ESCRITO & LEíDO
Ingobernabilidad criolla
Por José Natanson
Las elecciones regulares, limpias y transparentes no alcanzan para cerrar las enormes grietas sociales y políticas, ni para garantizar una gobernabilidad más o menos razonable: desde la ola redemocratizadora de principios de los ‘80, las democracias latinoamericanas han tambaleado como consecuencia de presiones de las fuerzas armadas, golpes cívicomilitares, protestas indígenas y puebladas más o menos espontáneas. Foreign Affairs, la más prestigiosa revista de temas internacionales, dedica el último número de su edición en español al tema de la (in)gobernabilidad en América latina.
Uno de los artículos más interesantes es de Martha Lagos. Economista y ex directora del Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC), Lagos rastrea las causas profundas de la ingobernabilidad en una región en la cual, en los últimos veinte años, 14 presidentes no han terminado su período constitucional. Menciona, entre otras, la falta de una sólida tradición democrática y el hecho de que la reinauguración de las democracias se produjo, en general, como consecuencia del agotamiento de los regímenes militares y su fracaso en dar solución a los problemas de los ciudadanos.
“La gobernabilidad –sostiene Lagos– es una función del grado de democracia, es producto de la falta de democracia. Un país demócrata es un país gobernable. La democracia es mucho más que un montón de leyes, unas reglas económicas y un conjunto de instituciones. Es una manera de interacción entre las personas en una sociedad, que implica el respecto y la igualdad, en un grado superior de civilización regulada de común acuerdo. Fijémonos en la interacción y sus componentes para saber cómo gobernar. No nos fijemos sólo en las reglas, sino en lo que resulta de su aplicación.”
Además del análisis de Lagos, Foreign Affairs incluye un artículo del español Daniel Zovatto sobre el financiamiento de la política, un tema que suele formar parte de la crónica periodística, pero que se encuentra relativamente descuidado por las investigaciones académicas. “El funcionamiento de la democracia requiere partidos políticos y éstos, a su vez, precisan recursos suficientes y oportunos para existir y cumplir con sus funciones. Si bien la democracia no tiene precio, sí tiene un costo de funcionamiento que hay que solventar.” Por su parte, el argentino Dante Caputo se apoya en el difundido informe del PNUD –La democracia en América latina– y reflexiona en torno a las reformas pendientes para alcanzar la sustentabilidad. El ex canciller suscribe la hipótesis de Guillermo O’Donnell: la estabilidad democrática no sólo está amenazada por los golpes militares; también puede extinguirse de muerte lenta, poco a poco, porque la esperanza de justicia y progreso que las sociedades pusieron en ella sencillamente no se realiza.
El tema se completa con artículos de Augusto Ramírez Ocampo, sobre los déficits de la democracia electoral; de Osvaldo Hurtado, sobre la crítica situación de los países andinos (a excepción de Colombia, son los que más han sufrido las rupturas constitucionales); de Genaro Arraiagada, sobre el rol de los medios de comunicación en la construcción de gobernabilidad democrática; y de Luis Carlos Ugalde, sobre los retos de la democracia mexicana. En un intento por ampliar la mirada sobre el tema, Julio Arias analiza la situación de India, con una estabilidad democrática notable, aunque con pocos avances en materia social, y China, cuyos avances endesarrollo económico y humano no se han acompañado por una apertura de su sistema político. Finalmente, Stephen D. Krasner y Carlos Pascual redondean el tema con un análisis sobre la incidencia de la diplomacia estadounidense en las democracias emergentes.