EL PAíS › ATENCION PSICOLOGICA A LAS VICTIMAS Y A SUS FAMILIARES

Los síntomas de los sobrevivientes

Pesadillas, miedos y hasta la culpa por estar vivo. Un servicio especializado atiende las consultas: más de mil en dos días.

Ocurre porque la persona estuvo en la catástrofe de República Cromañón, o porque perdió allí a un ser querido, o sólo porque estuvo presente, quizá como chofer de ambulancia o como periodista: ahora, teme salir a la calle, necesita estar solo o, al contrario, no soporta la soledad, no puede dormir, tiene pesadillas, se le imponen las imágenes o la película de lo que vivió. Todos estos son “síntomas normales”, diagnostica el coordinador del equipo del SAME que se ocupa de detectar y atender el “estrés traumático” generado a partir del 30 de diciembre. “Es el evento más grande de los que nos tocó vivir en la ciudad”, comentó. La atención psicológica empezó el jueves mismo, en la vereda del desastre, y su tensión más amarga fue el acompañamiento, uno por uno, de los deudos que iban a reconocer cadáveres en la morgue. El lunes, el Gobierno de la Ciudad habilitó un 0800 mediante el cual se concretan derivaciones a centros de salud mental, según cada caso, con posibilidad de atención domiciliaria; ya se recibieron más de mil llamados.
“Muchos sobrevivientes padecen la ‘culpa de sobreviviente’: la pregunta que la rige es ‘¿por qué yo me salvé y otros no?’ –explica Daniel Mosca, coordinador del Equipo de Factores Humanos del SAME y titular del servicio de Estrés Traumático del Hospital Alvear–. En el caso de Cromañón, los que se salvaron tardaron a veces muchos minutos en salir del local incendiado, y en ese lapso escucharon pedidos de auxilio de gente a quienes no podían ayudar, o tuvieron que pisar cuerpos humanos.”
La culpa por seguir viviendo acontece en todas las catástrofes: “En el accidente de LAPA, los sobrevivientes contaban cómo habían visto personas con las cabezas en llamas y esas cabezas eran las mismas que habían visto unos minutos antes en la sala de preembarque”, recordó el especialista. La diferencia es que el incendio de la semana pasada “fue el evento más grande de este orden que nos tocó vivir en la ciudad de Buenos Aires”.
En el caso de los familiares y allegados, el castigo es parecido pero “la pregunta es otra: ‘¿Por qué permití que mi hijo fuera a ese lugar?’”. Estas culpas forman parte de los “síntomas normales”, que “pueden durar días o semanas: ansiedad, sensación de hiperalerta, insomnio, pesadillas, irritabilidad, miedo a salir a la calle o a estar en un espacio cerrado; imágenes de lo sucedido que se imponen, estáticas como fotos o móviles como películas; todo esto es bastante invalidante”.
Ya es menos normal cuando los síntomas no ceden con el tiempo. Y, “si bien puede haber una actitud normal de negación (‘Esto no me está pasando a mí’), el completo desapego afectivo es para nosotros una señal de alarma”, señaló Mosca. El trabajo del equipo empezó el jueves mismo “en el playón donde se empezaban a apilar los muertos; desde la madrugada del viernes, parte del equipo se trasladó al CGP de Junín 521, donde se centralizaba la información sobre el desastre”.
Los especialistas del SAME continúan trabajando con las “víctimas terciarias de la tragedia, es decir, personas que intervinieron profesionalmente en el hecho: integrantes de organismos de rescate, periodistas que cubrieron la información, personal de salud. De hecho estamos trabajando en grupos con los radiooperadores y los choferes de las ambulancias, con los trabajadores del CGP de Junín y de otros organismos del gobierno porteño”, contó Mosca.
La forma de trabajo de estos profesionales “responde a parámetros internacionales de atención –según Mosca–: primero, contener a las personas, ofrecerles la posibilidad de narrar lo que sucedió, incluyendo sus propios sentimientos, y al mismo tiempo discernir quiénes son los que necesitarán un seguimiento más cercano o un tratamiento, con psicoterapia y, si es necesario, medicación”.
El lugar de trabajo más difícil fue sin duda la morgue judicial, y allí estuvo también la gente del programa Salud Mental en Situaciones de Desastre, del gobierno porteño. “Se acompañó a cada una de las personas que debían pasar por el proceso de reconocimiento de los cadáveres –contó Susana Chames, coordinadora del programa–. Se les dio la posibilidad dehablar y escuchar lo que implica el encuentro de un cuerpo que fue tan cercano y es tan ajeno a la vez.” La especialista, que también participó en la ayuda a las víctimas del incendio del shopping Bolaños, en Paraguay, comentó que “los dos casos tienen en común que hubiesen sido totalmente evitables. Esto hace más difícil la aceptación de lo ocurrido por los allegados, y potencia el dolor de la sociedad entera”.
El gobierno de la ciudad habilitó la línea 0800-999-29832 (AYUDA) para asistencia psicológica, social, médica y asesoramiento a las víctimas. En cuanto a tratamientos psicológicos, “la derivación es personalizada a distintos servicios, incluyendo, cuando es necesario, la posibilidad de visitas domiciliarias a familias”, precisó Chames. La línea se habilitó el lunes a las 19 y hasta ayer había recibido 1023 llamados.

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Muchos familiares se preguntan: ¿Por qué permití que mi hijo fuera a ese lugar?
 
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