ESPECIALES › SILVIA QUADRELLI, PRESIDENTA DE LA DELEGACION ARGENTINA MEDICOS DEL MUNDO
“Nadie hace esto por dinero”
Participó en varias misiones humanitarias con la organización Médicos del Mundo. Estuvo en Etiopía, Somalía, El Salvador, Kosovo y Afganistán. Fundó con otros médicos la delegación argentina de esa organización. De todos sus viajes salió indemne, pero recibió dos balazos de goma en la espalda cuando asistía a los manifestantes el 20 de diciembre pasado.
Por Luis Bruschtein
Silvia Quadrelli es presidenta de la delegación argentina de Médicos del Mundo y ha participado en varias misiones internacionales en zonas de guerra o de catástrofe en Asia, Africa y América latina. Paradójicamente, la única vez que resultó herida, con dos balazos de goma, fue aquí en la Argentina cuando decidieron marchar junto a los manifestantes el 20 de diciembre del año pasado para cumplir con la misión de la organización humanitaria. “No se trata solamente de curar heridas, sino también de tratar de evitarlas y denunciar cuando se han violado derechos humanos”, afirma. La Argentina todavía es considerada un país que no necesita ayuda y por lo tanto es más difícil conseguir financiamiento para los proyectos de salud que realizan en el país. “Durante el conflicto en Ruanda pensé que si estaba dispuesta a ir a cualquier parte del mundo en misiones humanitarias, en realidad no estaba haciendo nada por una realidad que también lo necesita como la de Argentina, y con otros médicos fundamos aquí la delegación de Médicos del Mundo.”
–Empecé a trabajar con Médicos del Mundo-Francia hace muchos años. Hace quince años realicé mi primer trabajo como voluntaria. Simplemente mi función era trabajar en el terreno en cada misión, que duraba más o menos tres meses, estuve en Somalía y en Etiopía. Yo vivía acá, pero quería hacer acción humanitaria. La primera fue con Médicos sin Fronteras porque era la que conocía. A medida que fui entrando en el mundo humanitario me fui enterando más, conocí a Médicos del Mundo, y hubo cosas que me interesaron más, me parecía que tenía un perfil más contestatario y mandé mis aplicaciones, un día me llamaron para una misión, y fui. Hace cuatro años era la época del conflicto de Ruanda y me empezó a surgir el dilema que le surge a cualquier persona en esa situación de ir a cualquier parte del mundo cuando no estás haciendo nada por una realidad con tantas necesidades como la Argentina. Entonces me volví a encontrar con otros dos médicos con los que habíamos trabajado en Médicos del Mundo de Francia, y decidimos fundar el Grupo Solidario del Sur. Trabajamos un año y recibimos una misión evaluadora de Francia, que nos dejó entrar a la red comoMédicos del Mundo de Argentina, por un período de prueba de dos años durante los cuales cumplimos una serie de requisitos y el año pasado nos dieron la categoría de delegación plena.
–¿Qué requisitos tiene que tener un grupo, un médico o una persona para incorporarse a Médicos del Mundo?
–Ninguno en particular, excepto una férrea convicción en los principios de la ética humanitaria. Se puede ir a trabajar en una misión sobre todo si es prolongada, pero si es fuera de tu lugar de residencia, se requiere por los menos dos años de experiencia y además tener el perfil de capacitación que se necesita para esa misión en particular. Quizás uno de los elementos que este movimiento de los French Doctors introdujo en el mundo humanitario fue la profesionalidad. No es cuestión de darles a los pobres lo que te sobra, o sólo la buena voluntad. Como no tienen ningún médico, que vaya un cirujano a hacer de psiquiatra o un psiquiatra a hacer de obstetra. Hay que tener cierta capacidad específica que sirva para esa misión, manejar alguna de las lenguas que se usan en la región o alguna de las más habituales, inglés o francés para poder trabajar con traductores, y tener un profundo compromiso con la ética humanitaria. Cuando uno participa en una de estas misiones recibe una indemnización. Están los gastos pagos, de alojamiento y comida, pero aparte, uno sigue manteniendo una casa y gastos, así que se recibe una indemnización, que nunca es muy atractiva. Según las legislaciones de cada país, ronda los 800 dólares. Pero nadie hace esto por dinero. Es un trabajo bastante desfavorable y uno va en carácter de voluntario, lo cual para los europeos es muy importante, no tiene seguro social ni seguro de desempleo y no gana demasiado.
–¿Antes de formar la delegación argentina de Médicos del Mundo qué hacía?
–En gran medida lo que hago ahora, trabajo de médica, hago medicina respiratoria. Siempre tuve claro que la misión humanitaria era una parte de mi vida. Nunca tuve la idea de dedicarme a esto en forma excluyente. Me formé en un hospital universitario, tuve mucha orientación hacia lo que era investigación básica, la fisiología aplicada y una de las razones de ser de mi vida fue la defensa de la universidad pública. trabajo en la Universidad de Buenos Aires.
–Las dos opciones son la medicina institucional o la acción humanitaria. Cualquier otra persona agregaría también el fin de ganar dinero...
–Hasta hace unos años, por lo menos los que querían ser considerados buenos médicos, teníamos un patrón, trabajaban por lo menos la mitad del tiempo en el hospital público, y algunos casi sin salario o con salarios muy bajos. Lamentablemente eso se está perdiendo porque lo que gana a la tarde no le alcanza. Entonces hay muchos médicos que van reduciendo la cantidad de horas. Fundar la delegación argentina de Médicos del Mundo me obligó a dejar de ir tres meses como voluntaria, hasta que esto esté asentado y tenga vida propia. Tuve que reducir mucho mis actividades, digamos lucrativas e inclusive el tiempo que le dedicaba a la Universidad. Ahora estoy haciendo sólo docencia.
–¿Cuántas personas forman parte de la delegación argentina de Médicos del Mundo?
–Aproximadamente seremos unos 300 voluntarios, además de unos cien asociados. Los voluntarios entran y salen. Tenemos una lista de alrededor de 350, 400 personas dispuestas a hacer trabajo voluntario.
–¿Las acciones son temporales o los voluntarios deben quedarse durante más tiempo?
–Depende, en general tratamos de evitar la idea de beneficencia en las acciones en salud, eso de pensar que uno va quince días a misionar a Formosa y después desaparece le sirve al que va, pero no a los que están allí. La idea es hacer acciones prolongadas, de uno o dos años ysostenibles en el tiempo, que tengan una fuerte participación comunitaria, una contraparte local, que puede ser una ONG de base, una escuela o un comedor, que pueda tomar esa transferencia que uno hace cuando está allí. Pero un programa de ese tipo por lo general es de alto presupuesto. Implica poner un actor o dos de afuera, que esté fuera de la dinámica interna del lugar que hace que las cosas estén como están. Implica tener dos personas trabajando, alojamiento, movilidad, son proyectos caros. Y nos ha sido imposible conseguir financiamiento para ese tipo de proyectos que nosotros queremos hacer. Optamos entonces por proyectos más breves, de tres o seis meses que nos permiten ir y venir y en el último tiempo hemos empezado a trabajar más en el conurbano ya que la mayor parte de los voluntarios está en Buenos Aires.
–¿Cuántos de los integrantes están relacionados con la salud?
–Más o menos la mitad, el 60 por ciento, psicólogos, odontólogos, obstetras, enfermeras. Como al principio había médicos y psicoanalistas, se sumaron muchos de esas especialidades. Como yo soy docente, empezaron a entrar muchos estudiantes de medicina de los últimos años. Cuando empezaron a entrar un par de enfermeras, empezaron a llegar otras. Empezamos una campaña de vacunación en el Bajo Flores y vinieron como 30 enfermeras de golpe.
–¿Qué otro tipo de acciones están haciendo?
–Completamos un programa de control de la tuberculosis en el impenetrable chaqueño hace dos años con un programa de tres meses con un médico en el terreno y estudiantes de medicina que iban por períodos de tres semanas. Lo hicimos con dinero de una fundación norteamericana. Estamos abasteciendo una farmacia en Goya, que forma parte de una ONG que había co-iniciado la hermana Martha Pelloni, que es el Foro por la Justicia. Esta farmacia atiende a los pacientes sin recursos que son el 30 por ciento de la población de Goya. Completamos un programa de educación para la salud en una villa de Los Piletones y ahora empezamos un programa de prevención de HIV en el Bajo Flores, un programa de salud comunitaria y educación nutricional en un asentamiento de Merlo, estamos empezando con algunas acciones en Laferrere y vamos a ir ahora con una campaña de vacunación al Bajo Flores. En diciembre formamos un grupo de emergencia para tener respuesta en casos de catástrofes naturales, que acá por lo general son las inundaciones, y de disturbios sociales. Estaba planteado conceptualmente de antes, pero surgió con mucho énfasis cuando empezaron las movilizaciones en diciembre, con la doble idea de dar asistencia a las víctimas y asociar a la asistencia el testimonio de las violaciones a los derechos humanos. Entonces, la razón de nuestra presencia es distinta a la de otros organismos en el sentido de que no estamos ahí solamente por si a alguien le pegan y le ponemos una curita, sino además, para tratar de evitar que le peguen y para denunciar si algo sucede fuera del marco de la ley.
–¿Además de Etiopía y Somalía estuvo en otras misiones internacionales?
–Una fue en Kosovo en 1999, que fue una misión con Médicos del MundoGrecia y la segunda parte con Médicos del Mundo-Francia, donde fuimos tres médicos. Después estuvimos en El Salvador, una misión que financiamos nosotros, cuando fue el terremoto de enero del año pasado. Eramos la única delegación de América latina de Médicos del Mundo y creímos que teníamos la obligación moral de participar. Mandamos un logista y una médica. Logista es el que arma la logística de la salud, pero Diego Gorosito, además es técnico en emergencias, un socorrista, con lo cual, lamentablemente le tocó aplicar esta última especialidad, porque llegó y a los dos días fue el segundo terremoto y tuvo que sacar gente de abajo de los escombros.
–También estuvo en Afganistán poco después de la guerra.
–Fue una misión en conjunto con Médicos del Mundo de Portugal. La razón para ir fue que pensamos que era importante desde el punto de vista simbólico que hubiera mucha presencia internacional y variada. Una es consciente de que la participación de las ONG es muy limitada. Pero hay ciertos conflictos que por sus características requieren mucha presencia internacional, más allá de lo que es la acción de asistencia. Este era un conflicto muy particular porque era la primera vez que se violaban tan flagrante y abiertamente todos los tratados internacionales, de asilo, de los refugiados, la Convención de Ginebra, todo. Kosovo fue una primera experiencia en ese sentido. Cerraban las fronteras para impedir el paso de los refugiados, pero lo hacían clandestinamente, íbamos las ONG y protestábamos. Ya en Afganistán cerraron las fronteras y dejaron a los afganos mientras les tiraban las bombas, a pesar de que Irán es signataria del Tratado Internacional sobre Refugiados. Eso fue la preparación de lo que está pasando ahora en Palestina que ya ni siquiera es que dificultan la entrada, ahora les tiran a las ambulancias y dejan a los heridos abandonados. Por eso en aquel momento decidimos que era importante estar.
–Es de suponer que iban preparados para afrontar esa realidad, pero una vez que estuvieron ahí, ¿cómo les impactó la escena de un país devastado?
–Uno lee antes de viajar para prepararse, pero siempre la realidad te supera porque son culturas muy diferentes. Llegamos cuando había caído el régimen talibán, por eso pudimos entrar, unos días después de la matanza de los periodistas. De hecho nos retrasamos porque después de eso se dieron cuenta de que los caminos por tierra no eran muy seguros y tuvimos que ingresar en los aviones de Naciones Unidas. A pesar de que ya habían caído los talibanes todo el mundo seguía funcionando como antes. Además las ciudades estaban en control de la Alianza del Norte, pero en el campo estaban los talibanes. Ver a todas las mujeres vestidas con burka era muy impresionante.
–¿Ustedes también iban vestidas así?
–Primero fuimos a Pakistán para comprar ropa local. No andábamos con burka, pero íbamos con la cabeza velada, éramos evidentemente extranjeras, porque las mujeres locales iban con la cara tapada. Había situaciones que parecían de esas películas de guerra. Nos movíamos con una camioneta 4x4 con la identificación de la organización, la camioneta tiene que abrirse camino entre la gente porque en las ciudades orientales todo el mundo va por la calle. Eramos dos mujeres extranjeras, una francesa y yo con un chofer local. Nos miraban con tanta curiosidad que me sentía un bicho del zoológico. Por lo menos hasta ese momento estaban tan contentos de haberse sacado a los talibanes de encima que recibían la presencia internacional con mucha expectativa porque pensaban que iba a llegar mucha ayuda. Yo creía que después de los bombardeos habría un sentimiento antinorteamericano fuerte y por extensión hacia los demás extranjeros occidentales pero no fue así. No era como mostraban los medios occidentales afuera, no se había producido la pretendida liberalización, los hombres seguían usando barba, las mujeres el burka.
–¿Y desde el punto de vista de la salud cómo era la situación?
–Desastrosa. Mi tarea era hacer un relevamiento de la situación de salud para definir un programa y después implementarlo. Lo que hice básicamente fue evaluar las estructuras de salud destinadas a la mujer. Decidimos desarrollar centros de apoyo materno infantil, pero también me tocó evaluar el único hospital para mujeres. Con la legislación talibán, las mujeres no se podían atender en los hospitales con los hombres, con lo cual no se podían atender. Después de mucha presión internacional y local, abrieron un hospital. Era lo peor que tenían, el peor de lo que he visto en mi vida, derruido, sucio, todo mal. Me asustó el riesgo de acostumbrarse. Cuando entrevisté a la directora, le hice algunas preguntas, como si tenía unidades de terapia intensiva, y me respondía queno, entonces le preguntaba dónde se atendía una mujer que lo necesitara de urgencia. Me decía que en ningún lado. Acá, de repente se puede plantear una situación parecida, pero el que lo cuenta seguramente siente que es catastrófico, en cambio esta mujer respondía como si eso fuera natural.
–¿Y desde el punto de vista de la seguridad?
–En general las organizaciones humanitarias se manejan con códigos de seguridad muy estrictos, hay disposiciones en ese sentido. La casa donde nos alojábamos estaba rodeada por una trinchera de bolsas de arena, no salimos solos, siempre estamos con gente, siempre estamos con alguien local y un traductor por supuesto, no salimos de noche y se respetan los horarios de toque de queda. Estuvimos todo el tiempo en Kabul. Era una situación difícil, se trataba de un país en guerra, pero no nos pasó nada. La paradoja es que cuando regresé a la Argentina recibí dos balazos de goma.
–¿Cómo fue?
–Regresé un lunes y el miércoles fue el 19 de diciembre. Cuando comenzaron las movilizaciones, nos reunimos y decidimos que debíamos estar con la gente. Era un poco complicado porque no teníamos móviles. Armamos un equipo de urgencia en nuestros maletines y fuimos con la idea de llegar a Plaza de Mayo. Pero no pudimos pasar del Obelisco, donde en ese momento estaba toda la gente. Atendíamos a la gente ahí, en general heridas medianas, en las que nuestra participación era más que nada decidir si era seria o no, aplicarle un vendaje o decirle que vaya al hospital, pero vimos un par de heridos serios, por cortaduras de vidrios y otro que tenía una herida muy profunda en el cuero cabelludo y que había perdido la conciencia. Era por un garrotazo de la policía. Estábamos en medio de la gente, al no tener un vehículo estábamos poco resguardados. Nuestra presencia en las manifestaciones siempre es en medio de la gente. Nosotros no estamos manifestando, pero queremos estar con la gente, sabiendo que corremos un riesgo. En ese momento la Montada se iba sobre la gente disparando gases y balas de goma y se producían corridas. En una de ellas, sentí dos impactos en la espalda, pero pensé que se trataría de piedras o alguna otra cosa. Cuando llegué a casa tenía las marcas de los impactos, pero por suerte se ve que había sido a una distancia bastante grande. Me quedaron los moretones.
–¿Cómo funciona Médicos del Mundo?
–Funciona como una red internacional. Ninguna delegación es filial de otra, cada una es independiente en cuanto a decisiones, generación de proyectos y generación de fondos. No recibimos dinero de Holanda o de Francia, por ejemplo, a no ser que nos hagan una donación puntual, como le hicieron a Tanzania o Etiopía. Tenemos que generar nuestro financiamiento. Eso nos permite elegir un lugar como la Argentina para trabajar, que no es un lugar atractivo para otras delegaciones porque no tiene el mismo nivel de necesidad que pueden tener en Asia o Africa y porque además, eso aún ahora no ha cambiado, la Argentina es considerada un país que no requiere de ayuda humanitaria y entonces es muy difícil conseguir dinero. Y el que se puede conseguir a nivel local es muy poco. A nivel mundial funciona lo que se llama el Consejo de Administración Internacional, que está conformado por los presidentes de las doce delegaciones, que se reúne dos veces al año y además hay un órgano operativo, que es el secretariado internacional, que funciona en París porque tiene la delegación más grande, que es el que coordina entre todas las delegaciones.