EL PAíS
Interrogantes de un caso que conmueve al país
Las diferencias con el caso del Columbine High School, los riesgos del efecto imitación, la responsabilidad del padre por la conducta del hijo, según la opinión de expertos consultados por este diario.
Por Raúl Kollmann
1 ¿Se parecen la masacre de Columbine, en
Estados Unidos, con lo ocurrido ayer en Carmen de Patagones?
Habrá que avanzar en la investigación, pero en principio el asesinato de 13 alumnos de la Columbine High School de Denver, Colorado, fue obra de dos neonazis que, además, la perpetraron el 20 de abril, cumpleaños de Adolf Hitler. Eric Harris y Dylan Klebold planificaron la masacre durante largo tiempo, compraron las armas con mucha antelación, se entrenaron y pertenecían a un grupo denominado “Los impermeables negros”, porque usaban esa indumentaria. Un sobreviviente declaró: “Su ídolo era Hitler y siempre decían que iban a festejar a su modo el aniversario de su nacimiento”. Aquel 20 de abril se cumplían 110 años del natalicio del führer y al final de la matanza Harris y Klebold se suicidaron. Esto era parte del plan preparado para “pasar a la historia”. Ambos neonazis participaban también de ceremonias místicas bastante parecidas a las que practicaban los nazis alemanes, que se remitían a dioses de fuerza y guerra, como Odín, y creían en la reencarnación.
En Carmen de Patagones la historia aparece bastante distinta, muchísimo más ligada a una cuestión psiquiátrica que ideológica, aunque siempre ambos componentes juegan algún papel. Los compañeros de Rafael S. dicen que el adolescente vivía en otro mundo y era raro: junto a otro alumno de la misma división vestían de negro, se hablaban en inglés y reivindicaban canciones de Marilyn Manson. Aun así, se trataba más bien de un dúo de adolescentes que pensaban distinto y que no planificaron largamente lo de ayer ni se entrenaron para ello: todo indica que Rafael actuó solo, le robó el arma al padre y, enloquecido, disparó en forma indiscriminada, sin siquiera apuntarle en especial a alguno de sus compañeros.
2 ¿Existe el peligro de que haya un efecto imitación?
Los criminalistas coinciden en que ese efecto puede existir y que hay que estar atentos, fundamentalmente en los colegios. “Hoy los adolescentes son denostados –señala el comisario retirado Raúl Torre, ex jefe de la división Científica de la Policía Federal–. En muchos casos por diferencias físicas, de carácter, económicas, intelectuales o de cualquier tipo. A eso hay que prestarle mucha atención porque allí hay un factor de riesgo. Aclaro que el caso de Carmen de Patagones fue patológico, o sea una enfermedad psiquiátrica, pero insisto en que ante ese hecho hay que estar ahora atentos.”
En Estados Unidos el caso Columbine produjo cierto efecto-imitación, no sólo en el país del norte sino también en Inglaterra. Un asesino solitario –con influencia de ultraderecha– colocó un artefacto explosivo en un pub de mucha clientela gay. Y en agosto de 1999, pocos meses después de la masacre en Columbine, Buford Furrow entró a un jardín de infantes judío y disparó con una ametralladora hiriendo a numerosos chicos. En su huida, Furrow mató a un cartero con un disparo de una pistola 9 milímetros que también llevaba. Había escapado horas antes de un psiquiátrico, pero aún allí dentro se consideraba un dirigente de Naciones Arias, una organización nazi norteamericana.
Lo que dicen los criminalistas es que debe ponerse atención –en las próximas semanas más que antes– en los chicos en situaciones conflictivas. Está claro que cuando se produce un suicidio muy publicitado se produce una especie de oleada. Lo de Carmen de Patagones no es lo mismo, porque hay una mucha mayor cantidad de adolescentes propensos al suicidio que a una matanza, pero directores, maestros, autoridades y padres no deben descuidarse.
3 ¿Tiene responsabilidad el padre del adolescente?
En principio, parece claro que el suboficial de la Prefectura instruyó a su hijo en el manejo de las armas y, específicamente, de la pistola 9 milímetros. Rafael supo quitar el seguro, cambiar el cargador y, de lostrece disparos, acertó once en los cuerpos de ocho compañeros. El escenario de un padre llevando a su hijo al campo y enseñándole a tirar parece más que probable. Esto –según dos camaristas consultados por este diario– no llevará al padre a una imputación penal, porque “no instruyó para matar”, y en materia penal las acusaciones deben ser muy precisas. Si, por ejemplo, el padre le hubiera entregado esa mañana el arma diciéndole “andá a vengarte de una vez”, allí la acusación por homicidio –según los camaristas– sería clara, pero de otra manera no. El haber descuidado la pistola, haber actuado en forma negligente permitiendo que su hijo se la robara tampoco le traería ninguna imputación penal.
En cambio, en el terreno civil –el pago de indemnizaciones a los familiares de las víctimas–, la responsabilidad es totalmente del padre: los padres responden por sus hijos menores de edad y, además, en la causa civil juega la irresponsabilidad por haber descuidado el arma que le confió el Estado. De todas maneras, se trata de un suboficial de la Prefectura, de manera que difícilmente pueda pagar alguna indemnización con un sueldo que debe rondar los 700 pesos, a lo sumo. El cuadro se va a completar con una imputación civil contra la Prefectura, la fuerza que le dio el arma. Es muy posible que, efectivamente, al final de un largo proceso la Prefectura sea la condenada al pago de las indemnizaciones.