EL PAíS • SUBNOTA
› Por Horacio Verbitsky
Mientras Bergoglio se muestra pródigo en gestos de austeridad, humildad, colegialidad y ecumenismo, la inminente reina Máxima de Holanda se apresta a participar en la inauguración de su papado. Su padre, secretario de Agricultura de Videla y Martínez de Hoz, Jorge Zorreguieta, ha sido acusado ante la Justicia, pero igual que Bergoglio, hasta ahora sin consecuencias. No es el caso del propietario del Ingenio Ledesma, Carlos Pedro Blaquier. Recibió su carta de invitación, enviada por el obispo de la curia romana Marcelo Sánchez Sorondo pero no podrá acudir, ya que está procesado por el secuestro de tres decenas de trabajadores durante la dictadura, sin prisión preventiva pero con prohibición de salir del país, dado el riesgo de fuga, que en este caso reeditaría el asilo en sagrado de la Edad Media. Quienes no tienen la menor chance de viajar son el ex general Luciano Menéndez y los demás represores procesados en Córdoba, que saludaron la elección del papa porteño luciendo en la sala de audiencias cintas con los colores del Vaticano. Ellos sí que tienen todo claro. Con Bergoglio en Roma comienza la contraofensiva para abortar los juicios por crímenes de lesa humanidad, o al menos las líneas de investigación y denuncia de la trama económica, social y política que sostuvo a la dictadura.
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