Desde Salta

El sábado a la noche, en las vísperas del Tedéum que haría desfilar por primera vez a Cristina Fernández sobre la alfombra roja de una iglesia en condición de Presidenta, hubo una reunión que se mantuvo en secreto. Una cena que sirvió para preparar el terreno. La comida reunió a dos comensales: el secretario de Culto, Guillermo Oliveri, y el arzobispo de Salta, Mario Cargnello. La conversación había sido buscada por el Gobierno, en el Ejecutivo estaban inquietos ante la posibilidad de que el arzobispo hiciera una homilía muy crítica. Si la cena contribuyó a atemperar el contenido del sermón, eso no se podrá confirmar. Pero lo cierto es que en el Gobierno tomaron con agrado el texto que leyó Cargnello.

La homilía incluyó sólo algunos párrafos que podrían ser interpretados como críticos de la gestión Kirchner. “Una sociedad no crece necesariamente cuando lo hace su economía, sino sobre todo cuando madura en su capacidad de diálogo y en su habilidad para gestar consensos”, fue el párrafo más comentado. Otro que parecía encerrar cierta crítica volvía a reclamar la apertura del diálogo. “Nunca unos contra otros, porque el diálogo es un instrumento eficaz para convertir la crisis en oportunidad.”

El Tedéum también incluyó una novedad en medio de una tradición bicentenaria: además del arzobispo Cargnello, en la celebración participaron los religiosos de otros cultos Adolfo Barrionuevo (iglesia ortodoxa), Hugo Vergara (anglicana), David Thies (luterana), el rabino Marcelo Wajcer (comunidad judía) y el sheik Ibrahim Gabr (musulmán).

Cuando CFK apareció en el atrio, la gente detrás de las vallas le sacaba fotos. “¡Fuerza Cristina!”, “¡No aflojés!”, le gritaban. Esa euforia contrastaba con el rostro ceñudo de una mujer que sostenía un cartel improvisado. “Basta de odios, queremos vivir en paz”, decía. Consultada por Página/12, no quiso dar explicaciones. “Yo vengo tranquilita con mi cartel”, fue todo lo que dijo.