EL PAíS
Miguel Angel Estrella homenajea en París a su “ángel liberador”
Es Yves Haguenauer, que murió el domingo pasado. Recorrió el mundo para rescatar al pianista de la dictadura uruguaya. “Reunió a los artistas más grandes del siglo y me salvó la vida”, recuerda Estrella.
Por Julián Gorodischer
“Querido Yves...” dice la carta abierta que el pianista Miguel Angel Estrella dedica a su “ángel liberador”, el hombre que lo salvó del cautiverio y la tortura en los ’80, cuando la dictadura uruguaya lo detuvo durante tres años en un centro clandestino y lo sometió a torturas físicas y psicológicas. Yves Haguenauer, que murió el domingo a los 84 años por las lesiones de una caída, abandonó entonces su profesión de empresario y su vida parisina sólo para salir a buscar apoyos que salvaran a Estrella. “Ahora junto a su familia, que es la mía –dice el músico en la entrevista telefónica con Página/12–, decidimos homenajearlo el próximo viernes en el Museo de Arte Judío de París, con un concierto en el que tocaré junto a su hijo Jean Louis.” Así rendirá tributo a su mayor hombre de confianza, un músico y empresario que se asoció al movimiento Música Esperanza, que difunde la música clásica en zonas marginales, para apoyar al pueblo de Nicaragua, asistir a las víctimas de Chernobyl o repudiar el bloqueo a Cuba, entre otras acciones.
“Lo conocí en el ’69, cuando era estudiante en Francia y lo adopté como mi propia familia –recuerda el pianista y embajador argentino ante la Unesco–. Yves tenía la fábrica francesa de pintura más importante de París, era un hombre poderoso, y me construyó un departamento con piano de cola dentro de su mansión para que yo practicara y viviera mientras estuviese en París.” Así comenzó un mecenazgo que trascendería la profesión: los socios en el movimiento humanitario internacional Música Esperanza encararon distintas cruzadas que pusieron el eje en la defensa de las libertades civiles de Latinoamérica. Un europeo se comprometía, de a poco, con la militancia por los derechos humanos en zonas remotas del mapa. La relación se fue haciendo entrañable y Estrella empezó a entrenar a su hijo Jean Louis Haguenauer en el piano hasta ayudar a convertirlo en uno de los músicos más reconocidos de los Estados Unidos, donde trabaja actualmente. Ahora, Jean Louis viajará a París para participar en el homenaje organizado por Estrella, al que probablemente asista el presidente Néstor Kirchner, en el marco de su visita oficial a París (ver página 5).
Cuando Yves Haguenauer salió a recorrer el mundo al rescate de Estrella, se despediría de su hermano en clave trágica: “Te entrego las llaves de mi fábrica, ahora tú te haces cargo de esto. Hasta que no encuentre a Miguel Angel, yo no existo”. Yves buscó el apoyo de dos emisarios secretos de la Unesco y viajaron juntos a Montevideo: golpearon puertas, intentaron negociar con los militares, pidieron ver a Estrella, pero no lograron hacerlos ceder. Entonces, surgió la gran idea. Yves reprodujo en cassettes los recitales públicos de Miguel Angel para testimoniar su talento y empezó a repartirlos entre los artistas más reconocidos del siglo XX, que todavía no lo conocían, para persuadirlos de apoyar la cruzada internacional. “Movió cielo y tierra –cuenta Estrella–, convocó al compositor Henry Dutilleux, el pianista Arthur Rubinstein, la actriz Simone Signoret, el dramaturgo Eugène Ionesco, entre otros, para que todos juntos colaboraran con mi liberación. A todos les decía: ‘Ha desaparecido el más grande entre los jóvenes pianistas. Se lo llevaron porque su opción eran los pobres’.”
El pianista recuerda su cautiverio (“una etapa previa al traslado a la Escuela de Mecánica de la Armada, que hubiera sido mi fin”) como un rezo continuo. Mientras era torturado, cuando los militares trataban de martirizarlo diciéndole que “estaba solo, que nadie movía un dedo en mi ayuda”, él comenzó a sentir voces cada vez más frecuentes. “Era la voz de mi mujer, Marta –dice–, que me gritaba: ‘¡Sos miles!’ Yo sabía que Yves estaba cerca.” El empresario francés no detenía su viaje, convocaba a políticos y artistas, hasta hacer que la presión fuera tan fuerte que ya no hubo otra posibilidad que no fuera la liberación. “Luego –dice– tuvimos una relación entrañable, tocábamos juntos a cuatro manos temas de Mozart y Beethoven, era una figura paterna aunque yo le dijera ‘mi hermano’. Discutíamos a veces por mi condición de peronista, porque él creía en las versiones que lo comparaban con el fascismo o el stalinismo. Yo le pedía: ‘¡No creas!’. Pero luego cooperaba conmigo en cuanto emprendimiento surgía.”
Haguenauer y Estrella fundaron juntos el Centro de Cultura Andina en Tilcara, donde funciona la única carrera de músicos sociales capacitados para trabajar en villas o lugares sometidos a la pobreza. En diciembre de 2004 se recibieron sus primeros egresados, y ahora la Universidad Charles de Gaulle, en el norte de Francia, reclamó al músico una escuela similar para convocar a las primeras camadas francesas. “Yves aportaba su saber comercial –recuerda Estrella–. Me decía: Vos sos un soñador; yo soy un pragmático. Y siempre es bueno que el abogado del diablo esté de tu lado.”