Viernes, 17 de febrero de 2006 | Hoy
Se especializa en economía y no habla español. Era el secretario de Estado adjunto para Asuntos Económicos. Ayer, Kirchner firmó su placet. Creen que tiene el perfil ideal para normalizar las relaciones.
Por Fernando Cibeira
El presidente Néstor Kirchner firmó ayer el placet para el nuevo embajador de Estados Unidos, Earl Anthony Wayne, un economista que hasta ayer se desempeñaba como subsecretario de Estado adjunto para Asuntos Económicos y Comerciales. Wayne llegará aquí con la misión de normalizar el vínculo entre Washington y Buenos Aires, dañado desde la Cumbre de las Américas de Mar del Plata. En la Cancillería argentina evaluaban en forma positiva la designación, porque consideraban a Wayne como “serio” y “un buen interlocutor”. Sin embargo, en el ambiente diplomático había quienes veían el nombramiento como un paso atrás en la consideración de la Casa Blanca con el argumento de que el funcionario designado –que no habla español– supuestamente no tiene llegada al círculo íntimo del presidente George Bush, como sí lo tendría el actual embajador, Lino Gutiérrez. “Es mentira. Puede que no sea amigo del presidente, pero es importante en la administración Bush”, respondían en Cancillería.
Kirchner concedió el placet en tiempo record: había recibido el pedido de la Casa Blanca el miércoles. El Presidente había conversado sobre la designación de Wayne durante la reciente visita del secretario de Asuntos Hemisféricos, Thomas Shannon. “Shannon le remarcó a Kirchner que consideraba el perfil de Wayne como el ideal para mejorar el vínculo bilateral por la seriedad con la que trabaja”, explicaban en Cancillería.
El tan mentado asunto del vínculo tiene que ver con lo sucedido en Mar del Plata en octubre pasado. Porque hasta allí, si bien podría considerarse a Bush y a Kirchner en las antípodas ideológicas, en lo personal habían mostrado una buena sintonía. Desde Washington, al menos en un par de oportunidades, se habían hecho gestiones ante el FMI para que flexibilicen sus posturas en negociaciones con Argentina.
Pero Bush y los suyos concurrieron a la Cumbre de Mar del Plata con el ánimo de imponer la reapertura del ALCA, paralizado desde tiempo atrás, sin tener en cuenta la resistencia que la iniciativa despierta en países como Argentina y Brasil que sufren los rigores de la política de subsidios agrícolas de Estados Unidos. Resultado: Bush se fue contrariado de su destemplada visita a la costa atlántica y el vínculo quedó maltrecho. Tanto es así que de inmediato se empezó a hablar de un reemplazo para el embajador Gutiérrez, quien no había sabido prever el fracaso que tendría la ofensiva pro ALCA en la Cumbre. Con todo, en el Departamento de Estado niegan que una cosa tenga relación con la otra. Hablan de una regla no escrita de la diplomacia norteamericana que indica que los embajadores duran tres años en su destino y que Gutiérrez ya cumplió su ciclo.
En cuanto a su reemplazante, nunca hubo dudas de que sería Wayne, un licenciado en Artes de la Universidad de Berkley que ingresó al servicio exterior en 1975. En su carrera se especializó en temas económicos, lucha contra el terrorismo y especialmente en la relación entre Estados Unidos y la Unión Europea. Así, por ejemplo, ocupó la Subsecretaría de Asuntos Europeos y Canadienses y fue subjefe de la misión estadounidense en la UE. Wayne ya estuvo en Buenos Aires durante la gestión Kirchner. En julio de 2003 viajó para difundir la agenda económica de la administración Bush para la región que incluía, obviamente, al ALCA y la necesidad de un rápido acuerdo con el FMI. En su paso, Wayne mantuvo reuniones con el jefe de Gabinete, Alberto Fernández; el ministro de Planificación, Julio De Vido, y un grupo de legisladores de diferentes partidos. “Argentina es nuestra amiga y socia clave”, fue una de sus definiciones.
Wayne maneja a la perfección el francés, pero tiene dificultades con el español. Para subsanar los inconvenientes que le podría traer eso en sus primeros tiempos en Buenos Aires, traerá como su segundo a un conocedor del terreno. Según los rumores, sería Michael “Mike” Matera, actual jefe de gabinete del número dos del Departamento de Estado, Robert Zoellick. Además de estar casado con una argentina, Matera ya fue consejero político de la embajada en Buenos Aires. El embajador argentino en Washington, José Octavio Bordón, contó que venía manteniendo un trato habitual –“permanente”, dijo– con Wayne y que el designado embajador siguió de cerca las negociaciones para la reestructuración de la deuda externa. “Conoce bien la Argentina”, aseguró.
En la Casa Rosada se entusiasmaban pensando que el perfil económico de Wayne serviría para desarrollar el intercambio comercial entre ambos países en un momento de crecimiento de la producción. Saben que, a cambio, el interés norteamericano en el país es que actúe como nivelador en una región que les resulta cada vez más inestable a sus intereses, con Hugo Chávez en Venezuela o Evo Morales en Bolivia. No obstante, la llegada de Wayne no preanuncia grandes cambios en la política de Washington hacia el país. En su última columna de opinión, publicada en Clarín dos semanas atrás, trataba de la defensa de la propiedad intelectual y de las patentes, un muy añejo interés norteamericano para la región.
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