EL PAíS • SUBNOTA
- Banderas y globos. Como en todo acto con presencia peronista, la movilización al monumento a Güemes tuvo también una competencia no escrita por la capacidad de convocatoria, por el número y el color que aportaba cada agrupación. Detrás de la organización territorial Túpac Amaru, que forma parte de la CTA, también ranquearon las columnas que acompañaron a los dirigentes de Salta, Chaco y Jujuy. Entre las organizaciones sociales y juveniles, hubo una importante presencia de la Federación de Tierra y Vivienda, Barrios de Pie y Libres del Sur, Movimiento Evita y La Cámpora. De los dirigentes sociales, el único que asistió al Tedéum fue Emilio Pérsico, del Evita. “Yo preferí marchar con mis compañeros que habían hecho miles de kilómetros”, comentó, veloz para las chicanas, Luis D’Elía.
- Corneta JP. La columna de la agrupación creada por Máximo Kirchner reforzó su ingreso con una troupe de trompetas y redoblantes que desde la primera fila eran alentados por los dirigentes José Ottavis y Andrés Larroque. Los bronces estridentes que sonaban en Salta fueron los mismos que habían interrumpido el discurso de la Presidenta en la cancha de Almagro. “El de la corneta, por favor”, había protestado ese día CFK. Para que quedara claro cuál es su modelo de construcción política, Ottavis marchaba con una campera verde a la que le había bordado una letra J y una letra P en colores negro y rojo. Además de representar a Ñuls y Colón, el rojinegro supo ser el distintivo de la JP de los ’70.
- Lluvia de papelitos. Tras el paso de los manifestantes rumbo al monumento a Güemes, las calles de Salta quedaron tapizadas de unos volantes, tipo folleto, que el Gobierno ordenó imprimir para llevar adelante la “campaña de esclarecimiento”. Firmado por todos los movimientos nucleados en el Congreso de Organizaciones Sociales, el volante se propone explicar “qué hay detrás del lockout patronal agrario”. El efecto que provocó la lluvia de papelitos sobre la población salteña era difícil de mensurar. Más fácil fue comprobar el resultado que había provocado entre los propietarios de la pizzería de Caseros 64, ubicada frente al convento San Bernardo, reconstruido entre 1723 y 1726. En la puerta de la pizzería sus dueños habían colocado un cartel con la leyenda “viva el campo argentino”.
- Caras y voces. Nelly Estay, de 68 años, es una ama de casa que se pudo jubilar tras un trabajo arduo: 50 años de casada. Cuando le preguntaban por Cristina Fernández, la salteña no podía ocultar su adoración por la jefa de Estado. “¡La amo con toda mi vida!”, dijo a Página/12. Sobre el conflicto con los productores rurales, Estay decía compartir en todo la política del Gobierno. “El campo somos todos, pero no comparto que ahora sea tan invasor de las políticas de la Presidenta. Son ricos que quieren todo.” Margarita Matorras, de 61, también salteña y vecina del barrio Solidaridad de la capital, se mostraba menos enfática al hablar del lockout. “Hasta ahora no arregló nada pero tiene que arreglar. Si no, ellos van a vivir de paro.”
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