Jue 26.05.2011

EL PAíS • SUBNOTA  › OPINIóN

Qué cambió con los festejos del Bicentenario

› Por Norma Giarracca *

Quienes “miden” la opinión pública dedican mucho tiempo a discutir cuándo los sectores medios comenzaron a acercarse a la propuesta del gobierno nacional. “Medidas concretas” versus “cambio de imagen” de la Presidenta, portando tristezas y legados, aparecen una y otra vez. No soy especialista en opinión pública o en mediciones de popularidad e intención de voto. Sin embargo, tengo un largo entrenamiento para captar situaciones dentro de procesos de mediana duración, que aparecen como novedosas y pueden convertirse en un hito, en “un antes y un después”. Una primera práctica para lograrlo es “estar allí” en medio de la situación, vivenciarla con todos, zambullirse en las energías colectivas...

Aquellos días del 21 al 25 de mayo de 2010, algo ocurrió en la Ciudad que nos reconcilió con nuestro presente, que nos aceptó como aquellos que habíamos salido en 2001-2002 para terminar con todo (como hoy los españoles, los egipcios...) y nuevamente estábamos en el espacio público pero en otras circunstancias. La calle fue distinta y contagiosa; aun con los “peligros” anunciados por los medios, salíamos, todos estuvimos en algún momento en la calle y observamos esos escenarios, esos artistas, esas multitudes como parte de un “nosotros” precario, complejo, pero ese “nosotros” al fin que tanto nos cuesta reconocer cuando hablamos de “este país”.

Hubo buena oferta artística, cada uno encontró su música, su canto, su ritmo; para unos volver a escuchar en vivo a Horacio Salgán fue como un gran regalo de los festejos; para otros fueron Soledad, Gieco, el rock... Pero, más allá de los artistas y las multitudes que se renovaban por millones, lo significativo fue que se supo recuperar una mirada de nuestro pasado, desde el fondo de los tiempos hasta la siempre fuerte presencia de las Madres, hasta el “hoy”, con el que gran parte de los argentinos se siente identificada o escuchó a padres o abuelos sentirse identificados y orgullosos. Imagen que es mezcla de país inmigrante, agricultor, trabajador, laborioso, que reivindicó el radicalismo de Yrigoyen o Alfonsín y esa otra Argentina oscura, marginada, subalternizada pero visibilizada, dignificada por el peronismo de Juan y Evita Perón. Esa memoria de “mediano plazo” es la que todavía cuando se activa produce identificaciones; produce rechazo al país subordinado, europeizante; a la economía del reinado financiero, del enriquecimiento fácil; a la mediocridad cultural, a “los nenes de papá” que tantos tangos burlan y critican.

El otro acierto de los organizadores fue no producir una capitalización inmediata llenando la ciudad de propaganda política; la imagen de orgullo y felicidad, que hasta se traducía en un danzar presidencial y un ex presidente admirado por el logro de su compañera, cautivó a propios y ajenos; fue la simple pero fuerte imagen política de los eventos. Había que ser muy necio para no reconocer el acontecimiento cultural político que allí ocurría. O había que carecer del mínimo sentido político para no darse cuenta de que, a partir de allí, algo en el nivel de la relación entre el Gobierno y la sociedad cambiaría.

Por supuesto, luego vinieron medidas económicas redistributivas importantes, cambios en la estrategia comunicacional, expansión de derechos y el triste episodio de la muerte de Néstor Kirchner; pero insisto, a mi juicio, el hito estuvo en esos días de mayo cuando un grupo de asesores de la Presidenta recuperó esa historia y la tradujo en hechos artísticos de alta calidad y habilitó compartirla; historiografía que no sólo desplegó procesos positivos y negativos del siglo XX, sino sus principales resistencias. Por último, de los 19 cuadros de Fuerza Bruta, el último, el “futuro”, fue donde se “coló” un imaginario de sociedad en el que reside mi mayor disidencia con el Gobierno. Pero eso es “otro cantar”. Lo que vale en este aniversario es discutir sobre qué habilita la identificación mayoritaria a un proyecto. ¿La gran confrontación con los poderosos órdenes que deciden por las autoridades nacionales? ¿Medidas redistributivas? ¿Escuchar los reclamos sociales? Todo eso, pero también recuperar una cultura resistente, plebeya (como suele decir Raúl Zibechi) y de fuerte contenido descolonial.

* Socióloga, compiladora de Bicentenarios (otros), transiciones y resistencias (Una Ventana Ediciones).

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