EL PAíS
• SUBNOTA › EL GOBIERNO BONAERENSE ANALIZA UN PLAN DE SEGURIDAD “SUSTENTABLE”
Entre la Rosada y la presión por mano dura
› Por Diego Schurman
Está en un brete. Pero esta vez la espada no es el Gobierno ni la pared el duhaldismo. En materia de seguridad, Felipe Solá oscila entre la mano dura que rápidamente exhumaron los exponentes de la derecha más recalcitrante como Carlos Ruckauf, montados en la masiva preocupación por la seguridad, y las propuestas que le susurran desde la Casa Rosada, una salida que tampoco termina de digerir ya que políticamente implica acatar los designios de Néstor Kirchner.
Será difícil para Solá mostrar iniciativa política cuando su margen de acción está tremendamente acotado. En la urgencia, los legisladores se le adelantaron y, respondiendo al padre de Axel Blumberg, aprobarán mañana un paquete de leyes para endurecer las penas.
Para peor, un enemigo histórico del gobernador, su antecesor Ruckauf, viene ganando cartelera y, como si fuera poco, un ex ministro del ahora diputado, el también legislador Jorge Casanovas, embelesó a Blumberg sobre cómo hay que aniquilar la delincuencia.
Desde otro lado, el Gobierno le metió presión y puso a Gustavo Beliz a elaborar un proyecto para combatir la delincuencia, al que tuvo que prestar su oído Solá, pese a que detesta al ministro de Seguridad de la Nación. Entre tantos movimientos, la “acción” del mandatario fue desactivar su Secretaría de Seguridad, en una previsible y obligada actitud “defensiva”, aunque esa premura para bajarle el pulgar a Raúl Rivara no tuvo su correlato a la hora de encontrar a su reemplazante.
Anoche, el gesto de autoridad pasaba por dejar en claro que será él quien decida la nueva política de seguridad, y no que esta se traducirá de la figura que asuma el cargo vacante y que, interinamente, ocupa la vicegobernadora Graciela Giannettasio.
“Estamos analizando cuál va a ser el sistema de seguridad que va a venir a gerenciar un ministro”, dijo a Página/12 una alta fuente de la gobernación bonaerense, obviando si el nombre se limitará a la dupla Carlos Beraldi y Carlos Arslanian.
–¿Será una política consensuada con el gobierno nacional? –preguntó este diario.
–Hay decisiones que se pueden tomar en conjunto, y por eso la reunión de hoy (por ayer) con Beliz, donde tuvimos muchas coincidencias. De hecho estamos consensuando políticas sustentables. Pero hay otras que Solá tiene que tomar él solo en la provincia –contestaron en La Plata, marcando diferencias.
De todas formas, esta necesidad de mostrar “autonomía” se choca con una de las principales demandas hacia la Casa Rosada: el reclamo de dinero fresco para incorporar entre 5 mil y 10 mil nuevos agentes en la bonaerense, a fin de incrementar el patrullaje por la provincia. Solá quiere que la ayuda provenga del “excedente” de la coparticipación federal, lo que significa a priori una venia de Kirchner y, posteriormente, un probable tironeo con el resto de los mandatarios provinciales. O sea, una misión prácticamente imposible.
Para salir del apuro, en La Plata hablan de mejorar los recursos en un “sentido amplio”, que va más allá del debate del financiamiento, y que implican cambios de la legislación, de manera tal de facilitar la acción de la Justicia a la hora de prevenir el delito. Anoche repetían cerca de Solá, a modo de ejemplo, la necesidad de “federalizar el tema droga”, con el fin de facilitar la investigación del circuito de comercialización para así llegar al narcotraficante.
En el decálogo de medidas que se discuten, el Gobierno insiste en que en el primer lugar debería estar la “voluntad política de ir a fondo”, sobre todo en materia de corrupción policial. Solá lo sabe y prometió en la Casa Rosada que trabajará en ese sentido. Pero se encuentra a menudo por los medios que la administración kirchnerista no le cree demasiado.
El gobernador no quiere descabezar la cúpula policial, sino más bien afiatar los mecanismos para controlar su desempeño. Y en ese sentido buscadarle oxígeno a la participación ciudadana. Pero prácticamente todos y cada uno de los reclamos vuelven al punto de partida: la carencia de fondos. “Si el Gobierno no me ayuda, lo voy a tener que hacer solo”, dijo el domingo. Y en la Casa Rosada lo tomaron como un desafío.
“No nos vamos a enganchar en una pelea mediática. A nosotros nadie nos dijo nada. Ni tampoco planteamos nada que no hayamos dicho a Beliz o a (el jefe de Gabinete) Alberto Fernández cuando nos encontramos con ellos”, señalaron ayer muy cerca de Solá, que no ha salido demasiado bien parado de los últimos reportajes.
Lo cierto es que entre las dos opciones, Solá optó por la tangente: prometió que la reforma que llevará adelante “no va a ser de escritorio”, y dejó los considerandos para otro momento. No quiso improvisar, como aquella vez en que consideró aceptable pagarles a los captores para recuperar con vida a los secuestrados, algo que evidentemente no ocurrió con Blumberg.
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