Los rebeldes, que todavía no rompieron formalmente con el ARI, igual vivieron con desazón la designación de Francisco Ferro como vicepresidente de la Coalición Cívica (CC) en la Cámara baja. El margarito, que se sumó a la CC por los radicales bonaerenses de Margarita Stolbizer, fue uno de los hombres denunciados por Carlos Raimundi en su libro Dinero y Política. Allí, el ahora arista disidente, describió el manejo “irregular” y “discrecional” de fondos de la Cámara de Diputados bonaerense, que los legisladores de la Alianza, entre ellos Ferro, compartieron con el peronista Osvaldo Mércuri, y que en la jerga política se la bautizó como “la cajita feliz”. En 2003, Raimundi compartió la presentación del libro –que escribió junto a Mariano Tilli– con la propia Elisa Carrió, como “una denuncia contra la corrupción y el clientelismo político”.

Uno de los capítulos del libro hace referencia a la investigación que Página/12 publicó a mediados de 2000. “La Legislatura bonaerense maneja una caja paralela de más de 40 millones de dólares y una distribución del dinero por la que cada diputado y senador dispone de entre 30 y 40 mil pesos por mes. A través de esta caja negra, los legisladores reciben desde hace años increíbles sumas en efectivo por fuera del presupuesto. La existencia de estos fondos ‘especiales’ ha sido mantenida en secreto por todas las administraciones, cualquiera fuera su color y la época”, decía la nota.

Allí se especificaba que “ya en 1998 –con Duhalde como gobernador y Ferro como presidente de la Cámara baja–, el Congreso bonaerense gastó a través de ella 44 millones de pesos. De ese monto, 36.272.443 pesos fueron para los diputados y 8.154.075 para los senadores. La cifra consta en el Tribunal de Cuentas de la provincia. La caja mágica se siguió usando a todo ritmo en el ‘99, año en que la campaña reforzó las urgencias políticas. Y se sigue usando hoy”.

Una historia que los aristas disidentes le reprochan hoy al aliado de Carrió, y a la política de alianzas de Lilita.