EL PAíS
• SUBNOTA › LA ACCION DE THALES EN LA ARGENTINA
El último negocio
Fue una privatización del menemismo tardío. Esto no impidió que tuviera todos los rasgos que caracterizaron a los ’90: transferencia de una actividad monopólica a un grupo privado; licitación en la que el único competidor fue rechazado y la cesión se concretó por decreto; incumplimiento de inversiones y canones; falta de control estatal; graves sospechas de connivencia entre la empresa y los funcionarios nacionales. Así podría describirse la concesión del control del espectro radioeléctrico que en 1997 el gobierno de Carlos Menem impulsó en favor de Thales Spectrum Argentina. En enero del 2004, el gobierno de Néstor Kirchner anuló el contrato y denunció, en base a informes de la Auditoría General de la Nación y de la Sigen, un perjuicio para el Estado por 302 millones de pesos.
Los antecedentes demuestran que salvo en dos países africanos, esta actividad no suele estar en manos privadas. Quienes la realicen, tienen acceso a las frecuencias de las comunicaciones, de las fuerzas militares, de inteligencia, amén de servicios públicos como la telefonía celular, las transmisiones radiales y televisivas de alta y muy alta frecuencia (HF y VHF).
El empresario Jorge Neuss, hombre clave de Thales Spectrum Argentina es la llave que explica la privatización. Descendiente de los creadores de Pomelo Neuss, el empresario se distinguía por su llegada privilegiada a Menem. A tal punto, que en París se lo identificó como el agente financiero del menemismo en Francia. El entonces diputado Fernando “Pino” Solanas fue una de las pocas voces que se opusieron a la concesión. “Fue uno de esos negocios inventados. Como se podría haber inventado monitorear el agua del mar”, afirmó Solanas hace meses atrás a este diario para explicar la concesión. “Un contrato de ensueño”, lo definió hace poco ante Página/12 un empresario parisino.
Según cálculos del gobierno Kirchner, la empresa Thales facturó unos 500 millones de dólares. Cuentas de especialistas aventuran que la recaudación de la firma francesa entre 1997 y 1999 llegó a 1200 millones de dólares. De ellos retenía el 75 por ciento, unos 900 millones. Según los pliegos, esa recaudación, así como el 47 por ciento que percibió a partir del 2000, estaban destinados a amortizar las inversiones. Un informe de la AGN, destacó que la tasa promedio de la rentabilidad anual de la concesionaria fue del 113 por ciento, entre 1997 y 2001. En el mismo período, las empresas que cotizan en Bolsa obtuvieron un 9,17 por ciento anual de ganancias.
Las huellas del delito se buscaron detrás de una subcontratación por asesoramiento con la empresa suiza Finego. Esta firma constituyó el primer antecedente de las transferencias de Thales al exterior. Dos contratos, uno de 1997 y otro de 1999, establecieron que, cada tres meses, se depositaban 135 mil dólares en varias cuentas bancarias abiertas en el Citibank, el Bank of New York, un banco del Uruguay y algunos paraísos fiscales. Los investigadores franceses no tienen dudas de que “se trata de un contrato de consultoría falso”. Luego de recibir el dinero y de separar un 3 por ciento, Finego giraba el resto. Hasta el 2000, Thales Argentina transfirió al exterior, a través de Finego, 25 millones de dólares. El fiscal Guillermo Marijuán sospechó que ésa era la ruta de la coima. Por las dudas, en Francia le recomiendan a quienes saluden a Neuss que “se cuenten los dedos si le dan la mano”.
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