EL PAíS › LA CRISIS CON CUBA TERMINO CON
HILDA MOLINA EN SU CASA Y DOS RENUNCIAS

Dos embajadores rumbo al retiro

El embajador en La Habana, Raúl Taleb, y el jefe de gabinete de la Cancillería, Eduardo Valdés, renunciarán a sus cargos tras la confusión generada por el ingreso de la médica cubana y su madre a la embajada argentina. Las mujeres anoche abandonaron la legación.

 Por Sergio Moreno

“Me armaron un problema donde no lo había”, refunfuñó ayer a la mañana Néstor Kirchner, en su despacho, en una reunión a la que asistieron varios funcionarios, a guisa del ingreso de la médica cubana Hilda Molina y su madre en la embajada argentina en La Habana. El episodio generó un espasmo de tensión en la relación bilateral, en momentos en que el presidente argentino y su par cubano, Fidel Castro, intercambiaban más que cordiales cartas para tratar de destrabar la situación de la neurocirujana. El malestar presidencial devino en hechos y por la noche el jefe de gabinete de la Cancillería, Eduardo Valdés, y el embajador argentino en La Habana, Raúl Taleb, estaban “renunciados”, según confiaron a este diario desde la Casa Rosada. Mientras esto ocurría, la médica y su madre abandonaron la delegación argentina en la capital cubana.
Hilda Molina es una neurocirujana cubana que participó de la fundación de una clínica de rehabilitación de excelencia en la isla. Ex legisladora, fue tomando distancia de las posiciones oficiales. Hace diez años, su hijo, Roberto Quiñones, también médico, conoció en la clínica a Verónica Scarpatti, una argentina hija de un paciente. Se casaron, vivieron a vivir a la Argentina y tuvieron dos hijos, Roberto Carlos y Juan Pablo, que tienen 9 y 3 años respectivamente. Hilda Molina aún no conoce personalmente a sus nietos y el gobierno de Kirchner inició gestiones para que el gobierno cubano deje salir a la médica a visitarlos. La administración del patagónico acotó este affaire con el status de “humanitario”, abriendo así un paraguas político para no enturbiar las relaciones con La Habana, que Kirchner quiere preservar.
Muchas fueron las negociaciones con los cubanos. “No queríamos arrancársela (a Molina), queríamos que la entreguen suavemente. Y si bien nunca pusieron una fecha, los cubanos estaban de acuerdo”, reveló a este diario uno de los negociadores argentinos.
Las gestiones fueron intensas; incluso el canciller Rafael Bielsa se reunió hace un mes, en México, con el Premio Nobel de literatura Gabriel García Márquez en secreto y le solicitó que intercediera ante Castro –con quien guarda una vieja amistad– a fin de permitir el viaje de la médica a Buenos Aires, tal como lo adelantó en su momento, en exclusiva, Página/12.
La semana pasada, Kirchner envió una conceptuosa nota a Castro, llamándolo “amigo” y pidiendo el permiso de viaje para Hilda Molina. Fidel respondió anteayer diciendo que invitaba a la familia de la médica a visitarla en La Habana, y ofreció incluso pagar los pasajes. Los Quiñones adujeron que esa propuesta –que la Casa Rosada había caracterizado como “un paso adelante” en la resolución del problema– violentaba sus convicciones ideológicas, por lo que les parecía inaceptable. Paradójicamente, el embajador argentino en La Habana (convocado a Buenos Aires), Raúl Taleb, coincidió con los dichos de Quiñones, con lo que contradijo la posición oficial de su propio gobierno.
“Se politizó una situación humanitaria. Si Cuba invitaba a Quiñones y a sus hijos y daba garantías ante nuestro Gobierno de que los dejarían salir libremente, ¿por qué no accedieron? Así se debilitaba el argumento del humanitarismo. Crearon un problema.” La reflexión corresponde a un ponderado consejero presidencial, que ayer viajó con Kirchner a Brasil.
Anteayer a la noche se produjo el episodio más tenso: Hilda Molina, acompañada de su madre, ingresó a la embajada argentina en La Habana. Las versiones sobre una supuesta petición de asilo político fueron rápidamente desmentidas por el propio Quiñones. “Está en carácter de huésped y no ha solicitado asilo político”, dijo el médico, que aseguró que las dos mujeres fueron a la embajada para “recibir oficialmente la información que se le había dado al gobierno argentino de la negativa del viaje. La abuela se puso mal y sufrió un pico de presión”, lo que motivó que los funcionarios a cargo de la sede diplomática las “dejen ahí transitoriamente”.
La permanencia en la embajada de ambas mujeres tensó los nervios de los funcionarios argentinos y del propio Presidente. En el ágora kirchnerista evaluaron que esta minicrisis ponía al Gobierno en un sitio donde nunca quiso estar. Decían que la ausencia de Kirchner a las cumbres de Río de Janeiro y de Cuzco, sumada al incidente de La Habana, un día después de que la embajada norteamericana en la misma capital caribeña generase otro episodio –provocativos muñecos navideños con el número 75, que invocaban a un grupo de presos políticos anticastristas–, ubicaba a la administración criolla tan cerca de Washington como lejos de Latinoamérica. “Esa no es la política hemisférica de este gobierno”, dijo una fuente del mismo a este diario.
Kirchner supo tempranamente que debía resolver el asunto. Habló varias veces con Bielsa por teléfono. El canciller ya estaba en Belho Horizonte, presto para participar de la cumbre del Mercosur (ver página 2), pero no pudo acudir a la reunión con sus pares ante las requisitorias presidenciales. Por la tarde, Kirchner pisó suelo brasileño y se internó con su canciller para desmenuzar el asunto. Los cañones apuntaron al embajador Taleb y a Valdés, a quien acusaban de haber permitido el ingreso de las dos mujeres en la legación.
El ahora ex jefe de gabinete del canciller aseguró a sus colaboradores que la decisión de dejar ingresar a Molina y a su anciana madre a la embajada fue tomada ante la amenaza de la neurocirujana de encadenarse en la entrada de la misma. Quiñones llamó a Valdés a Washington (esta semana acompañó a Bielsa a su gira norteamericana y luego a Berlín) y le alertó sobre la amenaza de su madre, por lo que decidió dejarla entrar. Su evaluación fue que si se encadenaba hubiese generado una crisis internacional.
Bielsa había encomendado al embajador argentino en Tegucigalpa, Honduras, el militante de los derechos humanos Alfredo Forti, que viajara a La Habana y resolviera el entuerto. Anoche, Hilda Molina y su madre abandonaron la legación argentina.
Mientras el Departamento de Estado norteamericano consideraba “indignante” que Castro no deje a la doctora abandonar la isla, la propia Molina desescalaba el conflicto. “Nunca pediría asilo político a la Argentina ni a ningún otro país. Entré en la embajada porque mi madre se descompuso, nada más”, afirmó.
La tensa situación no llegó a ser una crisis. A pesar de eso se cobró dos víctimas. Anoche, Valdés llegó desde Brasil a Buenos Aires con su renuncia redactada. Taleb no abordará el avión de regreso a La Habana que preveía tomar hoy mismo.

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El jefe de gabinete de la Cancillería, Eduardo Valdés, regresó anoche mismo desde Brasil.
 
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