EL PAíS › LA RELACION ENTRE EL BANQUERO Y LA SECRETARIA
Guardiana, filtro y amiga
Gladys Mabel Mota tuvo su tête a tête con la muerte en abril del año pasado cuando la camioneta que manejaba su marido, Martín Lanusse, volcó en una ruta de Salta. Su marido falleció en el acto y ella permaneció herida en el vehículo varias horas hasta que llegó el rescate. Como consecuencia del accidente quedó cuadripléjica, se recluyó en su departamento de Barrio Norte y, según sus palabras, no le importa “más nada”. Sin embargo, en los últimos días se comportó como un soldado de la causa de Fernando de Santibañes, su ex jefe, a quien se mantiene fiel. No volvió a atender el portero de su casa, ni los llamados telefónicos, y se concentró en su testimonio judicial, para lo que contó con asesoramiento de los abogados del ex titular de la SIDE. Con todo, su esmero no alcanzó para disimular las contradicciones, según comentaron en el juzgado.
Su relación con De Santibañes se inició en el Banco de Crédito Argentino. Gladys era secretaria, De Santibañes trabajaba en la mesa de dinero y compartía la oficina con Martín Lanusse. Más tarde, el amigo de Fernando de la Rúa consiguió convertirse en uno de los dueños del banco y dos años después se hizo rico al vender su parte en 160 millones de pesos al Banco Francés. De Santibañes se llevó a Gladys a trabajar con él y Lanusse pasó entonces a una AFJP.
Al recalar en la SIDE, el ex banquero se convirtió en una persona de difícil acceso. Gladys fue entonces la llave obligada para cualquiera que quisiera contactarlo, tanto personalmente como por teléfono. Ajena a los vaivenes de la política, Gladys muchas veces se movía en base a simpatías. De Santibañes le tenía plena confianza. A ella y a su familia política.
A Ezequiel Lanusse, primo de Martín, el marido de Gladys, el ex banquero lo colocó al frente de la estratégica Ojota, la repartición encargada de las escuchas telefónicas que se realizan por orden judicial. Por esas casualidades no casuales, Ezequiel Lanusse funcionaba también como secretario privado de Enrique “Coti” Nosiglia, el monje negro del radicalismo que durante el delarruismo tuvo una sobrevida política.
Gladys y su marido Lanusse prosperaron. Se mudaron de un departamento sobre avenida La Plata, en Almagro, a uno más lujoso en Juncal al 800. Mota se mantenía pegada a De Santibañes como empleada full time. Se dice que le armaba las valijas al ex banquero si tenía que salir de viaje, le manejaba su agenda y trataba de vos a los poderosos que llamaban al despacho del Señor 5.
Si a alguien tenía que designar De Santibañes para entregar una millonaria suma de dinero para sobornos, no contaba con nadie de mayor confianza que Gladys Mota. Según el arrepentido Mario Pontaquarto, ella lo acompañó dentro de la SIDE en un viaje en ascensor hasta la puerta de la bóveda, le pasó la valija, el maletín y la caja. Le mostró el dinero y le aclaró que estaba repartido en fajos de 10 mil pesos.
“Yo estoy tranquila. No sé si todos están tranquilos”, fue una de las pocas –y misteriosas– declaraciones que hizo Gladys luego de la aparición de Pontaquarto. En ese contacto periodístico se mostró como una persona cansada y deprimida, condenada a la silla de ruedas. “Para mí, esto quedó atrás. Cuando se muere la persona que más querés no te importa más nada”, sostuvo. Pero no se dejó estar. Reconoció que mantuvo nuevos contactos con De Santibañes y conversaron sobre lo que declararía ante el juez. “Que diga la verdad”, aseguró que le dijo el ex banquero.