EL PAíS • SUBNOTA › LEóN GIECO CERRó EL FESTIVAL DE LA CANCIóN SOCIAL
La Asociación de Madres de Plaza de Mayo realizó cuatro jornadas de Pasión y Lucha en la ex ESMA para recordar los 33 años del golpe. El recital con el que culminó el evento juntó unas diez mil personas en repudio a los represores.
› Por Cristian Vitale
“Vale la pena vivir para ver esta lucha.” Contundente, León Gieco sintetizó un sentir colectivo: el que se vivió ayer en la ex ESMA cuando le tocó cerrar, junto al grupo Arbolito, el Festival de la Canción Social organizado por el ECuNHi (Espacio Cultural Nuestros Hijos), dirigido por Teresa Parodi, y la agrupación de artistas Talastilla. Diez mil personas, frente a él, rindieron el mejor homenaje posible a los que allí, en ese antro de la tortura y la muerte, perdieron la vida por lo mismo que ahora Gieco quiere vivir para ver: la lucha.
En ese momento llegaban a su culminación las Cuatro Jornadas de Pasión y Lucha con que la Asociación de Madres de Plaza de Mayo recordó el 33 aniversario del Golpe. “La ESMA es el lugar más emblemático que tiene el país para decirles (a los represores) que les ganamos –explicó Hebe de Bonafini, titular de la Asociación–. Estamos acá porque sentimos que esto es propiedad de nuestros hijos y de nosotras. Es algo que nunca imaginamos que iba a pasar.”
Luz en la ESMA... así fue ayer. Luz y sonido, aunque la conjunción no fuera igual, en intensidad, a la que irradiaba el escenario principal del Quilmes Rock a unas cuadras nomás, sobre Libertador. Un austero escenario, pequeño, con luces parecidas a aquellas que iluminaban las peñas en los clubes de barrio. Y con un sentimiento parecido. Desde el corazón.
El final del festival, la cuarta jornada, estuvo signada por una presencia multitudinaria –que al momento de subir Gieco llegaba al cordón de la Avenida Libertador– y las actuaciones del trovador Sergio Lobo, El Portón, Arbolito y el crédito de Cañada de Rosquín, que llevó a parte de los chicos de Mundo Alas –protagonistas de su película que se entrenará formalmente mañana– y con ellos entregó un recital también austero, también emotivo. Muy emotivo. “La colina de la vida” y “El fantasma de Canterville”, junto a Alejandro, uno de los actores; la bellísima “Canto en la rama”, de Leda Valladares; y esa que todos querían escuchar: “La Memoria”, por la urgencia de la hora. Por tiempo y espacio. Desde el borde del escenario hasta el final del larguísimo y terrible pasillo que comunicaba a los ‘dueños’ del Liceo militar con el afuera, miles de gargantas se hicieron una sola... “Fue cuando callaron las iglesias / fue cuando el fútbol se lo comió todo / que los padres palotinos y Angelelli / dejaron su sangre en el lodo”.
Unos trepados a los árboles inmensos; otros sobre el cordón de la larga calle interna, tomando mate o comiendo un sandwich casero; en las veredas o sobre las turbias ventanas que ahogaban gritos. Ya no. “América con almas destruidas / los chicos que mata el escuadrón / suplicio de Mugica por las villas / dignidad de Rodolfo Walsh”, y los brazos levantados en V. Gieco llegó al cenit al hurgar en la memoria colectiva. Pero también en el presente. El tono político, ayer, no estuvo dado solamente por el festival en sí –su aura, su propósito–, ni por las banderas de la Juventud Universitaria Peronista o de “La Cooke” elevadas entre el público, sino también por otra urgencia de la hora. “Las causas a los represores están muy lentas –denunció con razón Hebe Bonafini–. Hay muy pocos detenidos, sólo 49 de miles de acusados. Lo que pasa es que hay muchos jueces de la dictadura que no quieren que los condenemos y cajonean las causas”.
“La película –Mundo Alas– es como un bálsamo espiritual ante los campesinos que cortan las rutas o esos que piden la pena de muerte”, definió León. Hebe, antes de que Arbolito suba a escena, también resaltó que “hay que poner el cuerpo y la cabeza en esta lucha”, y el grito no se hizo esperar: “Hay que saltar, el que no salta es gorila y liberal”. Y siguió: “Los que están al borde de las rutas son los mismos que pidieron las dictaduras... ¡que se presenten a ver si los votan! No les vamos a permitir entrar por la ventana al gobierno. Es la primera vez que se nos permite discutir qué país queremos. Miren cómo los grandes medios manijean el tema la inseguridad. ¡Hay que apagar la televisión!”, pidió, y el histórico “Madres de la Plaza, el pueblo las abraza”, estalló entre los inmensos pabellones.
Después subió Arbolito. Luz y también fiesta en la ESMA. La muy buena banda de folklore rock brindó un recital despierta cuerpos. Mucho baile, ritmos latinoamericanos y banderas de los pueblos originarios flameando, cerca de las hojas. “Junto a la Madres, estuvo siempre un luchador”, dijo Ezequiel Jusid, sobre Osvaldo Bayer, y el grupo lo evocó a través de su canción homenaje: “Osvaldo” (“Cuantas cosas / que se saben por vos”). Otro Osvaldo –pero con w en lugar de v– homenajeado fue Guayasamín, el pintor ecuatoriano muerto en 1999. A través de una pantalla chica, casi artesanal, los organizadores retransmitieron un documental en el que Fidel Castro lo define como un gladiador de la dignidad humana. El evento fue transmitido en vivo por AM 530 –la radio de las Madres– y también propuso una muestra de pinturas elaboradas por los docentes de plástica del ECuNHi. “Todos somos los 30 mil y los 30 mil somos todos”, reprodujo ante el micrófono Pedro Lanteri, director de la emisora y ocasional presentador, en una noche estrellada y como fue dicho, “de lucha y pasión”. El postre fue dulzón: Gieco se copó con Arbolito, el cope fue recíproco y ambos, él y ellos, hicieron que el 33º aniversario del golpe militar se transformara en una alegre canción de esperanza hacia el futuro.
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