Lunes, 22 de enero de 2007 | Hoy
Fue el último escrito de Eva Perón, redactado en los meses finales de su vida. Durante años permaneció oculto e incluso se intentó negar su autenticidad. En octubre del año pasado, la Justicia ratificó la autoría de Evita. Las críticas a la Iglesia, la oligarquía y el imperialismo.
La vida y la obra de María Eva Duarte de Perón fue corta, pero de gran trascendencia. Siguiendo la triste tradición que nuestro país fue arrastrando década tras década, el último escrito de Eva, Mi mensaje, estuvo desaparecido casi desde el mismo momento en que su vida se apagaba y la obligaba a dejarlo inconcluso en 1952. Aunque la demostración de su existencia sea que el capítulo 29, “Mi voluntad suprema”, fue leído en el balcón de la Casa de Gobierno aquel 17 de octubre, el documento sufrió un periplo parecido al que soportó su cuerpo embalsamado. La Justicia dictaminó en primera instancia que el texto es auténtico.
El 20 de octubre del año pasado, el juez Alejandro César Verdaguer, a cargo del Juzgado Nacional en lo Civil 101, emitió un dictamen en el que estableció que el escrito no era apócrifo, como lo manifestaban las hermanas Duarte, herederas de Eva. Pasaron más de diez años en los que Erminda y Amelia objetaron cada una de las pericias que se presentaban para demostrar la autenticidad del libro. En el fallo, el magistrado encontró que las pericias realizadas por los profesionales eran contundentes y veraces, y que bastaban para demostrar que el documento había sido escrito por Eva Duarte. “Las iniciales contenidas en el texto serán atribuidas a María Eva Duarte de Perón por cuanto así lo determinó el perito, y existen otros elementos de prueba que apuntan en esa misma dirección. En consecuencia, tendré a María Eva Duarte de Perón por autora de la obra Mi mensaje”, reza el fallo.
La edición que demandaron las herederas de Eva Duarte fue publicada en 1994 por la editorial Futuro, que era dirigida por Alberto Beto Schprejer, militante peronista que pasó por la cárcel como preso político entre enero de 1976 y junio de 1981. Beto Schprejer es explícito cuando se le pregunta el porqué de la publicación del libro: “Creo que es el eslabón perdido del peronismo. Si en los ’70 hubiésemos tenido el texto en nuestras manos, la historia podría haber sido otra. Evita dejó asentado que eran sus propias ideas las que plasmaba ahí. El nacimiento de los Montoneros tiene mucho que ver con la renovación de la Iglesia Católica en el Congreso Vaticano II. Y quizá con las críticas de ella hacia la Iglesia, aquella ‘juventud maravillosa’ hubiese pensado de otra manera si llegaba con este documento en su mapa ideológico”.
El original está compuesto por 79 páginas mecanografiadas, con unas pocas correcciones a mano hechas por un desconocido y rubricadas con las letras EP al pie. Estuvo en las sombras en manos del escribano de la Nación, Jorge Garrido, quien se lo llevó a su casa sin asentarlo en el inventario que los golpistas le habían mandado a hacer en 1955, pensando que lo destruirían. Cuando Garrido murió, en 1987, su familia decidió rematar algunas de sus pertenencias y publicó en el diario La Nación un aviso invitando al remate del documento. Convocaron al historiador Fermín Chávez para determinar la autenticidad del texto, quien a cambio pidió una copia para él, que publicó un tiempo más tarde. Aquella primera aparición de Mi mensaje no tuvo una repercusión importante en cuanto a circulación.
Schprejer asegura que fue casi de casualidad cómo se enteraron de la existencia del documento. “El dato llegó a partir de mi amigo y periodista Juan Salinas, que recibió la primera edición de manos de un compañero suyo con el que trabajaba en el diario Sur, Oscar Taffetani. Salinas como compilador y yo como editor decidimos poner en marcha el proyecto, agregando los textos que enriquecían la edición que nos habíamos propuesto.” Escritos de personalidades de la cultura –como el escritor Rodolfo Walsh, el sociólogo Horacio González, la periodista María Moreno y María Elena Walsh– cedieron sus derechos para acompañar el libro demandado.
El abogado de Schprejer, César Calcagno, también militante y preso político por peronista, posteriormente exiliado en México, tomó el caso como un paradigma. “Era una oportunidad para pasar a la ofensiva después de la dictadura y con el menemismo destruyendo todo, pero no teníamos pruebas que nos lleven a esclarecer el caso. Empezando por los testigos, porque sabíamos que Fermín Chávez iba a declarar, pero no Antonio Cafiero, que finalmente lo hace, pero por escrito. Teníamos que encontrar el libro original y solamente había indicios. Finalmente lo encontramos.”
El sociólogo y archivista especialista en peronismo, Roberto Baschetti, da cuenta de que “en la hipótesis de que el documento se hubiese publicado en aquel momento, se hubiera radicalizado el enfrentamiento porque es vox populi que cuando muere Evita el peronismo perdió su esencia revolucionaria. Perón era el estratega o el político, y ella era la que permanentemente alimentaba la caldera, con sus dichos y con sus acciones. Avalada por un libro de estas características, hasta el día de hoy, que pasaron más de cincuenta años, uno se conmociona nuevamente y entiende que es un alegato terrible contra las clases dominantes en este país”.
Hay un hecho en particular en el que se detiene Calcagno para mostrar hasta dónde llegó la dificultad para despejar el camino hacia la verdad. “Por dichos de algunos políticos y sindicalistas llegamos a saber que Jorge Antonio tenía en su poder el original del capítulo 29, ‘Mi voluntad suprema’, escrito a mano. Lo llamamos y se negó a entregarlo. Le mandamos una cédula judicial para que lo cediera a pedido de la Justicia, aunque sea para fotocopiarlo, pero él negó que tuviera nada. Sin embargo, unos años más tarde en el Correo Central, en una vitrina vimos una fotocopia de esta reliquia que al pie dice: ‘Original en poder de Jorge Antonio’”, explica el abogado.
La historia argentina insiste en empujar hacia el olvido algunos hechos, por lo que Schprejer extiende una invitación a los herederos de Eva para que “reconozcan la autenticidad del texto y autoricen la realización de una edición oficial bajo el patrocinio del Estado nacional”. Aún quedan apelaciones e idas y vueltas judiciales, pero la historia argentina necesita todos aquellos documentos que iluminen los puntos que todavía se encuentran oscuros para avanzar sobre la verdad histórica. Y, parafraseando a la autora de Mi mensaje, Schprejer dice que “donde hay una necesidad, hay un derecho”.
Informe: Julián Bruschtein.
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