EL PAíS • SUBNOTA
› Por Horacio Verbitsky
La candidatura de CFK no es la única que surgió sin pasar por un proceso participativo. También las de Roberto Lavagna, Ricardo López Murphy y Elisa Carrió, como antes la de Maurizio Macri en la Capital, se deben a la autopostulación o al apoyo de pequeños grupos de simpatizantes. En ese marco general, el parentesco es un asunto menor, sobre todo porque Kirchner renuncia en forma voluntaria al derecho constitucional de presentarse a la reelección. Tampoco es una novedad, ni en el país ni en el mundo. En la Argentina han sido presidentes Luis Sáenz Peña y su hijo Roque; Juan Perón y su esposa, Isabel Martínez, mientras que el hijo homónimo del presidente Julio A. Roca fue vicepresidente. Chile fue gobernado por Jorge Alessandri Palma y por su hijo Jorge Alessandri Rodríguez, por Eduardo Frei Montalvo y por su hijo Eduardo Frei Ruiz-Tagle; en el Perú, fueron presidentes Mariano Ignacio Prado y su hijo Manuel; Manuel Pardo y su hijo José; en Estados Unidos George Bush padre e hijo, y en las próximas elecciones lo intentará Hillary Rodham, esposa del ex presidente Bill Clinton. Si lo logra, la primera potencia del mundo pasará un cuarto de siglo gobernada por dos familias. El 28 de octubre la decisión estará en manos del electorado argentino, que elegirá con libertad entre fuertes candidatos. Sólo ha habido elecciones internas en Santa Fe, por ley provincial que obliga a hacerlas a todos los partidos el mismo día, y en la UCR de la Capital, donde votaron apenas quince mil personas en un distrito de 2,5 millones de empadronados, de las cuales ocho mil ungieron a Ricardo Gil Lavedra. La construcción de un sistema menos sujeto a la impronta personal es una asignatura pendiente de toda la clase política.
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