EL PAíS › ROSENDRO FRAGA*
La agenda del nuevo gobierno
La administración Kirchner se inicia con dos cuestiones en su contra: de los cinco presidentes que han ejercido el poder desde el restablecimiento de la democracia en 1983, cuatro no terminaron el mandato para el cual fueron electos por la ciudadanía o el Congreso. Las circunstancias hacen que deba asumir con el apoyo electoral más bajo que registra la historia y el menor que tenga un presidente en América latina. Pero también tiene a su favor circunstancias muy favorables. Una región que con Brasil y Chile muestra hoy una perspectiva positiva que favorece a nuestro país, una ciudadanía que realmente desea que el nuevo gobierno tenga éxito tras cuatro años de recesión y haber sufrido la crisis social más grave de su historia, y una oposición representada por López Murphy y Carrió que se muestra predispuesta a la crítica constructiva.
En consecuencia, se trata de potenciar lo positivo para neutralizar lo negativo. Ello requerirá como punto de partida dar prioridad al fortalecimiento institucional, sin el cual se hace imposible reconstituir la confianza económica y social. El bajo apoyo electoral es una buena oportunidad para asumir un cambio en la cultura política argentina, históricamente acostumbrada a los liderazgos fuertes, para pasar a dar prioridad a valores como el acuerdo, la negociación, el consenso y la coalición. Pero para el grueso de la población, la prioridad está en salir de la pobreza y tener un horizonte de progreso social del cual hoy se carece. Es esta la razón por la cual encontrar un camino de crecimiento económico sostenido resulta imperioso.
El otorgamiento de los subsidios de 150 lecops, que han permitido controlar la violencia social en el peor momento de la crisis, no debe ser el sistema permanente. Sólo su sustitución por trabajo genuino podrá generar el horizonte de progreso social del cual carecen hoy los sectores más postergados. Reconstruir el Estado de las funciones indelegables, en áreas como la salud –la expectativa de vida cayó dos años en la Argentina en 2002– y la educación –el 16 por ciento de la población adulta no lee ni escribe por el fuerte incremento del analfabetismo funcional– requieren un esfuerzo sistemático hacia el futuro, mientras van mejorando las condiciones económicas y sociales. En conclusión, la nueva administración tiene en su contra y en su favor el hecho de asumir después de la crisis económico-social más prolongada y profunda que haya vivido la Argentina y tras un proceso de fragilidad institucional con pocos precedentes.
* Director del Centro de Estudios Nueva Mayoría.