EL PAíS
Renunció monseñor Guiaquinta antes de cumplir los necesarios 75 años
El arzobispo de Resistencia, que había defendido a Baseotto y fustigado a Kirchner, presentó su renuncia, que fue adelantada el miércoles por el nuncio Bernardini al secretario de Culto. Un gesto de distensión y los plazos para reemplazar al obispo castrense.
Por Sergio Moreno
La Santa Sede informó oficialmente que ayer aceptó la renuncia del arzobispo de Resistencia, Carmelo Juan Giaquinta. La noticia no sería más que gimnasia burocrática a no ser por ciertos detalles: monseñor aún no ha cumplido los 75 años para jubilarse –eso ocurrirá en junio–; monseñor fue el prelado que más duramente cargó contra el gobierno nacional por la polémica suscitada alrededor del antisemita obispo castrense, Antonio Baseotto, y el miércoles pasado, cuando el nuncio apostólico, Adriano Bernardini, fue a comunicar al secretario de Culto, Guillermo Olivieri, que el Vaticano ya estaba buscando una salida rápida y decorosa para Baseotto, también le informó que habían aceptado la renuncia del belicoso Giaquinta. En el Gobierno entendieron el gesto como una ofrenda a la concordia entre el Estado argentino y el Vaticano.
A través de la agencia de noticias de la Iglesia Católica argentina, AICA, la Santa Sede informó sobre la renuncia del arzobispo de Resistencia. En el escrito se informaba que la dimisión se produjo en razón del canon 401 del Código de Derecho Canónico, que en su artículo primero establece que los obispos diocesanos deben presentar su renuncia al alcanzar los 75 años. Curiosamente, monseñor Giaquinta recién cumplirá esa edad el 22 de junio próximo. El adelantamiento de su salida, según la agencia católica, responde a “razones de salud”. Sin embargo, la Iglesia no informó qué mal aqueja a monseñor Giaquinta a la vez que indicó que permanecerá en la diócesis chaqueña como administrador apostólico hasta que se elija a su sucesor.
Giaquinta envió una carta a los fieles informando sobre la decisión de la Santa Sede. “Cumplo en informarles que el Santo Padre Juan Pablo II, con fecha de hoy (por ayer), primero de abril, viernes de la octava de Pascua, ha hecho efectiva mi renuncia al cargo de arzobispo de Resistencia, que yo le presentara tiempo atrás y que él aceptara oportunamente. No es por tanto para mí tiempo de hacer valijas. Sino de amarlos a ustedes y servirlos con mayor intensidad y dedicación. Tampoco es tiempo para ustedes de una espera perezosa del próximo pastor. Es un tiempo, que no será cortito, de fe, esperanza y amor”, señala la nota donde también recomendó realizar una “oración muy intensa por el papa Juan Pablo II, para que el Señor lo conforte en su enfermedad y le dé fuerzas para cumplir en todo su voluntad”.
Un gesto
Los anhelos del obispo castrense respecto de tirar al mar con una piedra atada al cuello al ministro de Salud, Ginés González García, desataron una escalada en la cual el Gobierno retiró el acuerdo sobre su designación y su salario (equivalente a un subsecretario de Estado), la Conferencia Episcopal solicitó aclaraciones por escrito del alcance del decreto por el cual se cesó a Baseotto y desde Roma se amenazaba con encuadrar el acto del gobierno argentino en una supuesta limitación de la libertad religiosa en estas tierras.
Informada la Santa Sede de la decisión oficial sobre Baseotto, varios obispos salieron bastante coordinadamente –basta mirar los cables que difundió en aquellos días la agencia AICA– a interpretar los decires (que fueron escritos) del obispo castrense, justificándolos, y a fustigar al gobierno de Néstor Kirchner por haber retirado su acuerdo sobre el religioso en cuestión. Este diario recordó que Baseotto, además de querer sumergir en el mar al ministro, es un antisemita antediluviano; así lo expuso en algunas monsergas televisadas que emitió cuando ejercía su labor pastoral en Añatuya. Por si fuera poco, el Inadi lo condenó la semana pasada como discriminador por sus conceptos para con la colectividad musulmana. Una perla.
En el fragor de la batalla verbal, Giaquinta defendió los decires del obispo castrense. La semana pasada aseguró que estaba bien que el gobierno argentino y el Vaticano reencaucen la cuestión sobre Baseotto, pero advirtió que “hay en juego una cuestión muy grave que atañe a todos: ¿la Argentina será una sociedad democrática o regirá en ella la ley del chicote?” En esa oportunidad, monseñor defendió a su par: en su “desafortunada carta no dijo lo que se dice que dijo”, sostuvo el prelado chaqueño y se preguntó si son “sólo sus demonios internos, o hay demonios externos que azuzan” al presidente Kirchner en este caso.
La escalada mencionada anteriormente tuvo su punto de inflexión. Tirios y troyanos decidieron envainar espadas luego de las amenazas surgidas de la Conferencia Episcopal Argentina que referían a una hipotética carta vaticana pidiendo explicaciones del alcance del decreto oficial contra Baseotto.
De usanzas florentinas, como buen diplomático vaticano, el nuncio Bernardini se reunió el miércoles pasado con el secretario de Culto. Guillermo Olivieri escuchó los pareceres del embajador de la Santa Sede y los pasos que se darán a continuación. A cambio de silencio en ambas trincheras, el Vaticano esperará un tiempo prudencial (entre dos y tres meses) y elevará al Presidente una terna de posibles reemplazantes de Baseotto para que escoja uno, cuyo nombre será girado a Roma para su designación.
Olivieri, contento con los buenos oficios del nuncio, tuvo un postre inesperado: Bernardini le hizo saber que Giaquinta, el del chicote, había renunciado al Arzobispado de Resistencia meses antes de cumplir los 75 años necesarios para jubilarse.
El gesto fue muy valorado. Ahora, en el Gobierno esperan más tranquilos el paso del tiempo.