Jue 26.05.2011

EL PAíS • SUBNOTA  › MáS DE CUATRO HORAS DE MúSICA FRENTE A LA CASA ROSADA

La Plaza desbordó de canciones

Hubo un espectáculo de Pipo Pescador y un homenaje a María Elena Walsh. Víctor Heredia, Soledad y Los Pericos, entre muchos otros, participaron del festejo. También se proyectaron videos sobre el cruce de los Andes, luchas obreras y la deuda externa.

› Por Facundo García

Bajo el lema “tenemos historia, construimos futuro”, más de cuatro horas de show dejaron claro ayer que los festejos por el “Bicentenario más uno” serían la continuación del recambio anímico iniciado el año pasado. Desde el espectáculo infantil de Pipo Pescador a las canciones de Víctor Heredia y el revoleo folklórico de Soledad, los géneros se volvieron tan mestizos como las miles de familias que se acercaron a Plaza de Mayo para disfrutar de una tarde que pintaba lluviosa pero mejoró, haciendo posible un modo de celebrar, ya marca del kirchnerismo.

El arranque se retrasó por cuestiones climáticas. Sin embargo, a las 16.30 Ernestina Pais y Martín Jáuregui –que con Alejandro Nagy se ocuparon de la conducción– largaron con un homenaje a María Elena Walsh. Se repartieron micrófonos entre el público y varios papás entonaron con sus hijos clásicos como “El twist del mono Liso” y “La cigarra”. Algunos afinaban, otros producían más inquietud que simpatía. Pero –como dijo Pais– lo importante estaba “en participar”.

El cronograma organizado por la Presidencia y la Secretaría de Cultura de la Nación era extenso. Se proyectaban videos acerca del cruce de los Andes, las luchas obreras y la deuda externa y los más chiquitos estallaron en euforia al divisar a Pipo Pescador, Las Pepas y el Sapo Pepe. Eran las cinco de la tarde: a la izquierda del escenario, los pibes de La Cámpora le reclamaban al batracio que se integrara al movimiento popular. “Borombombón/borombombón/el Sapo Pepe/es de Perón”, insistían. Tanto, que consiguieron que el personaje les hiciera la “ve”.

Difícil pensar en un contraste más acentuado que el que se vio cuando al bajar la troupe del sapo, Las Pepas y el propio Pipo subieron a escena los muchachos de La Clase K, un grupo de militantes de Alejandro Korn que le cantan al proyecto nacional. Chicos de barrio, cortes de pelo con cresta, gorrita y ropa cumbianchera. Las primeras notas del himno –interpretadas con un pianito de cumbia– preludiaron versos como “somos de la gloriosa/juventud peronista/somos los herederos/de Perón y de Evita”, que generaron bailecitos y también risas al compás del ritmo tropical.

Músicos con Cristina es un grupo de artistas que apoyan al Gobierno que también tuvo su espacio. Mavi Díaz, Isabel de Sebastián y Fena Della Maggiora, entre otros, fueron calentando el atardecer, en tanto que a Leo García le bastó su guitarra criolla y una banda mínima para convertir el exterior de la Casa Rosada en una discoteca. “Hablás de mí” y “Reírme más” confirmaron que había ganas de sacudirse. “Vamos a reírnos más –insistió García–. Con Néstor en el corazón y por un pueblo más feliz.”

Charo Bogarin –tataranieta de un cacique guaraní y cantante de Tonolec– se floreó con un vestido ultramoderno y su particular estilo vocal, con el que sacó lustre a “Indio Toba” y “Cinco siglos igual”. Ya con el sol en retirada, tomaron la posta Raúl “Tinta Brava” Castro y sus compañeros de la murga uruguaya Falta y Resto. La actuación de los orientales tuvo tramos emotivos, especialmente cuando flotó por la Plaza el dolor que se vive en la otra orilla por no haber podido dejar sin efecto las leyes de caducidad que protegen a los genocidas: “Rioplatenses/ hay algo que nos une/ en el dolor de un tango/ que no puedo olvidar/los dos pueblos exigen/ saber qué ha sucedido/ con sus hijos queridos/ que falta encontrar”.

Por su parte, Los Pericos tenían mucho que festejar. Su bajista, Gastón Gonçalves, fue querellante en el juicio en el que se condenó recientemente a Luis Patti. Y así, entre Jamaica Reggae y Home Sweet Home se armó una fiesta que no dejó a nadie afuera y que permitió ver cuánta gente seguía llegando.

Ocho y media de la noche. Los lentes oscuros de Guillermo Novellis hicieron imposible la confusión: ahí estaba La Mosca. Los hits fueron acumulándose para que la reunión alcanzara su punto más pachanguero. Era tiempo de matizar. Por eso Víctor Heredia quiso salir a “compartir con el público lo que hemos ido construyendo desde hace mucho”, e interpretó sus composiciones más conocidas. “Sobreviviendo”, “Ojos de cielo” y “Mara” sirvieron para ir arrimándose al final. El cierre estuvo a cargo de Soledad. A pura chacarera, aunque sin la omnipresencia de los ponchos que supo imponer en otras épocas, la de Arequito ofreció lo que miles habían estado aguardando. La viajera, un éxito que habla de tener el corazón celeste y blanco, le puso el moño a la jornada. “De celeste aunque me cueste algún dolor. Ser feliz a veces cuesta”, lanzó “la Sole”. La multitud sabía de qué estaba hablando.

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