EL PAíS • SUBNOTA
› Por Horacio Verbitsky
El 22 de junio de 1976 fue secuestrada la asistente social y militante Lucía Cullen, sobrina del sacerdote jesuita Guillermo Willy Wilson. La madre recurrió a otro jesuita, conocido de Willy, que la sorprendió con el nivel de información que tenía sobre su hija. “Si saben tanto van a poder hacer algo”, se ilusionó. Por esta vía llegó a una entrevista con Bergolio, quien le preguntó por la relación de Lucía con el asesinado padre Carlos Mugica, y por el casamiento religioso que Mugica había bendecido en 1972, de Lucía Cullen con el entonces prófugo de la justicia José Luis Nell. “Le preguntó con delicadeza si había continuado sus ‘actividades políticas’ después del suicidio de Nell en 1974. Cuando mi madre dijo que su hija no había tenido ninguna actividad política después del 20 de junio de 1973, el sacerdote dijo: ‘Eso es muy bueno’. Esta frase abrió en mi madre enormes expectativas que nunca se cumplieron”, cuenta hoy su hermano Rafael Cullen, quien agrega: “Hoy, con la información a la que puede acceder el Vaticano le solicito a su autoridad máxima el compromiso para ubicar los restos mortales de mi hermana Lucía. Eso permitirá cumplir con el rito de la sepultura, que diferencia a humanos de animales y es muy valorado por la Iglesia Católica”.
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