Mar 22.10.2002

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINION

Enamoradas

› Por J. M. Pasquini Durán

A veces un nombre, una fecha, otras apenas una intuición o un sueño, fueron suficientes para alimentar un amor tan inmenso que les dio fuerzas para enfrentar a los verdugos y acumuló ternura y alegría, no sólo puro dolor, para el momento del ansiado reencuentro. El tiempo las apura con su paso inexorable, pero la urgencia mayor es devolverles el sentido de verdad y de justicia a la vida de esos nietos que fueron arrebatados de la cuna o al nacer entre las tinieblas del terror. Cada una persigue una quimera individual pero en ese camino de ansiedades inenarrables es tanto lo que dieron a los demás que perdieron cualquier egoísmo individual, aun los más legítimos. Por eso, la conmemoración de 25 años en las vidas institucional y privadas de las Abuelas de Plaza de Mayo es un acto que las trasciende para convertirse en noticia de interés general y puede ocupar la primera plana por derecho propio, puesto que cada día pasado o por venir ha sido o será asunto urgente, de último momento. Abuelas de 25 años, en sus ojos relumbran la juventud interrumpida de sus hijos desaparecidos y el fulgor de enamoradas de los hijos de esos hijos, con la misión última de devolver la natural pertenencia a cada uno de ellos.
Por experiencia saben del desgarramiento por las pérdidas, inconsolables, y también aprendieron que los reencuentros son arduos al momento de producirse, tanto que más de una vez los que miran de afuera se preguntaron si valía la pena alborotarles los sentimientos a esos jóvenes que de pronto se encuentran con una historia que a lo mejor nunca imaginaron o simplemente presentían, como ráfagas de sueños o pesadillas. Es cierto: a veces la verdad y la justicia pueden atormentar a quienes las reciben, pero siempre son mejores que construir un destino sobre los cimientos de la mentira y la ignorancia. Quienes han logrado, gracias a la paciente ternura de abuelas y abuelos, reconciliar el presente con la memoria verdadera pueden dar fe de esa ganancia, que no se compra ni se vende.
En el balance de los 25 años hay columnas de fortalezas y debilidades. Venciendo todas las trampas de la impunidad, las Abuelas consiguieron que jerarcas de la dictadura que se creían a salvo, hoy sufran prisión, así sea en los límites de sus propios domicilios, pero sobre todo realizaron la quimera del reencuentro varias docenas de veces. El crimen de apropiación de niños es tan aberrante que nadie, ni los mismos verdugos, puede justificarlo. Sin embargo, en la columna de las debilidades hay que anotar las quebraduras de gobernantes y políticos que urdieron leyes o apelaron a excepciones constitucionales para perdonar a los imperdonables. Ahí también deben figurar los que han callado, los que apañaron, los timoratos y los indiferentes, los que saben o presienten pero prefieren la mentira, por interés o por la falsa creencia que la verdad hará más daño.
Como son historias abiertas, la sociedad todavía no tuvo oportunidad de cerrar el balance, pero cuando lo haga advertirá que estas abuelas apasionadas aportaron como pocos a devolverle a la comunidad el sentido de la ética y la decencia. Si en el futuro la impunidad deja de ser una norma del poder, habrá que contabilizar esos aportes como pilares sustanciales de una civilidad que renunció al rápido expediente de la justicia por mano propia, pese a los apuros del tiempo, para construir conciencia en la sociedad y demandar veredictos justos en tribunales no siempre confiables. Estas mujeres sencillas renunciaron a la venganza con una generosidad de espíritu que enaltece la memoria de los hijos y debería enorgullecer a los destinatarios de ese legado, sus nietos. Hoy en día que, gracias a la tarea de los perdonadores y de los indultadores, Argentina puede ser llamada “insignificante” o “republiqueta” por tantos motivos, el pueblo puede levantar la frente con orgullo, porque de su vientre emergieron las Abuelas de 25 años, paridas por la tragedia antinatural de sobrevivir a los hijos y militantes de la vida, a la que le siguen el rastro,infatigables, detrás de un nombre, de una fecha, de un presentimiento, de un sueño que en esta fecha, y siempre, merece el homenaje colectivo.

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