Vie 09.01.2004

EL PAíS • SUBNOTA  › EN BUSCA DE AYUDA

Detrás de Anzorreguy

Por E. T.

A medida que la información, los datos y la documentación que se incorporaba a la causa por los sobornos en el Senado apuntaban hacia él y su entorno, el ex titular de la SIDE Fernando de Santibañes fue dando muestras de nerviosismo. Diez días atrás llegó a su punto más alto, cuando intentó reunirse con un viejo amigo suyo, Hugo Anzorreguy, su antecesor en el cargo. Con siempre vigentes influencias dentro del Poder Judicial, con permanentes y aceitados contactos en la política y demostrando conservar el buen olfato que le permitió mantenerse durante diez años al frente de la SIDE, Anzorreguy lo desairó tomando distancia. Hizo las valijas y se perdió en sus campos de Entre Ríos.
Al igual que en las películas italianas y en las malas versiones del espionaje que en la vida cotidiana demostraron hacer “los sushi”, el contacto fue a través de un mensajero. El elegido para la tarea fue el ex comisario de la bonaerense Mario Naldi, personaje de buena llegada a Anzorreguy que hoy revista en las orillas de los sushi. Actualmente suele vérselo, con frecuencia, junto a Darío Richarte (ex número dos de la SIDE en épocas de De la Rúa) en los pasillos de Canal 9. Un periodista confió a este diario que fue tentado para ser patrocinado por el ex comisario a cambio de incorporarse al staff de una futura productora de medios. La misma está en formación, no sería ajeno a ella el propio Richarte.
Suele decirse que cuando los personajes importantes caen en desgracia, se enfrentan a la soledad. Anzorreguy –está claro– es un fino lector de los respaldos políticos que tienen aquellos que lo rodean. Con un toque de estanciero y otro de bon vivant, Anzorreguy heredó y acrecentó una gran influencia dentro del Poder Judicial. Hijo del último subsecretario de Justicia de Juan Domingo Perón en los cincuenta, hermano de Jorge, el abogado con mayores contactos en la Justicia, cuñado del ex juez de la Corte Suprema Eduardo Moliné O’Connor, Anzorreguy es el personaje capaz de hacer “los mejores oficios” para ayudar a alguien en problemas.
“Le queda en claro para qué lo buscó De Santibañes”, comenta a este diario un funcionario que conoce de cerca la llegada que todavía hoy mantiene el menemista. Es cierto que el ex banquero también podría asustar a Hugo diciéndole que, luego de su declaración, hay una posibilidad de que los investigadores profundicen el análisis de las cuentas del organismo de inteligencia, incluyendo el manejo de los fondos durante el menemato.
El único punto de contacto entre De Santibañes y Anzorreguy en el expediente es el acta de traspaso de la Secretaria de Inteligencia. El menemista dejó al delarruista en la bóveda del organismo un sobrante en efectivo que varía entre 15 y 12 millones de pesos/dólares, de acuerdo con las fuentes que se consulte. Ese dinero, al igual que los otros bienes de la SIDE, fueron recibidos por el entonces secretario general de la Presidencia, Jorge de la Rúa.
“No me avergüenzo de nada; podrían ver cualquier operativo de mi gestión”, supo decir Anzorreguy en abril del 2000 cuando ya había abandonado el puesto que conservó durante diez años. Un poco jactansioso y aunque nunca tuvo que enfrentarse a una lupa judicial exigente, Anzorreguy puede –comparándose con De Santibañes– decir que “sus cuentas están a prueba de balas y jueces indiscretos”.
La SIDE fue el último organismo en el que De la Rúa designó titular. Aunque estuvo bajo la órbita del hermano del Presidente, quienes asumieron el control efectivo de la agencia de inteligencia fueron Richarte y Víctor Cipolla, lo que los convirtió en los primeros custodios de esos fondos. La presencia del acta de traspaso en la causa parece no ser motivo suficiente para preocupar a Anzorreguy, que eligió la tranquilidad bucólica de sus campos en Gualeguaychú. Al lado de los del fallecido Alfredo Yabrán y de los que pertenecen al ex titular del Banco Central durante el menemismo, Pedro Pou.
De Santibañes y Anzorreguy no son dos desconocidos. El primer encuentro entre ambos se concretó a los pocos días del triunfo de la Alianza, en octubre del ‘99. Cuando aún no se hablaba de posibles candidatos para ocupar ese puesto, el ex banquero golpeó las puertas del castillo que perteneció al fabricante de armas austríaco Fritz Mandl en La Cumbre, Córdoba. El encuentro en la mansión –que figura oficialmente como “colonia de vacaciones de la SIDE”– venía precedido de otras gestiones.
El operador radical Enrique “Coti” Nosiglia había puesto todo su empeño para que Anzorreguy termine de convencer al ex banquero de aceptar el cargo. Por cierto que la posibilidad de tal continuidad de gestión entusiasmaba tanto a Nosiglia como a Anzorreguy. No por casualidad, unos meses antes de aquella visita al Castillo, en abril del ‘99, cuando era un hecho que la Alianza triunfaría en las elecciones presidenciales, este diario pudo fotografiar a Nosiglia, Anzorreguy y otros laderos suyos, en el bar La Biela en Recoleta.
La indefinición del ex financista llevó a especular con que De la Rúa le ofrecería el puesto al propio “Hugo”. No por casualidad dos de sus mejores hombres continuaron en el organismo durante mucho tiempo más: José Luis Lozada López, ex director de Finanzas, y José “Pepe Tour” Allevato, ex director de Asuntos Jurídicos. Ambos supieron acompañar a sus sucesores en el puesto. Aconsejando y de paso cuidando las espaldas de su ex Jefe. La transición se extendió por un tiempo largo.
Ahora las cosas han cambiado y los secretos de Anzorreguy lo acompañan sólo a él. Su retiro al campo pone de manifiesto la soledad que rodea a De Santibañes. Esta orfandad, su desconcierto frente a la causa y la desesperación, explican las declaraciones de sus defensores. Ayer se sumó al equipo que lo defiende Gabriel Presas, amigo personal de Richarte, ex director de Asuntos Jurídicos de la SIDE y también de Contrainteligencia. Además de defender a De Santibañes, Presas tendrá que cuidar a su amigo. Por el momento, Richarte ha logrado salir indemne del escándalo. Claro que, como las tormentas de verano, eso puede ser algo pasajero.

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