Lunes, 6 de noviembre de 2006 | Hoy
EL PAíS › EN MONTEVIDEO TAMBIEN HUBO UNA CUMBRE MUSICAL
Por Cristian Vitale
Desde Montevideo
Impresiones urbanas. Domingo al mediodía: la cumbre de los presidentes está casi resuelta. “Che, bo, parece que sólo falta que le den las llaves de la ciudad al Evo”, comenta al pasar un hombre semiinformado. Cerca suyo hay una disquería ambulante amarrada en la plaza Fabini. Se llama Corazón al Sur y el logo es un mapa del continente americano dado vuelta, tal como imaginaba Jauretche. Un parlante bien potente dispara, en pleno centro, “La maldición de Malinche” de Gabino Palomares; “Simón Bolívar”, por Los Olimareños; y “Juan González”, la canción que grabó medio Uruguay. En esta caso se trata de la versión del grupo Universo. El sonido alcanza un radio importante, pero no sorprende ni inquieta a nadie. La música popular–comprometida es parte del paisaje en Montevideo. Está naturalizada con el contexto. Decenas de Juanes González surcan las calles como si Uribe, Fox o Tabaré fueran otros Juanes González. Es decir, nada o todo. A la ciudad de los canillitas ilustres, de los divinos poetas en andrajos, le importa poco quiénes están detrás de esas vallas infranqueables, que la guardia metropolitana llama “zona de riesgo”.
Y así es durante los cuatro días que dura la cumbre. Más allá de la molestia que implica tener que caminar cinco cuadras en vez de una para llegar a casa, o la exagerada presencia policial en las calles, Juan González va sabiendo que es más valioso que ministros e industriales, como dice la canción. A los más comprometidos los convoca una especie de marcha anticumbre –tan desabrida como la cumbre–, que termina con los bravos artesanos del Paso Molino, quemando madera al borde de la zona de exclusión, e intentando superar las vallas sin suerte. Y un cúmulo de organizaciones de izquierda con sus típicos cantos. Los artesanos putean a todos los presidentes (a todos) y los partidos de izquierda salvan a Chávez y a Fidel Castro. Se mezclan remeras de Black Sabbath, Ska-P y Los Redondos y la estudiantina, feliz, cumple el fin obligado: protestar. Otros Juanes, más descolgados, escapan a las afueras para no tener que soportar las molestias cotidianas. Rezongan por la ausencia de fútbol y lamentan la muerte de Spencer, impecable cabeceador ecuatoriano y máximo goleador de Peñarol en Copa Libertadores.
Pasa todo esto y un plan B que, probablemente, haya concentrado a todos estos tipos de Juanes y Juanas, el mismo día, a la misma hora y en el mismo lugar: el mítico Centenario. Organizado por Iberoamérica Crea –programa de la Segib destinado a promover la interacción cultural entre los países del área–, el cartel presenta un color multirracial. Seis grupos y propuestas diversas, mezcladas, globalizantes. Como si fuera un festival de world music acotado por el corralito geopolítico de la cumbre. Están Joe Vancellos de Chile, Jorge Drexler y No Te Va Gustar de Uruguay, Amaral de España, Arbol de Argentina y el insólito Grupo Nortec de México. La producción abunda en optimismo, esperando la presencia de los presidentes. La infraestructura está dispuesta para eso. Casi 40 metros median entre artistas y público, porque en el medio hay un palco –de espalda a los González– en el que, supuestamente, deben sentarse los mandatarios. Pero la mayor espalda fueron las ausencias: ningún presidente asistió al festival. Apenas una comitiva de funcionarios, que apareció por un costado –mientras Drexler tocaba– se sentó dos minutos, activó un minidiscurso del cantautor –“Para mí, que me crié en dictadura, es halagador saber que la gente que está sentada acá adelante fue elegida por nosotros”–, y se evaporó por el otro.
Suma: la idea de Crea –que días atrás había convocado a la dupla Ana Belén-Víctor Manuel, Hilda Lizarazu y Ely Guerra– se derrumbó ante el desplante presidencial. A ningún Juan le importa eso. Es un público tolerante y tranquilo, receptivo a todas las propuestas.
Tras el fin, 18 mil González se pierden en la ciudad, repletos de música y pensando el festival como previa de otro más rockero y multitudinario que está por empezar: la fiesta de la X. O en el de ayer a última hora, que convoca a Jaime Roos, Los Diablos Verdes y otras murgas famosas para festejar los 75 años de la empresa estatal de teléfonos, Antel. El comentario final de un Juan de 35 años le pone el moño ideal: “Si vinimos a este show, que lo auspicia Telefónica de España, con más razón tenemos que ir mañana”.
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