EL PAíS • SUBNOTA › LA CENA EN EL SALóN BLANCO DE LA CASA ROSADA
La Presidenta alzó la copa por “la Patria, el pueblo” y la “lealtad”. Chávez y el secretario general de la OEA estuvieron en la mesa principal. Participaron políticos, empresarios y figuras de la cultura.
› Por Fernando Cibeira
“Hemos logrado darles reconocimiento a millones de argentinos anónimos que han participado en la calle de estos festejos”, celebró la presidenta Cristina Kirchner al filo de la medianoche en el brindis de la cena de gala que ofreció en el Salón Blanco de la Casa Rosada, el acto que le pondría punto final a las celebraciones oficiales por el Bicentenario. Tres deseos propuso la Presidenta al alzar la copa: “la Patria, el pueblo y porque cada uno de nosotros, desde cada lugar que nos toque desempeñar nuestra tarea, se haga con lealtad a esa Patria y a ese pueblo”.
Los tiempos se fueron estirando demasiado: la cena de gala que estaba prevista para las 22 comenzó a las 23.45 y se calculaba que culminaría a eso de las 3 de la madrugada. Por eso, la mayoría de los jefes de Estado que vinieron de visita optaron por retornar a sus países una vez que concluyó el extenso desfile del Bicentenario. Sólo Hugo Chávez se mantuvo al pie del cañón. “Se desataron los nuevos tiempos en Argentina, aquí no hay vuelta atrás. Hace siete años Fidel me dijo aquí: ‘Buenos Aires huele a revolución’”, dijo el venezolano al ingresar a la Casa de Gobierno. Chávez reconoció que le costaba “calibrar” lo que había visto en el desfile pero que le gustó.
Chávez se sentó a la diestra de la Presidenta, del otro lado quedó el secretario general de la OEA, el chileno José Miguel Insulza. En la mesa principal también estaban Néstor Kirchner y el secretario iberoamericano, Enrique Iglesias, casi un colega del ex presidente ahora que es secretario de Unasur. A falta de presidentes había muchos gobernadores, ministros, funcionarios y legisladores. El jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, cumplió al participar junto a su novia Juliana Awada. Lo sentaron en una mesa lejana de la principal y quedó a espaldas de la ubicación de la Presidenta. Tal vez en la noche cruzaran algún saludo.
Cristina Kirchner había cambiado de ropa luego de la larga jornada, que incluyó unos movidos pasos de baile durante el Desfile del Bicentenario. Se engalanó con un vestido negro y se recogió el cabello. La Presidenta sostuvo que había vivido “momentos francamente inolvidables” durante los festejos y subrayó la presencia de “millones y millones de argentinos que todavía están en las calles”. Efectivamente, a esa hora todavía una multitud seguía el espectáculo musical sobre la 9 de Julio a la espera del cierre con Fito Páez. Cristina Kirchner se congratuló que en el encuentro los políticos fueran minoría en relación con los representantes de la sociedad. “Es una buena representación de la sociedad”, aseguró.
Nuevamente entonaron el Himno Nacional. Esta vez interpretado por el cuarteto de cuerdas Gianno y cantado por el cuarteto vocal del Teatro Colón. El menú consistía en un autóctono plato de carne –ojo de bife o cordero patagónico– que se podía acompañar con un malbec o chardonnay de Luigi Bosca, de postre había mouse de maracuyá.
Los invitados a la cena ingresaban por la explanada de la calle Rivadavia derecho al Patio de las Palmeras, donde lo esperaban con una bebida y un entremés. Chávez se entretuvo dialogando con el ex vicepresidente Carlos “Chacho” Alvarez –llegó con Soledad Silveyra, desmintiendo rumores de pelea– y el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González. Como en un monólogo de Tato Bores donde los personajes se cruzan mientras pican algún canapé, por al lado les pasó Enrique Pinti llevando de la mano un hombre mayor imposible de reconocer a lo lejos. Los comensales llegaban muchas veces de a dos, como el ministro de Economía, Amado Boudou, y el legislador porteño Juan Cabandié, que saludaron a quienes estaban antes que ellos en la fila, el gobernador Daniel Scioli y su esposa Karina Rabolini, con un escote en la espalda que generó comentarios.
Por el patio ya se desparramaban los invitados en grupos. Entre los empresarios de medios que asistieron estaban Jorge Fascetto, de Diario Popular, Carlos Lorefice, de Canal 9, Oscar González Oro, de Radio 10, Jorge de Luján Gutiérrez, de Editorial Atlántida y el presidente de la sociedad Página/12, Jorge Prim.
El ministro de Trabajo, Carlos Tomada, conversaba con el presidente de la AFA, Julio Grondona. La actriz China Zorrilla esperaba sentada que comenzara el evento, el gobernador salteño, Juan Manuel Urtubey, conversaba con un conductor radial, el diputado Ricardo Alfonsín con el historiador Pacho O’Donnell, por ahí andaban el modisto Gino Bogani y la modelo Valeria Mazza. El secretario general de la CGT, Hugo Moyano, y el periodista y presidente del CELS, Horacio Verbitsky, también fueron de la partida. Se calculaba que participaban unos 200 invitados.
Por las mesas, algunos cambiaron su ubicación original. El canciller Jorge Taiana quedó junto a su par venezolano Nicolás Maduro, el filósofo Ricardo Forster, el historiador Felipe Pigna y el escritor Alejandro Dolina compartían lugar, lo mismo que el diputado Martín Sabbatella y el secretario general de la CTA, Hugo Yasky. En cambio, el dirigente Luis D’Elía prefería emprender la retirada. “Esto se hizo muy lungo, yo me voy a descansar”, anunció.
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