EL PAíS › KIRCHNER SUSPENDIO SU VIAJE A RIO POR EL ANUNCIO MISTERIOSO
Cómo mantener en vilo a la Argentina
La semana pasada le había dicho a Bielsa que no viajaría. En Gobierno adujeron esa decisión a la posible concreción del anuncio que, al decir del propio Presidente a sus allegados, “cambiará el país”. Un simulacro.
Por Sergio Moreno
Kirchner no viajó a Río de Janeiro, donde sesiona el Grupo Río (ver aparte), tal como lo fue madurando desde el jueves de la semana pasada. Aquel día, el jefe de Gabinete, Alberto Fernández, le había anunciado al canciller, Rafael Bielsa, que Kirchner no viajaría a Brasil. El motivo que se esgrimió en ese momento fue que entre el jueves y el viernes de esta semana el Presidente descorrería el velo sobre el “enigma” y realizaría el megaanuncio, sobre el cual todo funcionario especula pero que sólo conocen cinco personas, entre ellas el propio sureño. “Espero que este anuncio realmente sea verdad, de lo contrario nos van a colgar de los pies”, dudaba, temeroso, anoche, un integrante del gabinete ante este diario.
Kirchner debía viajar a Río de Janeiro para participar de la reunión del Grupo Río, donde se analizarían las medidas a tomar para accionar sobre la crisis ecuatoriana y se apoyaría la intervención hemisférica, bajo el paraguas de Naciones Unidas, en Haití. Pero ya la semana pasada el Presidente comenzó a dudar sobre el viaje.
Por entonces, aún no había trascendido a la opinión pública el hipotético anuncio de marras, ese que, según las propias palabras del Presidente, “si me sale, en los colegios van a poner mi foto encima de la de San Martín”. “Esto va a cambiar la Argentina”, les había dicho Kirchner a varios de sus colaboradores, dando una idea de la magnitud que tendría el anuncio misterioso.
Las especulaciones crecieron al ritmo de la ansiedad tanto de periodistas cuanto de funcionarios que, desconocedores del enigma, no se ruborizaban en preguntar de qué iba todo este asunto.
Comenzaron los rumores: inversiones de China y de Corea del Sur, que se sellarían la semana entrante cuando los presidentes de ambos países visiten, con un día de diferencia, Buenos Aires; la creación de un fideicomiso chino para que Argentina pague, con sus reservas, los 15 mil millones de dólares que adeuda al Fondo Monetario Internacional y a los otros organismos internacionales de crédito; megaplanes de viviendas y reconstitución ferroviaria, etcétera. Hasta se especuló con la posibilidad de que se haya encontrado una cuenca petrolífera que convertiría a Enarsa en un gigante y, en comparación, a Repsol en una tiendita.
Algunos memoriosos ataron cabos y ayer se reflotó el interés chino en comprar la mina de hierro más grande de Sudamérica, Hipasam, en Río Negro. Pero hubo quien frenó las fantasías: el gobernador rionegrino, el radical Miguel Saiz, hace meses que viene negociando con los chinos y sus socios brasileños y norteamericano sobre dicha mina.
Entre rumores y minué de hipótesis –algunas de ellas disparatadas–, ayer por la tarde hubo un simulacro en la Casa Rosada: en un momento se comenzó a decir que el misterio se develaría ayer mismo, para lo cual se estaba preparando el Salón Blanco. Todo fue humo.
Desatada la ansiedad nacieron las dudas: ¿y si este famoso enigma no fuese más que una maniobra de distracción? El Presidente, que gusta jugar con estas cuestiones, metió un poco de miedo a algunos de sus laderos. “Mientras todo el mundo discute sobre el misterio, salió el presupuesto y se aprobaron los superpoderes (para la Jefatura de Gabinete) sin demasiado ruido”, dijo, no sin cierta sorna, el patagónico.
Un funcionario –integrante del gabinete– que lo escuchó, temblando, le preguntó: “Pero, anuncio va a haber, ¿no? Porque si no, nos van a colgar de los pies...”. El Presidente se sonrió, dio medio vuelta y se fue.
En Gobierno dicen que sólo el Presidente, su mujer, Cristina Fernández, el jefe de Gabinete, el secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini, y el ministro de Economía, Roberto Lavagna, conocen el secreto. Posiblemente entre hoy y mañana, sábado, se devele el misterio (si es que hay misterio que develar).