimarse con una legislación de libre comercio para que los bienes culturales circulen sin ninguna restricción y para que no haya diferencia entre la producción nacional y la importada”, señala.
–¿Qué estrategias pueden adoptar los países latinoamericanos para contrarrestar la fuerza oligopólica del cine norteamericano?
–El financiamiento estatal, como hacen los franceses, pero no es suficiente. Los estadounidenses tienen muy claro el papel decisivo de la distribución y la exhibición, por eso han comprado salas de cine y presionan para que pasen sus películas en paquetes, no sólo los grandes éxitos sino películas asociadas de pésima calidad. Hay varias posiciones en debate: si proteger a través de cuotas de pantalla en las salas o si tener circuitos de distribuidores y exhibidores nacionales que reciban exenciones fiscales, como de hecho ocurre en Estados Unidos, que exige que el cine en los países del Hemisferio Sur sea totalmente libre para sus películas y que no haya ningún tipo de protección. Uno de los puntos clave es la relación del cine con la educación. En muchísimas escuelas los medios están ausentes y crean un abismo entre la vida cotidiana de los estudiantes y su tarea escolar. Debiera ser tan importante que una escuela tenga una buena biblioteca como que tenga una buena videoteca. No existen una o dos recetas. Con este conjunto de acciones podríamos mejorar bastante la situación, pero hay que usar estrategias múltiples.
–¿En qué momento América latina tomó conciencia de la importancia de sus producciones locales?
–A partir de mediados de los años 90 comienza a desvanecerse la hegemonía excluyente del pensamiento único y nos damos cuenta de que el neoliberalismo no es la solución, que la apertura irrestricta del mercado de bienes materiales y simbólicos no es la forma en que los países se desarrollan, que las asimetrías y desigualdades se acentúan. Entonces, comienza a pensarse en la necesidad de proteger la producción endógena, en crear espacios locales y nacionales. En México, la Argentina y Brasil existen discrepancias entre el Ministerio de Economía, que sigue propiciando la apertura indiscriminada para todos los bienes, y los sectores culturales y educativos que defienden una diferenciación de los bienes culturales, la mal llamada “excepción cultural”, que en realidad debe ser vista como una defensa de la diversidad.
–¿La industria del cine fue la que demostró que este problema no sólo es cultural sino político?
–No sólo el cine sino todas las industrias culturales, incluso la industria editorial. Nos falta todavía un buen análisis multifactorial depor qué la Argentina y México perdieron el papel hegemónico que tuvieron entre los años 40 a los 70 en el mundo editorial. Conocemos algunas causas como la desestabilización, en el caso argentino; la pérdida de iniciativa económica, en otros países, y la expansión de la economía española, con bastante habilidad para apropiarse de otros mercados. Ahora, por el abaratamiento de los costos de producción, hay editoriales extranjeras que vienen a producir a la Argentina, pero esto puede expandirse mucho más con una buena política de promoción, una política económica y propiamente editorial, que a partir de investigaciones de los mercados literarios supiera dónde invertir. En general, los editores se mueven por intuiciones, pero las cámaras del Libro, los organismos corporativos y los ministerios de Cultura debieran tener estudios consistentes, como lo tiene el Ministerio de Cultura español, para poder desarrollar otro tipo de acciones respecto del mercado, pero también respecto de la legislación.