Lunes, 22 de enero de 2007 | Hoy
El adolescente Ogun Samast confesó la autoría del crimen y declaró que no se arrepiente. Lo hizo porque vio en la web que Hrant Dink había escrito que “la sangre turca está sucia”.
Por Peter Popham *
La policía turca arrestó el sábado a Ogun Samast, un joven de 17 años del barrio Mar Negro en Trabzon, bajo la sospecha de haber matado a Hrant Dink, el ciudadano de ascendencia armenia más prominente de Turquía que asesinaron a sangre fría afuera del diario donde trabajaba el viernes pasado. El joven le dijo a la policía: “Leí en Internet que (Dink) había dicho ‘Soy de Turquía pero la sangre turca está sucia’, y entonces decidí matarlo... No me arrepiento”.
El joven se había convertido en el principal sospechoso del caso después de que su padre le dijera a la policía que lo había reconocido en la filmación del video de seguridad. La policía lo detuvo en el puerto de Samsun, en Mar Negro, cuando estaba viajando en autobús a Trabzon. Según informaron, todavía llevaba encima el arma.
Hrant Dink, de 53 años, fundó Agos, un semanario para la comunidad armenia en Turquía, en 1996, y desde entonces lo ha editado. Era la cara más famosa de esa comunidad y su muerte inmediatamente provocó protestas. Manifestantes conmocionados se reunieron frente a su oficina y cantaron: “Somos todos armenios, somos todos Hrant Dink”.
Lejos de ser un nacionalista armenio radical, Dink atacaba a los que intentaban politizar el antagonismo turco-armenio y hacía énfasis en la solidaridad de los turcos, con los que él convivía sin problemas. Cuando Francia aprobó una ley que ilegalizaba la negación del genocidio armenio cometido por los turcos, Dink había asegurado que él iría a Francia a negarlo. Pero fue el genocidio armenio y la insistencia de Dink de que los turcos enfrenten su culpa lo que llevó a su condena el año pasado por el delito de “insultar al sentimiento turco”, a cientos de amenazas de muerte y, finalmente, según parece, a su asesinato.
Dink ya lo veía venir. En un artículo publicado en su diario el día anterior a su muerte escribió: “En los pasillos de los tribunales los fascistas me atacaban con insultos racistas. Me llovían cientos de amenazas vía llamadas telefónicas, e-mails y cartas... Es claro que aquellos que querían aislarme y dejarme desprotegido lo han logrado. Mi computadora está llena de mensajes de odio y de amenazas de muerte”.
Sin embargo, Dink esperaba poder superar estas afrentas. “Puede parecer que estoy tan asustado como una paloma –escribió–, pero sé que en este país no se toca a las palomas. Las palomas pueden vivir en las ciudades, aun entre las multitudes. Un poco asustadas, tal vez, pero libres...” La amarga ironía es que Dink nunca dijo que la sangre turca estaba sucia. En el artículo por el cual lo condenaron, había exhortado a sus compatriotas armenios a “purificar su sangre del odio hacia los turcos”. En el juicio, Dink sostuvo que su artículo era un llamado a la paz. No obstante, los nacionalistas se inclinaron por condenarlo por su prominencia dentro de la comunidad armenia.
Su participación y exposición en los medios hicieron que su situación se volviera peligrosa, en un país en donde, a pesar de su tamaño y su pujanza económica, siguen siendo muy sensibles a cualquier tipo de humillación nacional.
Otros seis sospechosos habían sido arrestados al mismo tiempo en Samast y ayer fueron interrogados en Estambul. Los menores de edad muchas veces son contratados como asesinos a sueldo en Turquía porque luego son interrogados por los fiscales y no por la policía, y porque reciben sentencias más leves.
Reccep Tayyip Erdogan, el primer ministro turco, se apuró a condenar el asesinato de Dink. “Se disparó una bala contra la democracia turca”, aseguró el premier. Después del arresto en Samast, se comprometió a continuar con las investigaciones hasta el final. Pero fue el gobierno de Erdogan el que aprobó la ley que convierte en delito el “insulto al sentimiento turco” y todavía no la ha anulado, a pesar de haberlo prometido. Decenas de escritores e intelectuales han sido acusados con esta ley, incluyendo al novelista ganador del Premio Nobel Orhan Pamuk, aunque sólo Dink fue condenado hasta el momento.
Después del asesinato del periodista surgieron rumores de que el crimen podría hacer peligrar la eventual entrada de Turquía en la Unión Europea (UE). “Estoy sho-ckeado y triste por este acto de violencia brutal. Confío en que las autoridades turcas investigarán a fondo el crimen y condenarán a los culpables”, señaló Olli Rehn, el comisionado de la Expansión de la UE.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
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