EL PAíS • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Luis Bruschtein
El clima mediático creado a partir del protagonismo que se da a los reclamos por la inseguridad y al conflicto con los productores rurales quiere sugerir una especie de cansancio de la sociedad con el tema de los derechos humanos. Muchos de los actores en esas dos cuestiones no han ocultado su antipatía por los juicios a los represores, e incluso algunos han defendido a los genocidas. Sin embargo, y a contrapelo de ese clima preponderante en los medios, si se suman los participantes en los dos actos que se realizaron ayer en Plaza de Mayo por el aniversario del golpe del ’76, más el festival musical del lunes frente a los Tribunales y todos los actos que se hicieron en las principales ciudades del país, podría decirse que la convocatoria popular para esta fecha crece, en vez de achicarse, a medida que pasa el tiempo.
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Para la misma hora que comenzaban a concentrarse las columnas de la marcha convocada por los organismos de derechos humanos se conocía el fallo de la Corte Suprema avalando la condena a Miguel Etchecolatz, el ex jefe de la Bonaerense durante la dictadura. Esa condena incluye la figura de genocidio y la advertencia de que los que cometieron delitos de lesa humanidad deben cumplir sus penas en cárcel común, independientemente de su edad. Algunos de estos puntos formaban parte de los reclamos más importantes sobre derechos humanos planteados en las dos marchas de ayer.
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Las dos marchas fueron bastante heterogéneas. En la primera, convocada por los organismos de derechos humanos, junto con muchas personas que no llegaron encolumnadas, coincidían sectores kirchneristas como el Frente Transversal, de Edgardo de Petri; el Movimiento Evita, de Emilio Pérsico, o La Cámpora, de Juan Cabandié, con sectores críticos no opositores, como Encuentro, de Martín Sabbatella; la CTA, que marchó con Hugo Yasky y Víctor De Gennaro, y el Movimiento Libres del Sur, el Partido Comunista y el Partido Humanista; y otros abiertamente opositores al Gobierno, como Proyecto Sur, de Pino Solanas. Hubo dos agrupamientos que llevaron las banderas rojas del Partido Socialista, el más numeroso, encabezado por Oscar González y Ariel Basteiro, más próximo al kirchnerismo, y uno más reducido del socialismo de la Capital, de Roy Cortina, ubicado en la oposición. También marchó un pequeño grupo que llevaba un cartel que decía “Juventud Radical, somos el juicio a las Juntas”.
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En la cabeza de esta marcha estaban los dirigentes de los organismos de derechos humanos, Madres Línea Fundadora, Abuelas, Familiares, Hijos, Serpaj, CELS y APDH, entre otros. El diputado Juan Carlos Dante Gullo y la titular del Inadi, María José Lubertino, acompañaron a la columna de los organismos de derechos humanos. Otra de las columnas de esta marcha estaba encabezada por Jorge Ceballos, de Libres del Sur, Sabbatella y Yasky. Por lo menos los dos primeros están impulsando una lista independiente en el distrito bonaerense junto con el Partido de la Solidaridad, de Carlos Heller, que competirá con las del Frente para la Victoria.
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Es común que en estos actos se sumen otras experiencias sociales, como los movimientos ecologistas, de los pueblos originarios o de género. Un grupo llevaba un cartel con el rostro de Eva Perón con una máscara antigás, que decía: “No al Ceamse en Ciudad Evita”. También hubo una nutrida agrupación de la Nación Diaguita, que desfiló con la bandera del arco iris haciendo sonar los erques y las cajas. En un corrillo discutían sobre cuál de los carteles exigía “más huevos” para llevarlo en la caminata. Algunos se inclinaban por el de la Juventud Radical, pero la mayoría votaba por un gran cartel que decía: “Putos peronistas, tortas y travestis del pueblo”.
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La confluencia de las dos marchas con poca diferencia de tiempo produjo algún desorden. En el primer acto, los organismos de derechos humanos terminaron de leer su documento cuando muchas columnas todavía no habían ingresado en la Plaza. Entonces subieron al estrado los animadores del acto siguiente, convocado por el Encuentro por la Memoria, Verdad y Justicia y partidos de izquierda, con lo que se mezclaron situaciones. Las columnas iban entrando y en vez de recibirlas, desde los parlantes les pedían que se retiraran. En ese momento recién estaban entrando las columnas de la corriente 26 de Julio, del peronismo revolucionario, las del PC, Libres del Sur y otras más que llegaban hasta la 9 de Julio.
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A pesar de que los actos hayan sido por separado, se supone que las agrupaciones políticas que participaron en ambos coinciden en su repudio a la dictadura y en el reclamo por la vigencia de los derechos humanos. A pesar de los diferentes círculos comunes de los concurrentes a cada acto, también coinciden en la dificultad para traducir esos niveles de identidad en expresiones políticas confluyentes. Pese a su capacidad de movilización, siguen siendo pequeños partidos o agrupamientos que, con pocas excepciones, no alcanzan a lograr representaciones políticas legislativas o electorales importantes. Solamente alcanzan fuerza para promover sus planteos cuando logran coincidencias como la de los actos de ayer.
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En la cabecera de la segunda marcha estuvieron Adriana Calvo, de la Asociación de ex Detenidos-Desaparecidos, y Adolfo Pérez Esquivel. El dirigente del Serpaj fue el único que estuvo en la cabeza de las dos marchas. El grupo de Proyecto Sur también fue el único que participó en los dos actos. En esa cabecera también estuvieron dirigentes de los partidos de izquierda, de la FUBA y de decenas de comisiones de derechos humanos de barrios y centros estudiantiles que integran el Encuentro Memoria, Verdad y Justicia.
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Para estos partidos de izquierda –PO, MAS, MST, PCR, PTS y otros–, que tras las grandes movilizaciones del 2002 y 2003 quedaron al margen del escenario político ocupado por la confrontación entre el oficialismo y la oposición, el acto por el 24 de marzo constituye la oportunidad de mostrar su fuerza de movilización y llevaron columnas nutridas, aunque menos que en los actos del 2002 y 2003.
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En este espectro, la coincidencia mayor es que todos son opositores al Gobierno, que se llevó el protagonismo central en las consignas de los manifestantes. En la mayoría de los casos las consignas no diferencian al Gobierno de la oposición de derecha y los engloban como un solo cuerpo. Pese a ese pequeño detalle, la puja central del escenario político, entre el Gobierno y esa oposición, se filtra irremediablemente y les genera problemas, como sucedió con el lockout de los productores agropecuarios. Mientras que agrupaciones como el PO, el PTS o el MST lo analizaron como un conflicto interburgués y se corrieron a un costado, otras agrupaciones, como los trotskistas del MAS y los chinoístas del PCR, respaldaron en los hechos los reclamos más retrógrados de la Mesa de Enlace. Los chinoístas incluso sellaron una alianza con el ala más derechista de la Federación Agraria, expresada por Alfredo De Angelis. En una lógica de izquierdas y derechas, en la práctica se pusieron a la derecha del Gobierno.
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