EL PAíS › OPINION

Atentado contra la democracia

Por Eduardo Sigal *

¿Quiénes dispararon contra la casa de Estela Carlotto? ¿Qué fines perseguían? Después del estupor y de la indignación por el brutal atentado estamos obligados a una reflexión profunda sobre su significado.
Naturalmente hay que seguir la huella de la actividad de Estela para armar una estrategia de esclarecimiento. Su actividad para la recuperación de jóvenes arrancados en su niñez de sus hogares por la dictadura, su lucha por la justicia en todos los frentes, su estilo inteligente y tolerante además de enérgico y cargado de convicción permiten construir el identikit ideológico de quienes la atacan. Tal vez convenga agregar a esta huella, más política que criminológica, la denuncia que la Comisión de la Memoria que preside acaba de hacer sobre la continuidad de los métodos dictatoriales que se observa en dependencias de la Policía bonaerense.
Pero el problema no termina en el quiénes y por qué dispararon contra la casa de Estela, sino en la proyección que esta u otras acciones de parecido tenor que pudieran producirse tienen sobre la precaria convivencia social y política que conserva nuestro país. Las fuerzas que producen acciones como ésta —según lo enseña una larga historia en la Argentina— no siempre se quedan en la amenaza o en la provocación. Hay momentos en que se deciden a matar... y matan. De manera que hay que registrar lo ocurrido como el probable surgimiento de un nuevo punto en la agenda de la política argentina: el de la acción violenta que apunta a una salida autoritaria a la larga y penosa crisis que vivimos.
No cualquier atentado abre esa nueva instancia política o su posibilidad. Pero en el acontecimiento de la semana pasada se conjugan dos elementos: la envergadura de la figura elegida como blanco del atentado y el clima de incertidumbre, angustia y rabia en el que vive nuestro país como producto de una prolongada saga de injusticias que no terminan de sucederse. El fracaso y la quiebra de un proyecto de país tiende a arrastrar en su caída el prestigio de la democracia y sus instituciones. Corremos el peligro de quedar atrapados entre la impotencia política de quienes conducen la república y los proyectos de restauración autoritaria que suelen montarse en atmósferas de inseguridad como las que hoy respiramos.
Para evitar esa tenaza hay que apropiarse de las enseñanzas de Estela Carlotto. En su lucha por los derechos humanos y por la justicia no puede señalarse claudicación alguna a la hora de poner en el centro el imperio de la ley, de la democracia y la convivencia pacífica entre los argentinos. Para ganarles a los terroristas hace falta energía, grandeza y generosidad. Es necesario que las personas y organizaciones democráticas libren esta batalla contra la violencia autoritaria concibiéndola como inseparable de la lucha por la justicia, la igualdad social y la renovación institucional. De ese modo podemos hacer que la crisis sea el preludio de transformaciones que profundicen la democracia y no de nuevas pesadillas de crimen y autoritarismo.

(*) Integrante de la Comisión Provincial por la Memoria y presidente del Bloque de Senadores del Frente Grande.

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