EL PAíS • SUBNOTA
› Por Mario Wainfeld
Pablo Ferreyra es el hermano de Mariano, el joven militante popular asesinado por dirigentes, militantes y patoteros de la Unión Ferroviaria, liderados por José Pedraza, con probada complicidad policial. Pablo integró el panel de cierre de la jornada sobre “democratización de la Justicia” realizado durante todo el día martes, en la Universidad de La Matanza. Estuvo junto a Estela de Carlotto, Susana Trimarco y Sergio Burstein. El cronista actuó de moderador, cuenta lo que vio y oyó.
El panel se expresó ante una colmada cancha de fútbol. Entre otros conceptos, Pablo Ferreyra destacó la buena actuación judicial en el expediente que investigó el homicidio de su hermano. Y agregó:
“En el otro extremo al caso de Mariano, encontramos al caso Arruga. La de-saparición de Luciano es una muestra de impunidad y complicidad entre fuerzas de seguridad corruptas, el Poder Judicial y un poder político provincial que criminaliza a los sectores más vulnerables”. La multitud aplaudió la denuncia, que alude a una llaga ardiente, entre tantas.
El cónclave había sido organizado por el oficialismo, cuyas banderas poblaban las graderías. Otras víctimas tuvieron voz, incluidas algunas que no son afines al Gobierno, como Vivian Perrone, presidenta de Madres del Dolor. Nadie les impuso libreto ni los guionó.
El encuentro congregó nutridas mesas de debate entre especialistas, académicos, funcionarios judiciales y gentes del común. La asistencia fue de varios millares de personas, la inscripción era libre. Se acumularon centenares de ponencias, que todavía no se conocen en su totalidad. En el transitar por la enorme universidad, el cronista conversó con gente de derecho proveniente de varias provincias. Muchos le comentaron sus planteos, que piden ir mucho más allá de las seis leyes propuestas por el oficialismo.
La vivacidad de la iniciativa trasluce el estado de asamblea que existe en el Poder Judicial y la comunidad académica. El oficialismo incitó la polémica, que (con toda lógica política) aspira a conducir. También es tan real como afortunado que ha abierto un canal de comunicación y debate cuyas estribaciones nadie controla del todo, en una activa sociedad democrática.
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La presidenta Cristina Fernández de Kirchner cerró la jornada con un discurso. A los efectos de esta reseña, vale resaltar que insinuó la implantación del juicio por jurados y dijo que la reforma recién empieza.
La Matanza no es Harvard, como se ha señalado más de una vez: es un imponente centro de estudios enclavado en el conurbano bonaerense. Está a menos de treinta cuadras de la avenida General Paz y demuestra que la Argentina no termina allí.
Miles de pibes estudian en esa universidad, la mayoría es primera generación en sus familias que acceden a ese grado. Todos escucharon en silencio buena parte del discurso de la Presidenta que, como casi todos, fue largo y sin concesiones al ansia de bulla del auditorio. También la ovacionaron en varios tramos, cuando llegó y cuando se fue.
Para la mirada impresionista de este escriba, el público que se juntó en la cancha para el cierre (las demás actividades se desplegaron en otros espacios) combinaba tres sectores, más o menos diferenciables. Los asistentes “natos” a una actividad académico-cultural, bien trajeados o vestidos por lo general, los vivaces estudiantes mayormente informales y grupos militantes a puro bombo y bandera.
A título de opinión: ninguna fuerza política actual, fuera del oficialismo, puede congregar una multitud semejante, con tal diversidad. El kirchnerismo demuestra una capacidad de convocatoria plural incomparable lo que no le asegura perpetuidad, ni siquiera primacía en las elecciones por venir. Pero que es un factor a analizar cuando se tabulan representatividades y legitimidades.
En la semana pasada, el cronista hizo crónica sobre un colegio secundario de la Capital cuyos egresados son también los primeros de su familia que llegan a ese estadio, deseable e insuficiente a la vez. Es válido apuntar que esas transiciones se produjeron en democracia. Y, aún, que muchas universidades del conurbano fueron creadas en la etapa menemista. Con sus más y sus menos (que son sal y pimienta de la competencia política) los gobiernos democráticos casi nunca se dejan describir solo en términos de blanco o negro.
El escenario del martes es parte de un país real, que se soslaya en tantos relatos cotidianos. Eppur, si muove.
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