EL PAíS • SUBNOTA › LA PRESIDENTA, DE LA CASA ROSADA AL CABILDO CON LOS INVITADOS EXTRANJEROS
Fue un trayecto rodeado de cámaras, militantes y simpatizantes para ver la proyección de imágenes sobre la historia argentina en la fachada del Cabildo. Los cantitos del palco oficial del desfile central.
› Por Fernando Cibeira
En la onda de los edificios convertidos en pantallas 3 D, la fachada del Cabildo sirvió ayer para que Cristina Kirchner y los presidentes invitados vieran una impactante recreación digitalizada de los 200 años de historia argentina. A Néstor Kirchner –que a veces las cosas modernas un poco lo marean– le gustó: se lo dijo a su amigo Carlos Kunkel cuando terminó. Los presidentes visitantes no quitaron la vista de la proyección y aplaudieron contentos.
Era una idea arriesgada y se cumplió no sin dificultades. Luego de la ceremonia en el Salón de Patriotas Latinoamericanos, los presidentes saldrían por la puerta principal de la Casa Rosada y caminarían por un sendero vallado todo a lo largo de la Plaza de Mayo hasta el Cabildo para presenciar la proyección. El problema fue que ya desde Gobierno salieron envueltos en una nube de cámaras más otros curiosos que se agregaron hicieron el traslado muy dificultoso y desordenado.
La gente llevaba esperando en la plaza un buen tiempo, en perfecto orden. Se notaba una preponderancia de público militante, aunque también había muchos chicos con sus banderitas. Cuando por los parlantes que transmitían la ceremonia que se celebraba adentro de la Casa Rosada el locutor leyó que se descubrirían cuadros de patriotas del continente, los que se llevaron los mayores aplausos fueron el Che Guevara, Salvador Allende y Sandino, si descontamos los locales Belgrano, San Martín, Perón y Evita.
Hugo Chávez también estuvo entre los ovacionados pero una vez en el tumulto de la salida, el venezolano caminó por un costado y –más bajo– pasó casi desapercibido entre la gente que se desesperaba por sacarles fotos a los jefes de Estado. Cristina Kirchner marchaba al frente saludando sonriente. Cuando llegó el momento de acomodarse sobre el escenario colocado frente al Cabildo, los presidentes quedaron muy lejos de la ubicación que estaba marcada en el piso. Se ubicaron donde pudieron. “Video mapping” aseguran que se llama la técnica, moda en este Bicentenario si se tiene en cuenta que también fue la atracción de la ceremonia de apertura del Colón. El Cabildo tenía cerradas sus puertas y ventanas y gracias a la proyección se iba transformando de manera sorprendente. Empezó con unas figuras voladoras que se fueron transformando en los habitantes del antiguo virreinato que pedían un gobierno patrio. De 1930 había un salto al peronismo que, por cierto, se ganaba el protagonismo de la filmación. Cuando apareció Arturo Illia, fue aplaudido, igual que Raúl Alfonsín. Una de las pocas voces que se escuchó fue el fragmento de una entrevista al padre Mugica en el que celebraba el triunfo del peronismo en el ’73. Luego el golpe, los desaparecidos, el retorno democrático y un pase a un abrazo de Néstor y Cristina Kirchner que coincidió con la imagen de varios presidentes latinoamericanos que se encontraban mirando la proyección. El cierre fue con muchas caras de ciudadanos comunes, que tapaban con un cartelito con el nombre de su localidad y que, dado vuelta, se transformaba en la bandera argentina. Fin.
Lo que siguió no fue menos arriesgado que lo anterior. Los presidentes también hicieron a pie el trayecto hasta el palco ubicado sobre Diagonal Norte, desde donde presenciarían el desfile del Bicentenario. De nuevo el desorden y el fervor callejero. El ecuatoriano Rafael Correa se separó del resto y accedió a sacarse fotos con quienes se lo pedían, con lo que quedó rezagado. “¡El tumulto, el tumulto!”, comentaba risueño Chávez las condiciones en que debían realizar la caminata. A los presidentes se los veía asombrados entre el fervor de la gente y las dificultades para moverse. Para cuando llegó el momento de subir al escenario valía más tener experiencia de rugbier que una credencial habilitante. Tanto fue así que muchos invitados especiales prefirieron seguir el desfile desde la calle, claro que en una privilegiada primera fila.
Frente al palco se habían congregado agrupaciones kirchneristas que dedicaron cantitos para Evo Morales y Correa. Cristina Kirchner trataba de pasar el sofocón con su abanico negro. Kirchner le hacía comentarios a Lula, a quien siempre eligió tener cerca. La hinchada se acordó –no bien– del vicepresidente (“Andate Cobos, la puta que te parió”) y del jefe de Gobierno porteño (“Es para Macri que lo mira por tevé”). Los Kirchner no hicieron ningún gesto.
Luego de un rato de espera comenzaron a llegar las carrozas, la primera dedicada a los pueblos originarios. Las gargantas tomaron temperatura cuando pasó la referida al Cruce de los Andes, con una Marcha de San Lorenzo entonada con mucho entusiasmo por los funcionarios que habían quedado debajo del escenario. Pero la nota la dieron el secretario de Comercio, Guillermo Moreno, el titular del Comfer, Gabriel Mariotto, el viceministro de Economía, Roberto Feletti, y el dirigente Luis D’Elía, cuando pasó la carroza sobre la Vuelta de Obligado. “El que no salta es un inglés”, arrancaron los cuatro, y se prendieron todos.
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