Martes, 29 de marzo de 2011 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Alberto Szpunberg *
1. f. Congoja, pena, tormento o aflicción moral. 2. f. Persecución o adversidad que padece el hombre.
Esa es la definición que la Real Academia sanciona o, para no cargar los tantos ya que hay tantos susceptibles, es la definición que la Real Academia ofrece o sugiere o propone para la palabra “tribulación”. Claro, no es lo mismo la acepción 1 que la 2. La primera remite al mundo de las ideas, de los afectos, de las alucinaciones, de esa sangre que nunca llega al río; la segunda, a los 30 mil padecimientos en carne y hueso de la humanidad. Convengamos, por favor, en que la tragedia de Japón (miles y miles...) y en la de Libia (la ONU ya acaba de legalizar el crimen...) y, para no irnos tan lejos (¿lejos de dónde?), la de los predios ocupados que enfrenta a pobres contra pobres en Villa Soldati, son todas tribulaciones que pertenecen a la acepción 2; en cambio, la inminencia del Visitante, a la 1, y ni tanto ni tan siquiera. ¿En cuál de las dos acepciones ubica cada uno sus “tribulaciones”? That is the tribulation...
Todo esto viene a cuento, y nunca mejor dicho, porque, tratando de seguir las tribulaciones –por momentos, con perdón, gallináceas– que la inteligencia argentina padece en estos días ante la inminencia del Visitante –tácticas y estrategias, tomatazos sí, tomatazos no, indiferencia, juego de tensiones, bombitas de mal olor y retirada, boicot, declaraciones, dar la espalda...–, me acordé de un libro que leí de chico: Tribulaciones de un chino en China, de Julio Verne. “Cuánto hace que no leemos a Verne –me dije–, ni al mosquetero Alejandro Dumas, ni al sandokánico Emilio Salgari, ni a Colt Miller, el Justiciero...”, ni a tantos más que, allá lejos y hace tiempo, nos dieron el suficiente toque de aventura como para imaginar con el tiempo tantas maravillas: “sólo el pueblo salvará al pueblo”, “sólo la organización vence al tiempo”, “los importante es ser libres”, “el futuro es nuestro por prepotencia de trabajo”... Hasta la Revolución, che, esa que, pese a todos los fracasos en todo el mundo, sigue siempre pendiente.
El argumento de la novela de Verne es más laberíntico que las tribulaciones de un intelectual argentino en la Argentina ante la inminencia del Visitante. Vean si no: un chino rico llamado Kin-Fo reside en Shanghai. ¡Ah, Shanghai! ¿Quién no soñó alguna vez ante la palabra “Shanghai”? Bueno, nada menos que en Shanghai el maestro Wang condena duramente a Kin-Fo por no tener tribulaciones y, a la vez, por no haber vivido una vida plena, pese a tenerlo todo. Kin-Fo cree en cambio que su vida es muy aburrida a pesar de su fortuna y de estar a punto de casarse con la bellísima Lu. ¿Quién no se enamoró alguna vez de una bellísima Lu? Bueno, confío en que alguno, acaso vos, lector anónimo, seducido por la belleza y sin mayor interés que la belleza, vuelvas a ojear buena literatura.
Y hablando de buena literatura, el Visitante es realmente bueno, muy bueno, tanto como, en lo político, es un mamarracho. La prueba mayor de ello no son sus ideas reaccionarias, sino precisamente su soberbia, su agresividad, su narcisismo, su omnipotencia, que tanto huele a boom, a editoriales fuertes, a monopolios mediáticos, a academias suecas, hasta a un título de nobleza estrafalario que acaba de regalarle el rey de España. Pero repaso la lista de los atribulados intelectuales argentinos y, francamente, muchos no saben a mucho mejor o esencialmente distinto. Eso, no saben y, por lo tanto, disimulan: es fácil ser nacionales y populares ante nuestros pares; es difícil serlo en Villa Soldati, donde el impar es ley de vida. Y es comprensible. Algunos atribulados me conmueven y me recuerdan mucho a Kin-Fo. Por eso, ante la inminencia del Visitante, no olvidemos que, finalmente, Kin-Fo tiene que esconderse de una secta, cosa que sólo con gran esfuerzo consigue, y es en ese esfuerzo donde encuentra el verdadero significado de la vida. ¿Sabremos nosotros hacer el mismo esfuerzo que Kin-Fo? ¡Por los ojos de la bellísima Lu!, habría que ser Julio Verne para saberlo y nunca Visitante, ni siquiera en la intimidad del espejo, en la tertulia de los pares.
Para terminar, en las dos acepciones, la Real Academia no se olvida de poner la letra f, que señala el género femenino del nombre. Esta f es toda tuya, Cristina, ya que, en medio de tantas “tribulaciones”, tuviste la intervención más sensata. Si te presentás, te voto, y por pura alegría. También, muchachos todos y muchachas todas, por tristeza. Porque, ¿qué quieren que les diga?, en medio de tantas “tribulaciones”, muy silencioso y solo, se nos murió Viñas.
* Poeta
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