EL PAíS • SUBNOTA › SUSANA BUSTAMANTE, MADRE DE MELINA GONZáLEZ
“Mi hija fue la precursora de la muerte digna. Ella estaba tetrapléjica, tenía 19 años y pesaba 19 kilos. Dejó un video y una carta para los senadores y la Presidenta en donde dejaba claro que así como se tiene el derecho a una vida digna, ella merecía morir dignamente. Así y todo tuvo que pedir permiso para morir. Melina sostenía que nadie puede intervenir en el derecho inalienable de las personas. Luchó por los tribunales de la salud, fue la voz de los que no tienen voz, la concientización de la medicina y la humanización de la Justicia. Ella pidió que se hicieran tres reformas en el Código Civil: la primera, que tras un deceso no se utilicen los cuerpos como conejillos de Indias sin autorización; lo segundo, el tema de las voluntades anticipadas; y en tercer lugar, la voluntad posmortem, ya que en su caso ella quiso donar sus órganos para la investigación científica en un hospital pediátrico. Yo hice que su deseo se cumpliera y con eso me siento tranquila. Diez días antes de partir, Melina pidió a un sacerdote para comulgar: decía que había que involucrar a la Iglesia, que respetó sus pedidos. Ella se sentía ‘un Cristo viviente’, la prolongación de una vida artificial.”
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