EL PAíS
• SUBNOTA › LUCES Y SOMBRAS DEL GOBERNADOR TRANSVERSAL
“Soy un permanente aprendiz”
› Por Felipe Yapur
Tímido, poco afecto a los chistes. Carlos Rovira, 47 años, jamás se quita el saco y la corbata para atender en las audiencias. Ingeniero químico, habla, lee y escribe en francés, idioma que estudió cuando comprobó que no podía comunicarse todo lo que deseaba con su abuela. Llegó a la política de la mano de Ramón Puerta, quien en 1992 lo designó como director de Vialidad Provincial para luego catapultarlo a la intendencia de Posadas en 1995. Cuando se transformó en gobernador, se integró al Frente Federal de gobernadores justicialistas que era coordinado por su hasta entonces amigo Puerta. Allí conoció a Néstor Kirchner y jamás se separó de su lado. Desde anoche quiere convertirse en el primer gobernador que encarne el proyecto de transversalidad que impulsa el Presidente.
Sereno, frío y racional, el actual titular del Ejecutivo provincial abandonó la soltería para casarse en 1995 con Rosanna Spotorno, “con una sola ese y dos ene”, se preocupa en aclarar. Con ella tuvo dos hijos, Ramiro de doce años y Miranda de tres. Con Puerta lo une el amor por Boca Juniors, pero nada más. En cuanto a su posicionamiento ideológico, el aspirante a renovar el puesto se define como ecléctico y un progresista actualizado. “Tengo un pensamiento cartesiano por mi formación en Ciencias Exactas”, dice, pero al mismo tiempo aclara que desde hace diez años se volcó al humanismo: “Leo a los clásicos. También a Sartre –y agrega–, soy un permanente aprendiz”. Con algunas materias todavía no repasadas. Cuando se le pregunta cuáles son los datos de indigencia, pobreza y desocupación en la provincia, responde con un seco: “No sé”. Sus asesores transpiran y miran para los costados.
Si bien se define como el primer gobernador que llevará a la práctica la transversalidad que impulsa Kirchner, también reconoce que no es un hombre que se caracterice por una historia de militancia. En los ‘70 estuvo más concentrado en el estudio y en el deporte que en el devenir político. “Solía leer los panfletos que nos daban camino a la escuela secundaria los estudiantes del Faudi (Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda) que controlaban la Facultad de Ciencias Sociales. Tenía una tendencia hacia el peronismo”, recordó ante este diario. Pero esa especie de distancia con la política no le impidió recibir un premio de la mano de la entonces presidenta María Estela Martínez de Perón. Fanático del remo, en 1975 se inscribió en una carrera que partía de Iguazú y terminaba en Tigre, Buenos Aires. Se llamaba “Hombre Nuevo 75”. Llegó primero y el premio se lo entregó la propia Isabelita.
No pierde la compostura al oírlo, pero tampoco oculta el desagrado que le genera el mote de “delfín de Puerta”. “Yo critiqué lo que no me gustaba”, es la frase que suele utilizar para defenderse cuando le señalan su antigua cercanía, y asegura que la intimidad de Puerta con Menem lo terminó de definir. Reconoce que durante los últimos cuatro años le fue difícil gobernar porque “no tenía poder”, ya que el puertismo controla el Parlamento unicameral y el 90 por ciento de las intendencias que están bajo el signo justicialista. Recuerda que se decidió a competir por la reelección en la noche del 28 de abril pasado, cuando se reunió a solas con Kirchner: “Lanzate que, si soy presidente, yo te doy todo el apoyo”, dice que le dijo el actual Presidente. Y así lo hizo.
De triunfar, jura que llevará adelante la transformación de la provincia. Con representantes en la Legislatura que le respondan, piensa llevar adelante –como Kirchner– una investigación de las privatizaciones que realizó Puerta. La que tiene entre ceja y ceja es la administración de la empresa que distribuye energía en la provincia. Su presidente es Julio Héctor “Cachilo” Rodríguez, secretario general del gremio Luz y Fuerza, jefe de la poderosa agrupación 13 de Julio –principal instrumento del aparato puertista– y compañero de fórmula del ahora archienemigo Puerta.
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