- Alerta. El clima caluroso y pesado prenunciaba una tormenta desde temprano ayer en Washington. A media mañana, todos los smartphones de quienes viven en la capital norteamericana vibraron con un aviso de alerta de inundaciones enviado por las autoridades. Es una aplicación obligatoria que ya viene instalada con los teléfonos, lo mismo que otra que avisa sobre casos de niños secuestrados o desaparecidos, en la que en el aviso aportan todos los detalles posibles (descripción, patente del auto del secuestrador, etcétera). Parecía una moderna política pública de comunicación, aunque se desdibujó un poco cuando el alerta de tormenta terminó siendo una llovizna de pocos minutos.

- Atuendo. En un par de días las anécdotas de una comitiva amplia y plural se multiplican. Uno de los apuntados fue el massista Darío Giustozzi, en especial por el particular bolso de mano ovalado que llevó durante el viaje en avión. “Pensar que cuando estabas con nosotros te decían ‘barón del conurbano’. Volvé, Darío, no te pierdas”, le decía, socarrón, un kirchnerista. Además, Giustozzi tuvo que pedir prestada una corbata para las reuniones, ya que no tuvo en cuenta el accesorio al armar el equipaje y aquí el look Kicillof parece que no camina.

- Sesión. Los huecos que quedaron entre reunión y reunión ayer en el Capitolio fueron aprovechados de diversas formas por los legisladores. El primero, para un almuerzo bastante frugal en el comedor del Parlamento, popular entre los empleados del lugar. El otro, para observar durante unos minutos cómo trabajan sus colegas, ya que los encuentros coincidieron con la sesión en Diputados. Lo primero que llamó la atención fue el desorden que imperaba en el recinto y, aún más, que no tenían pupitre en sus asientos. Al momento de votar, los diputados introducen una tarjeta en una ranura que hay al final de cada hilera de asientos y oprimen botón verde o rojo según aprueben o no la ley en cuestión.